Monasterio de El Escorial
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Situado al noroeste de Madrid, a 50 kilómetros por la A-6, el
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial representa el principal emblema del
ímperio de Felipe II.
El estilo de esta obra monumental, iniciada por Juan
Bautista de Toledo y terminada por Juan de Herrera en 1563, marcará
poderosamente otras muchas edificaciones de los Austrias españoles.
Al esplendor
de sus catorce patios, mil puertas y dos mil ventanas hay que sumar, además, su
función como Panteón de los Reyes de España, desde Carlos I hasta nuestros días.
La fachada principal, situada al oeste, consta de tres
portadas.
La más importante de ellas, coronada por un frontón con la
figura de San Lorenzo y el escudo real de Felipe II, da acceso al Patio de los
Reyes, que se abre sobre la espectacular portada de la basílica, donde David y
Salomón, en el centro, presiden el cortejo de los seis reyes de Judea que se
asoman al patio.
De planta griega con tres naves, la basílica cuenta con una
cúpula de 92 metros -construida a semejanza de la de San Pedro de El Vaticano-,
frescos de Lucas Jordán y Luca Cambiasso, un magnífico retablo de Juan de
Herrera y los oratorias” reales, con los cenotafios de Felipe II y Carlos I.
El claustro y el Patio de los Evangelistas comunican la
basilica con el monasterio. Aquí destacan la escalera principal, obra de Gian
Battista Castello -con frescos en la bóveda de Lucas Jordán-, la sacristía y las
salas capitulares, donde se conservan pinturas de Tiziano, El Greco, Ribera,
Velázquez y Tíntoretto.
En la parte palaciega sorprende el contraste entre la
austeridad de las habitaciones de Felipe II -con importantes retratos de Sánchez
Coello y Pantoja de la Cruz- y el lujo del palacio de los Borbones Carlos III y
Carlos IV -vestido por espléndidos tapices de Goya, Bayeu y Castillo-.
La Sala del
Trono, la Biblioteca y la cámara donde murió el rey Felipe II, en septiembre de
1598, completan el recorrido por este entramado monumental.
Alrededores de El Escorial
En los alrededores de El Escorial se pueden visitar también
la Casita del Príncipe y la Casita del Infante, construidas por Juan de
Villanueva respectivamente para Carlos IV y para el infante Don Gabriel.
La
Silla de Felipe II y el Bosque de la Herrería ponen el contrapunto paisajístico
a un pueblo de larga tradición cultural, con mercado, cafés y artesanía propia,
donde cada verano los cursos de la Universidad Complutense acercan los saberes
universales a los estudiantes de la mano de sus protagonistas directos.
De regreso a Madrid, aún queda la oportunidad de contrastar
este sueño imperial de Felipe II con aquel otro sueño del general Franco en la
España del siglo xx: el Valle de los Caídos.
Fuente: Secretaría General de Turismo de España
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