La
tranquilidad es un bien
necesario en el momento de perder el puesto de trabajo. Uno como apoyo del otro,
debe mantenerla y no hacer aparecer al suceso como una catástrofe
irrecuperable.
Hay que hacer comprender al otro que lamentarse mas allá de un
tiempo lógico no es beneficioso para nadie, y que la única salida es mantener
la calma y comenzar una nueva planificación de futuro, sea para encontrar otro
trabajo o para estar preparado ante una
nueva búsqueda.
La persona afectada debe
sentirse comprendida y, a la vez, contenida emocionalmente. Para ayudar al
otro primero se debe estar bien uno mismo. Luego vienen las acciones prácticas.
Comenzar a reactualizar el currículo vitae, que debe reflejar todos los progresos laborales vividos y
demostrar que uno sigue teniendo el mismo espíritu de emprendimiento que desde
un principio.
Luego, ayudar al otro a
recordar y recopilar posibles contactos y personas conocidas por ambos, que
puedan saber aprovechar su experiencia y virtudes, y ayudarlo a reinsertarse
laboralmente.
De todos modos, no es bueno
presionar demasiado en un primer momento. Lo mejor es descansar un tiempo
prudencial y no contaminar esos ratos con preocupaciones innecesarias,
incluyendo las actividades habituales que siempre realizaron, conjunta o
individualmente.
La familia no debe afectarse
por la pérdida del trabajo. Los otros no tienen nada que ver con el cambio, y
ninguno tiene la culpa. Al contrario, todos deben ayudar a su manera para que
nada cambie.
No es bueno culpar a nadie, ni a uno mismo. Y no sentirse fracasado, ya que, de hecho, perder el trabajo es parte de la carrera de cualquiera, incluso
de los más exitosos.
Un ejercicio muy gratificante
puede ser el de identificar los aspectos más positivos de la personalidad y
características de trabajo de tu pareja. Simular una posible entrevista de
trabajo con algún posible empleador.
Y principalmente, ayudar a
convencer al otro de que el optimismo es el principio de un nuevo éxito, y que
para llegar a él, solo hace falta ir tras él…
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