Respondiendo a preocupaciones de adultos sobre actividades posibles para
distraer u ocupar a sus padres ancianos, diseñamos y pusimos en práctica un
taller que fue desarrollándose a lo largo de cuatro reuniones con un grupo de
quince abuelas, quienes muy coquetamente, se ubicaron “entre los 70 y 80” años.
Sabíamos de su acendrado amor por el tango y nos integramos con ellas en un
taller en cuyo espacio escuchamos antiguos registros de la “guardia
vieja”, registros que fueron acompañados del relato de recuerdos de
distintas etapas de la vida, asociados a tal o cual valsecito, tango o milonga.
Mientras Emilce, la jovencita del grupo, por no haber llegado aún a los 70 años,
oficiaba de disc jockey a cargo del antiguo combinado, Eva amenizó el taller
entonando algunos tangos tradicionales con su voz clara y afinada y hasta se
animó a dibujar algunos solitarios cortes y quebradas:
“Hasta hace poco yo enseñaba a bailar el tango en un club de jubilados, pero ya
no me acompaña la osamenta...” . El resto de las abuelas canturreó los
estribillos. Irma y Juanita recitaron algunas letras muy antiguas y, ambas, poco
a poco, se adentraron en el recuerdo de su dinámica juventud participando de la
Comisión de Damas del Club Social y Deportivo de su zona de residencia.

Todas
las abuelas se sumaron y este recuerdo llevó a recrear los comienzos de la vida
familiar en la zona, ya que muchas familias se establecieron a partir de
comienzos del siglo XX.
Con suave fondo musical, crecían los recuerdos: referían las abuelas la ida a la
escuela, por la mañana, corriendo por las solitarias calles de tierra (“en
aquella época no nos llevaban nuestros padres”, “teníamos un poco de miedo
porque aún estaba oscuro”) y, en las mañanas de invierno,
con la escarcha nocturna crujiendo bajo sus pies.
También rescataron la importancia de la educación, la dedicación de los docentes
y la profundidad del trabajo de los contenidos educativos: “...el sexto
grado era casi un primer año...; las maestras de sexto se ocupaban de orientarte
la vocación y a las buenas alumnas, les conseguían becas...; ... pero, en
aquella época era difícil que los padres te dejaran salir del barrio para
estudiar...”
El
momento de gloria correspondió al recuerdo de la década del 40, época en que
casi todas eran jovencitas casaderas. Allí se multiplicaron las anécdotas,
recordando a novios, “filitos” y admiradores.-
Recordaban Eva e Irma que, en el club citado, conocieron a Osvaldo y Manolo (“muchachos
serios del barrio, de familias conocidas”), ambos del equipo de fútbol y
conductor-animador de los bailes y espectáculos, el segundo. Con estos jóvenes
formaron pareja de eximios bailarines de nuestra música ciudadana (“formaban
rueda pa’vernos bailar”) y, posteriormente, formaron sólidas familias
arraigadas en la zona.
¿Todo tiempo pasado
fue mejor?
Juan Pablo Segura, especialista en salud, es autor de "Revertir
el Alzheimer", que encontrarás haciendo
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