Mujeres que aman demasiado (y hombres también)

Hay comportamientos que de ser vividos en forma exagerada y compulsiva se convierten en adicciones. Estas aunque no lo parezcan son enfermedades. Y el amor no es la excepción...

Cuando se ama demasiado… 

Muchas veces por desconocimiento e ignorancia no se las considera como tales. Y se obvia un tratamiento o una forma ordenada de resolver los problemas que ésta puede generar produciéndose así una cadena de daños que lastima a la gente que la padece y a su entorno.

La adicción, palabra que alude a aquello No dicho, porque por algún condicionamiento social o algún juicio personal, se tiene el convencimiento que hay que callarlo,  representa una condición no sana para las personas que las sufren. 

La adicción  a personas pasa inadvertida y solapada entre la gente.  Alguno que otro muestra señales de asombro cuando se la denomina de tal manera, porque supone que se tratan de comportamientos un poco exagerados pero que nunca alcanzarían el rango de algo patológico y/o disfuncional, por lo menos. 

Sin embargo, es común notar, y más aún en gente de más edad, que hay  individuos que viven y se desviven por los demás.   Son hombres y mujeres  que dejan correr su vida detrás de otros. 

Y cuando se quieren acordar se les fue la juventud detrás de los que nunca supieron darle lo que ellos buscaban. 

Sin comprender, quizás, que aquello tan ansiado no estaba afuera como creían, sino que por el contrario, estaba dentro de sí mismos, el último lugar donde hubieran buscado. 

La autoestima de las mujeres (y hombres) que aman demasiado

Querían “ser” a través de los otros. Se tornaban imprescindibles para estos, y aquellos.  Siempre, en primer lugar, los otros.  Por el terror que les inspira conectarse con su ser íntimo

Pero hay veces que la individualidad, la personalidad, todo aquello de distinto que diferencia una persona de otra,  puja de tal manera para parirse a sí mismo y acentuar esa individualidad que lo caracteriza, que intenta  poner en orden las cosas. 

Empieza a querer saber si existe la posibilidad de ver las cosas de otras maneras, no a través de otros ojos y otros cristales que no son los suyos propios.    

Hasta los mandamientos, se sea o no religioso, hablan del amor por uno mismo, antes que otros amores.  Las mujeres son más proclives a estas cuestiones. 

Siglos de cultura le han inculcado y las han “simbiotizado” con funciones exclusivas de la maternidad, la de atención y cuidado de los mayores, de los hijos, de los débiles de mascotas. 

Hijas únicas.  Hijas mayores.  Que han crecido mamando como las generaciones anteriores a ellas, han cuidado, asistido en forma denodada a otros. 

Haciéndose merecedoras así de un tácito cartel que las distinguía obligatoriamente como buenas almas.  Como si el verbo cuidar fuera una posta legada de unas a otras. 

O un signo que caracteriza a una buena mujer.  La necesidad de ser aceptada socialmente, en principio por la familia y después por todo el ámbito que la rodee, hace que el vivir con excesivo celo del bienestar hacia los otros sea una prioridad en su vida. 

Y eso se transforme en una manera de ser.   Se olvidan de sus metas.  Postergándolas.  Siempre hay un quehacer más urgente, más imperativo. 
Hasta que algún hecho, algún acontecimiento, alguna enfermedad algo que las arranca de la rutina obliga a meditar.  Sacude de tal manera las estructuras que obliga a replantear y reconsiderar las cosas o al menos el estricto orden o desorden en que se mantenían hasta la actualidad. 

O las crisis que conlleva el ir creciendo, el llegar a los diferentes estadios, juventud, adultez, madurez,  ancianidad, deposite una mirada distinta en los balances de los hechos que hacen a la vida.

Ayuda para las mujeres que aman demasiado  

Y así los grupos de ayuda mutua, con esta temática,  empiezan a llenar sus sillas de gentes, de prójimo que intenta ver maneras diferentes de ser. 

Empiezan a revisar que impulso las mueve a hacer las  cosas.  Si es algo que parte de ellos o viene de la herencia de algún mandato obsoleto y que simplemente se mantenga ahí por la fuerza de años y de costumbre y no porque sea algo por ellos elegido. 

Y si fuera por caso de ser algo libremente elegido por ellos, la posibilidad y oportunidad de replantearse el seguir en el camino u optar por otro completamente distinto. 

Empiezan a reconocerse el derechos de que son libres de elegir y que eso no les impiden contactarse con otros.  Simplemente les cambia la manera de hacerlo por una actitud más sana de relación. 

La invitación de estos grupos gratuitos, abiertos a la comunidad, está en pie.  Si UD. descubre en su cotidianeidad la preponderancia y las urgencias de las situaciones y problemas de los otros antes que la suya, es un signo de alerta. 

Si después de facilitarle las cosas a los otros UD. Consciente o inconscientemente pasa factura de lo hecho y espera o controla las actitudes de los otros puede estar en un problema. 

Está en UD. querer darse la oportunidad de saberlo.  Si es así, de un paso adelante con una actitud positiva, lo estarán esperando seres que ya dieron el paso adelante y pueden tender la mano con un camino hecho de experiencias en el tema.    

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