Es importante que los padres de adolescentes sepan que, tal vez sea la adolescencia una de las etapas más difíciles de la vida, atravesada por la disyuntiva del ser-no ser, planteada en forma permanente, en el cuerpo, en la psiquis y en la vida cotidiana.
Durante este período el joven se enfrenta a innumerables desafíos. Quiero repasarlos aquí, como guía para que los padres, puedan comprender y mirar de otra manera a sus hijos.
No ser niño, pero tampoco ser adulto. El cuerpo sufre cambios, el adolescente debe hacer el duelo por el niño que deja de ser y empezar a reconocerse en este nuevo cuerpo que habita.
No ser igual a sus padres, parecerse a sus pares. Aparece entonces la rebelión adolescente, el cuestionamiento a los padres. Por otro lado la necesidad de ser igual a otros, sus pares. Cada día del joven es una lucha por encontrar su identidad.
Aparece también la identificación sexual. Redescubrir lo que significa ser hombre o ser mujer. Algo que se vivió en la infancia, cuando el niño se identificó al padre o a la madre, se reedita ahora. Se confirman estas identificaciones.
Además ocurre durante esta etapa lo que se llama la elección del objeto de amor y de deseo, hombre o mujer, esto es ser homosexual o heterosexual. Y además vivir la experiencia de la primera relación sexual. Que será una experiencia bella o terrible según cada uno.
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La lucha entre la vida y la muerte, también forma parte de su vida diaria. Consumir drogas o no, manejar alcoholizado o no, tener sexo seguro o no – a riesgo de contagiarse el virus del sida -, son parte de las decisiones que tiene que aprender a tomar, y que significan que la vida necesita límites, que mantenerse vivo es respetar ciertas fronteras que no deben traspasarse.
Además transitar el aprendizaje de que vivir en sociedad. Así, deberá elegir vivir dentro o fuera de la ley y aprender que ejercer sus derechos implica también respetar los derechos de los otros. Ser querido o no por otros, esto es, cómo hacer para respetarse a sí mismo pero lograr también la aceptación y el amor de los otros.
Ser padres de adolescentes es un trabajo de 24 horas. Requiere más que nunca un esfuerzo conciente por parte de los progenitores.
Un esfuerzo de amor y la capacidad de poder discriminar entre poner los límites necesarios e indispensables para contener a este niño que deja de serlo y por otro lado respetar todo esto que le está pasando.
Por otro lado, los padres de adolescentes no la pasan bien. El hijo que crece les muestra que ellos envejecen, por un lado y por otro, que es un ser individual e independiente de ellos, que exige de ellos el máximo de los respetos a su privacidad e individualidad.
Creemos que lo mejor que puede hacerse es intentar hablar con los hijos de todo, sin forzarlos, respetando sus tiempos y sus espacios, pero tampoco sin tabúes y sin miedos por parte de los padres.
Por Lic. Elizabeth Orlando
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