Para confirmar su hipótesis del
“efecto dote”, aquel por el cual la gente sobrevalora lo propio, los
investigadores distribuyeron entre un grupo de estudiantes, de forma azarosa,
tazas de café y barras de chocolate del mismo valor monetario. La proporción de
ambos productos era de un 50 y 50 por ciento.
Acto seguido, le dieron permiso
a los estudiantes para que intercambiasen los productos recibidos. Pero sólo un
diez por ciento tuvo la tentativa de hacer un trueque, frente a un 90 por ciento
que prefirió quedarse con lo que ya tenía.
De esta forma, los
investigadores llegaron a la conclusión de que el efecto de la propiedad suele
tener más peso que una decisión racional, incluso al punto de reprimir los
deseos que se experimentan. Y lo que esto demostró, es que las decisiones de la
gente no tienen una base racional, que tenga en cuenta los costos, beneficios,
oferta, demanda, y otras variables del mercado.
Los experimentados, una excepción
De todas formas, otro estudio
llevado a cabo por estos investigadores conductistas, pudo demostrar que si
existe un buen entrenamiento en negocios, estas inconscientes e irracionales
conductas de negociación pueden ser superadas, para lograr hacer operaciones con
una base mucho mas racional.
El nuevo ensayo consistió en
distribuir a un grupo de personas, cuyo hobbie era el coleccionismo, y
consecuente canje, de figuritas deportivas, una serie de artículos relacionados
con el deporte aunque menos conocidos, como autógrafos, equipos deportivos,
prendedores y otros similares.
Lo que se pudo observar, era que
quienes más experiencia tenían en el intercambio de figuritas, fueron también
quienes más y mejores negociaciones hicieron con los otros objetos.
Sin embargo, quedaba en duda si
la menor y menos rentable negociación de los más novatos, se debía no a su
excesivo apego a sus pertenencias, sino más bien a una incapacidad racional para
conocer el valor de las figuritas (y de los otros objetos), tal como sostendría
la teoría neoclásica.
Por eso, se resolvió hacer el
mismo experimento de entregar tazas de café y barras de chocolate, las cuales
tenían el mismo valor, y que era muy conocido por todos. Lo que se volvió a ver,
fue que los negociadores más experimentados solían ser más proclive a buscar
satisfacer su deseos, antes que privilegiar su propiedad.
Por eso, los investigadores
sostuvieron que la teoría neoclásica sí se ajustaba para el caso de negociadores
experimentados, que solían hacer sus negociaciones de forma más racional, sin
trabas inconscientes que los lleven a sobrevaluar sus propios productos.