La soledad. Estar con uno mismo cada día es maravilloso. Estar 20 minutos con
uno mismo es el comienzo de la meditación; es tender un puente hacia la
verdadera salud; es acceder al altar interior, al ser interior.
Mi recomendación es que la gente ponga su despertador 20 minutos antes para no
robarle tiempo a sus ocupaciones.
Si dedicas, no el tiempo que te sobra, sino
esos primeros minutos de la mañana, cuando estás fresco y descansado, a meditar,
esa pausa te va a recargar, porque en la pausa habita el potencial del alma.
¿Qué es para usted la felicidad?
Es la esencia de la vida. Es el sentido mismo de la vida, encarnamos para ser
felices, no para otra cosa. Pero la felicidad no es placer, es integridad.
Cuando todos los sentidos se consagran al ser, podemos ser felices. Somos
felices cuando creemos en nosotros, cuando confiamos en nosotros, cuando nos
encomendamos transpersonalmente a un nivel que trasciende el pequeño yo o el
pequeño ego.
Somos felices cuando tenemos un sentido que va más allá de la vida
cotidiana, cuando no aplazamos la vida, cuando no nos desplazamos a nosotros
mismos, cuando estamos en paz y a salvo con la vida y con nuestra conciencia.
Cuando se vive el Presente con serena vulnerabilidad.
Dejamos ir el pasado y no hipotecamos la
vida a las expectativas de futuro
cuando nos volcamos en el ser y no en el tener. Yo me digo que la felicidad
tiene que ver con la realización, y ésta con la capacidad de habitar la
realidad. Y vivir en realidad es salir del mundo de la confusión.
Tenemos tres ilusiones enormes que nos confunden. Primero creemos que somos un
cuerpo y no un alma, cuando el cuerpo es el instrumento de la vida y se acaba
con la muerte.
Segundo, creemos que el sentido de la vida es el placer; pero a
más placer no hay más felicidad, sino más dependencia.
Placer y felicidad no es
lo mismo. Hay que consagrar el placer a la vida y no la vida al placer. La
tercera ilusión es el poder; creemos tener el poder infinito de vivir.
¿Y qué necesitamos realmente para vivir?, ¿acaso el amor?
El amor, tan traído y tan llevado, y tan calumniado, es una fuerza renovadora.
El amor es magnífico porque crea cohesión.
En el amor todo está vivo, como un
río que se renueva a sí mismo. En el amor siempre uno puede renovarse, porque
todo lo ordena.
En el amor no hay usurpación, no hay desplazamiento, no hay
miedo, no hay resentimiento, porque cuando tú te ordenas porque vives el amor,
cada cosa ocupa su lugar, y entonces se restaura la armonía.
Ahora, desde la
perspectiva humana, lo asimilamos con la debilidad, pero el amor no es débil.
Nos debilita cuando entendemos que alguien a quien amamos no nos ama.
Hay una gran confusión en nuestra cultura. Creemos que sufrimos por amor, que
nuestras catástrofes son por amor. pero no es por amor, es por enamoramiento,
que es una variedad del apego.
Eso que llamamos habitualmente
amor es una droga.
Igual que se depende de la cocaína, la marihuana o la morfina, también se
depende del enamoramiento.
Es una muleta para apoyarse, en vez de llevar a
alguien en mi corazón para liberarlo y liberarme. El verdadero amor tiene una
esencia fundamental que es la libertad, y siempre conduce a la libertad.
Pero a
veces nos sentimos atados a un amor. Si el amor conduce a la dependencia es eros. Eros es un fósforo, y cuando lo enciendes se te consume rápidamente, en
dos minutos ya te quemas el dedo.
Hay muchos amores que son así, pura chispa.
Aunque esa chispa puede servir para encender el leño del verdadero amor. Cuando
el leño está encendido produce el fuego. Ese es el amor impersonal, que produce
luz y calor.
¿Puede darnos algún consejo para alcanzar el amor verdadero?
Solamente la verdad. Confía en la verdad; no tienes que ser como la princesa de
los sueños del otro, no tienes que ser ni más ni menos de lo que eres.
Tienes un
derecho sagrado, que es el derecho a equivocarte; tienes otro, que es el derecho
a perdonar, porque el error es tu maestro. Ámate, sincérate y considérate.
Si
tú no te quieres, no vas a encontrar a nadie que te pueda querer. El amor
produce amor. Si te amas, vas a encontrar el amor. Si no, vacío.
Pero nunca
busques una migaja; eso es indigno de ti. La clave entonces es amarse a sí
mismo. Y al prójimo como a ti mismo. Si no te amas a ti, no amas a Dios, ni a tu
hijo, porque te estás apegando, estás condicionando al otro.
Acéptate como eres;
lo que no aceptamos no lo podemos transformar, y la vida es una corriente de
transformación permanente.
En general, muchos libros de
autoayuda
sirven para tomar conciencia de la relación que existe entre las emociones y los
estados y enfermedades somáticas.
Sin embargo, en muchos artículos hay cierto
determinismo y reducción unilateral. La causalidad de los males por las
disposiciones anímicas es poco confiable si se desconocen otros factores como
por ejemplo el genético y la situación familiar
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