El Afgano, un perro inteligente además de vistoso

Muchos acusan al Afgano de ser la “modelo” de la especie canina. Que es realmente atractivo y elegante por naturaleza, pero que no es capaz de “pensar” y resolver situaciones extremas o sobrevivir a condiciones climáticas adversas, y terrenos silvestres.

Sin embargo, la recopilación de ejemplos a lo largo
de su historia, demuestra que esto no es más que un prejuicio incorrecto.
Conocido en ocasiones, como “KABUL”, esta especie antigua tiene sus primeros
registros en pinturas afganas de hace 4000 años atrás.

 Esta
raza se fue extendiendo por los terrenos
de Afganistán y era famoso por su capacidad para la caza del antílope, gacela,
y lobos. Hasta que en el año 1816, se conoció el primero de estos ejemplares
que llegó a las Islas Británicas para llegar mucho después, en 1926, hasta
terreno estadounidense.

 A lo largo de la historia, el Afgano fue
conocido por su gran carácter. Poseedor de una gran vitalidad para enfrentar
travesías de manera independiente y siempre con un animo alegre y vital. Otra
ventaja de esta raza es su gran disposición al adiestramiento y a la compañía,
aunque muchos lo tildaron de solitario.

 Es anatómicamente alto, con lomo recto y músculos
bien formados, con patas largas y fuertes (las traseras con un arco y las de
adelante rectas).

 Sus pies son grandes y cubiertos de pelo, y su
cola no es tan proporcional a su cuerpo. Los machos llegan a medir entre 68 y 74
centímetros de alto y las hembras, entre 63 y 69. Su pelaje es largo y sedoso,
excepto en el lomo y la cara donde crece corto y espeso.

 Los 40 grados bajo cero de temperatura que
azota a las altas montañas de Afganistán y Medio Oriente, hicieron que el
Afgano desarrollara un pelaje largo e inexpugnable para sobrevivir.

 Y si bien su temple original ofrecía gran
resistencia a las condiciones de poca comodidad, se sabe que una vez
domesticado, desarrolla un acostumbramiento a veces no tan favorable para la
convivencia, como la necesidad del aseo constante y buen mantenimiento.