Menopausia: estar en la mitad del viaje

Esta etapa de la vida es el fin de un período pero es el comienzo de otro nuevo...

Estuve recordando unas vacaciones muy especiales que hicimos una vez con mi familia. Decidimos partir con rumbo casi desconocido.

Lo que era seguro es que sería toda una aventura y que debíamos, además del entusiasmo ser precavidos y estar lo mejor preparados para cualquier imprevisto.

Es así como equipamos el automóvil con todo lo que pensamos que nos sería necesario.

Los bolsos con toda la ropa (por si hacía frío, por si hacía calor, por si llueve, por si salimos de noche, por si vamos a la playa…)

Incluimos un botiquín, algunas provisiones, heladerita con bebida fresca, termo con agua caliente, café, mate…

Salimos de la seguridad del hogar a la aventura. Ya al comenzar el viaje lo primero que hicimos fue cargar combustible. De paso compramos algunas revistas y el diario para estar informados, como así también un mapa que nos sirva de guía.

Una vez en la ruta observamos atentamente el terreno. Por momentos el tránsito era pesado pero en otros tramos se hacía agradable.

El paisaje iba mutando entre campo y pueblos alternadamente y un poco con la guía del mapa, con la información que nos daban en los peajes y mucho de intuición avanzábamos en nuestro viaje.

Nuestro ánimo fue pasando de la euforia y el permanente asombro, a la tensión de la ruta, hasta llegar un momento en que un poco el cansancio y otro poco el saber que ya habíamos hecho la mitad del recorrido y quedaba la otra mitad por recorrer nos hizo tomar un alto en el camino.

Nos detuvimos en un parador muy pintoresco, aunque no tenía algunas de las ventajas de la gran ciudad. El tanque de combustible necesitaba una recarga, y nosotros también.

Lo primero que hicimos fue estirar las piernas y notar la tensión en los hombros. Nos relajamos, fuimos al toilete, y al ver el interior del automóvil inmediatamente comenzamos a sacar todo lo que ya no nos servía para ordenar y poder seguir más cómodos.

 Esta parada era más necesaria de lo que pensábamos. Pudimos rever el trayecto, ya teníamos algo de experiencia y trazamos el resto de la ruta con más seguridad.

Nos deshicimos de cosas que ya no nos hacían falta y proyectamos el resto del viaje con aires renovados.

Después de tomarnos todo el tiempo necesario, cuando sentimos que estábamos listos para seguir adelante subimos al auto y seguimos viajando.

Esta vez el viaje fue más relajado, un poco más tranquilo. Seguimos aprendiendo caminos desconocidos, tomamos decisiones con respecto a rutas posibles y todavía teníamos que determinar el rumbo final…que desconoceríamos hasta que llegara ese momento final.

Lo único que sabíamos era que viajaríamos desde el alba hasta el anochecer. Y esa parada a mitad del día fue reparadora y reconfortante.

Nos dio la oportunidad de reflexionar, rediagramar el camino y deshacernos de lo que ya no nos era útil. Adquirimos combustible y provisiones nuevas.

Ese viaje fue muy especial… Creo que la vida se asemeja a ese viaje. El comienzo es tan potente como asombroso. Todo está por venir y sólo nos enfocamos en estar preparados.

Estudiamos las posibilidades, somos guiados por otros que ya han hecho el recorrido y también tomamos nuestras propias decisiones, adquirimos cierta experiencia, nos llenamos de cosas, afectos, ideas, prejuicios que tal vez sean útiles en su momento.

Pero llega esa etapa de la vida en la que como en el viaje es necesario parar. Por un período que seguramente será un poco de descanso, un poco de incertidumbre tenemos la oportunidad de evaluar todo lo que hasta ahora hemos hecho, dejar atrás viejos prejuicios, costumbres, conductas…remplazarlos por otros nuevos, frescos, que nos queden más cómodos, más apropiados para cada uno de nosotros en este período de la vida, del viaje.

Así emprendemos nada más ni nada menos que la otra mitad de nuestra vida. Con nuevos proyectos, con más experiencia, con nuestros afectos de siempre o con otros…ya que puede suceder que en este momento decidamos tomar rutas diferentes, lo cual a veces sucede.

Creo que para las mujeres este alto en el camino nos sucede en la menopausia, llena de cambios físicos, emocionales, familiares y sociales.

Este momento puede ser la oportunidad de relajarnos y mirarnos. Ver qué de nosotras sigue adelante y qué se queda atrás.

Ciertas exigencias sociales que nos pesan demasiado y ya no tienen sentido, obligaciones y roles que ya podemos ir abandonando para darle lugar a otros nuevos, proyectos que ahora sí tienen más espacio y podríamos retomar, mirar a nuestros compañeros de viaje, amigos, pareja… y preguntarnos cómo estamos, si hay algo que podamos mejorar en el resto del camino o tal vez…estamos apuntando a diferentes destinos…en fin…

Esta etapa de la vida es el fin de un período pero es el comienzo de otro nuevo. De alguna manera es un volver a nacer…y siempre es maravilloso seguir viajando, seguirnos sorprendiendo, y seguir pensando en que algún día llegaremos a ese destino y seguramente haremos un repaso de todo este viaje.

En definitiva es el viaje lo que nos hará llegar al final…no quedarse en el camino es lo único importante. Que cada kilómetro haya valido la pena es lo que le dará sentido a nuestro arribo. 

Por Marigel Indart
Consultora Psicológica
Grafóloga Pública
Acompañante Terapéutica
www.conoSERte.com.ar

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