¿La guerra de los dos mundos?… No, ¡la pelea de los hermanos!

Solamente a mí, hija única sin remedio y sin la experiencia previa y vital de portar hermanos se me ocurrió tener dos hijos...

La parejita que recomendaba el correlato familiar. La nena, y después de meditar diez años, la cigüeña trajo al varón.

La “nena” en cuestión adolece y hace adolecer hasta al gato, el hermanito es un tanto inquieto por no decir: hiperactivo, por lo tanto cuando se pelean, después del dolor de los moretones que se dejan con los bollos que se reparten, les queda herido el orgullo.

Con lo cual se empacan como mulas y con la única que tengo posibilidades de dialogar es con la gata, si las paredes están muy ocupadas como para responderme.

Porque si es por los demás, están tan embalados en una guerra fría en la que ni se miran. Y si lo hacen, se miran torcido o de reojo y vuelta otra vez a empezar.

A pesar de todo aprendí, que no vale la pena intentar nada, que una pelea, aunque sea entre hermanos, tres, yo vengo a ser la tercera, son multitud.

Y que de nada vale tratar de conciliar el conciliábulo entre ellos sino resignarse a lo que será, será y a sus arreglos personales; porque salgo impartiendo y repartiendo al son de la orden de obediencia debida y listo el pollo y la gallina y yo intento evolucionar.

Lo que con más facilidad les sale por igual y del alma a los dos, cuando los cuestiono, es el no.

Y si no, me dedican una mirada furibunda asesina que se traduce en: si lo defiendes a él o a ella, cualquiera sea el caso y viceversa, te asesino, te acribillo, peor que el padrino en la película el padrino I, II, III y trescientas más todas las secuelas mafiosas habidas y por haber…

Los hermanos sean unidos

Porque esa es la ley primera, es una cosa sesuda que ya lo decía el prestigioso gaucho don Martín Fierro hace algunas décadas atrás.

Pero ¿cómo presentarles a semejante gaucho de las Pampas a mis hijos, en medio de todo lo que se revolean desde que abren los ojos hasta que los cierran?

No parece ser algo que esté en sus planes unirse y muchísimo menos saber del gaucho ese, que dijo algo que ellos ni remotamente están decididos a optar como opción.

Eso sí, debo confesar que se extrañan cuando no se ven. Pero creo que más que extrañarse uno con otro, se aburren cuando no se pelean y solo extrañan la falta de contrincante adecuado para tales fines.

Revoleo

Por más que trato de ser democrática a veces y muchas veces, no me queda otra que dejarme llevar por mis instintos, que espero sigan siendo maternales, a esta altura de las circunstancias, e instaurar una monarquía absolutista y decir: aquí mando yo.

Sobre todo cuando no hay chalecos antibalas ni casco que me proteja el cráneo, cada vez que, aunque llevo un pañuelo blanco y la pipa de la paz en la cartera o en el bolsillo, me entrometo en su zona de guerra que es toda la casa. Y trato de ejercitar mis reflejos para eludir todo aquello que se revolean…

Esta bien no es cuestión de intentar defender a uno y a otro pero a veces, el tsunami que tengo por hijo tiene la capacidad de sacar de las casillas al propio Mathama Gandhi.

Por ejemplo, nadie lo ejercitó para la carrera de cien metros llanos, pero la verdad que el mocoso hace mérito para el entrenamiento. Porque otra cosa para que la cual el niño es rápido, es cuando protagoniza con su hermana la adaptación libre de robó, huyó y lo pescaron.

Le roba a la hermana todo lo que pueda, e intenta huir, corriendo como el corre camino a todo velocidad y a grito pelado, pero lamentablemente la otra lo pesca, indefectiblemente.

Y ahí se arma una, que otra que la corrida de los toros. Donde los protagonistas no son, precisamente, los toros, sino mis dos pichones de hijos, que se corren, torean, enfrentan y ligan al por mayor.

Igualmente en 78 m2 cubiertos con algunos muebles no hay mucho que correr. La cuestión es cuando se atrapan, igualmente el más chico es partidario de: “soldado que huye, sirve para otra batalla” así que preferentemente opta por compartir el escondite preferido de la gata: debajo de la cama, hasta que a la hermana se le pase la rabia.

A veces es poco confiable el método porque la otra se queda más o menos cerca y de guardia y el apuro viene cuando el otro quiere hacer pipi.

Gran hermana o lo que hay que oír. Oíd, mortales progenitores de hermanos 

Solemnemente el hermano, mira a su hermana, con cara de yo no fui y con la otra al mejor estilo de la que porta gato de sherk, cuando mira al ogro con intenciones de pedirle algo y le pide: llévame con vos a hacer los mandados.

Ella niega rotundamente con la palabra y con énfasis con todo su cuerpo. Como para que al otro no le quepa ni siquiera un asomo de duda de sus intenciones de no llevarlo ni hasta la puerta.

Recordándole los nefastos resultados de la última vez que portó hermano. Entre otros menesteres el energúmeno en cuestión repartía manotazos de ahogado, abarajando, aquí y acullá, cuanta golosina se le cruzara por sus ojos o en su defecto por su camino.

Los gritos pelados proferidos por su garganta. Las buenas señoras grandes del barrio mirando con ceño fruncido a quien ocasionara semejante desbande y criticando a la madre que los parió, literalmente, por la mala educación con que lo educa ignorando los pobres esfuerzos denodados de una mortal en la era cibernética para cumplir con tal fin.

La hermana soporto estoicamente todo el teatro barato sin lagrimas hasta el gran salto del gran ninja y todos los malabarismos que hizo el más chico para convencerla.

Hasta le canto mi corazón partío. Ella lo mira como diciendo, habla ahora o calla para siempre, para decir tu última voluntad, antes de ser boleta, entre mis dedos pero se le reblandece la cara, se enternece toda y finalmente lo lleva.

Al suplicio de nuevo. A la vuelta lucha armada nuevamente y antes de que la madre, en cuestión, pueda proferir un hola el volcán en permanente erupción vuelve a estallar.

Sin embargo a la hora de la conjunción astral que los hace aliarse en asociación ilícita, no hay quien les gane y no pierden un segundo en recordarme la moraleja gauchesca de los hermanos sean unidos.

Por ejemplo son un modelo de comando, a la hora de tomar por asalto la olla con la salsa de pollo y untar el pan hasta sacarle el último jugo a la comida.

Son un as y dos se hacen uno, en una sociedad en comandita y por acciones a la hora de meter los garfios en la torta recién salida del horno y presta a rellenar si dejan relleno con qué hacerlo.

Si reto a alguno de los dos, el otro aparece de la nada implorando clemencia a la hora de sentenciar castigos.

El más chico me mira con cara de necesito una abogado y la hermana acude presta a recitarme los derechos del niño y a preguntarme, con total desparpajo, si el Alzehimer todavía me deja recordar como fui yo a la edad de ellos.

Es la primera en sembrarme culpas, en la guerra y en el amor, todo vale, dicen y mi hija mayor parece haberlo aprendido eficazmente.

En fin, qué otra cosa decir más que es verdad, los hermanos sean unidos, debería adaptarse que esa máxima no se contempla cuando ellos riñen, pero en lo que respecta al afuera, y eso me incluyen son unidos como Dios manda.

Se alían en dos para la picardía, en sociedad de irresponsabilidad ilimitada, en sociedad en comandita pro acciones de la madre, en fin, Dios los hace, el viento los desparrama y ellos se juntan. Después de todo nadie es perfecto, che.

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