¿Por qué juegan los niños?
Un juego simbólico es la representación por parte de los niños de roles o situaciones, con argumentos de su propia creación, que realizan para divertirse.
Este tipo de juego aparece a partir de los dos años junto con la función representativa, que permite a los niños ampliar su comprensión psicológica de las otras personas y aplicar lo que han aprendido de ellas a sus propias representaciones.
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Con el juego simbólico, el niño
también amplía su comprensión de sí mismo, ya que en este juego se asumen roles
que después se abandonan con facilidad para adoptar otros diferentes, algo que
el niño puede hacer gracias a la confianza que tiene sobre quién es y la
seguridad que tiene en quién no es.
Estos conceptos pueden parecer complejos, Así que trataremos de ilustrarlos con un ejemplo. Imaginemos a una niña que hoy adopta el rol de madre cuando juega a las casitas en el aula de Educación Infantil, pero por la tarde en el parque juega a hacer de hija, sin dudar por un momento quién es ella misma.
Superar los miedos jugando
Una función muy importante que tienen
los juegos simbólicos es que los niños los utilizan para expresar los miedos,
fantasías o temas que les preocupan. De esta forma, el niño puede liberar el
estrés que le produce una pesadilla, repitiéndola en el juego hasta que
encuentre una solución satisfactoria o puede jugar a que su papá que está de
viaje, acaba de llegar y que todos se ponen muy contentos, aliviando el estrés
que le pueda producir la separación.
Para el niño, el entorno de juego en el que reproduce sus temores y preocupaciones es un lugar seguro, donde sabe que controla todo lo que puede suceder, por eso juega a aquello que teme. Muchos padres se sorprenden cuando ven a sus hijos jugando a lo mismo que los despertó en mitad de la noche con gritos, pero no deben preocuparse, ya que es la forma en la que el pequeño libera sus frustraciones.
Jugando aprenden a cooperar
Cuando aparece el juego simbólico, éste suele ser practicado de forma individual por el niño, pero a medida que avanza en edad, el niño comienza a jugar con los otros niños y niñas, lo que implica aprender a respetar las normas de cada escenario compartido.
Estas
normas, determinan cómo debe comportarse un personaje en el juego o las
características de una acción que todos deben desempeñar para lograr un objetivo
común.
Cuando el niño juega en grupo, puede ocurrir que se le olvide el papel, es entonces, cuando sus compañeros le recordarán qué debe hacer, así como las normas del juego. Con ello, los niños también desarrollan la conducta prosocial de ayudar al otro y preocuparse por sus necesidades.
Los personajes del juego
Los niños utilizan en los juegos
simbólicos dos tipo de personajes: los estereotipados y los de ficción.
Los estereotipados se caracterizan por la actitud que desempeñan y tratan de semejarse a la realidad. Por ejemplo, el niño hace de mamá o de papá.
Los personajes de ficción tienen
nombre propio y proceden de los cuentos, el cine o la televisión y ejecutan
conductas más predecibles, ya que poseen un rol característico. Lo más frecuente
es que los niños no representen a estos personajes, sino que “hablen” con ellos
o les hagan partícipes como a uno más.
De esta forma podemos ver a un niño
jugando con los otros en un juego donde todos son ellos mismos y van a descubrir
un tesoro, pero nuestro niño es Peter Pan.
Jugando con el lenguaje
El simbolismo del juego también puede
ser trasladado por los niños al lenguaje. Cuando el niño empieza a adquirir el
lenguaje descubre un mundo nuevo que tiene que llegar a dominar y con el que va
a experimentar ampliamente.
Existen juegos sociales en los que el lenguaje desempeña un papel muy importante como son los juegos de rimas espontáneas, los juegos de inventar palabras nuevas o los juegos de conversación, en los que los niños experimentan con conversaciones que utilizan los adultos en sus charlas.
Tenga el objetivo que tenga, el juego simbólico es de vital importancia en el desarrollo infantil y debemos preocuparnos si no aparece, pues el niño podría presentar un trastorno de tipo autístico. En cuyo caso, es necesaria la intervención de un profesional de la psicopedagogía para que trabaje con el pequeño y le dote de estrategias para flexibilizar su forma de pensar y desarrollar la imaginación.
Por Jenny Guerra
Hernández
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