La
mayoría de los niños experimentan una mordida o muerden a otro niño entre su
primer y tercer cumpleaños.
Probablemente
la razón más común es que es una de las pocas maneras que los pequeños pueden
utilizar para comunicarse de forma eficaz con sus compañeros de escuela infantil
o sus amiguitos del parque, antes de que desarrollen totalmente sus habilidades
verbales y consigan expresar verbalmente de forma funcional sus sentimientos,
requerimientos y preocupaciones.
Sin
embargo, no todos los niños “que se portan mal” muerden, algunos
optan por otras formas de comunicación, como agarrar, empujar, o golpear a los
compañeros o a los adultos con los que se relacionan. ¿Qué pueden hacer los
padres para que no muerdan?
La
motivación de la conducta de morder
Ya
se ha señalado uno de los motivos fundamentales anteriormente. Los niños muerden
porque están tratando de comunicarse y no encuentran otra forma más efectiva de
captar la atención de los receptores con los que se relacionan. Pero existen
otros motivos por los que un pequeño puede morder.
Por
ejemplo, a veces, los niños muerden porque están frustrados y no conocen otra
forma de liberar la rabia e impotencia que les produce una experiencia que han
vivido. A continuación se citan algunos ejemplos comunes para facilitar la
identificación del caso de su hijo.
Una
niña puede morder para comunicar a su compañera que no le ha gustado que le
quite su muñeca, o puede morder a su abuelo por haberle regañado.
Pero también
es posible que el niño esté nervioso porque en su familia se esté pasando por
una situación de peleas continuas o ve a su madre llorar y como método catártico
comienza a morder a los otros o incluso a sí mismo.
Por otro lado, puede que el
niño muerda porque está experimentando un cuadro de ansiedad debido
a la falta de estimulación cognitiva, emocional o motriz, simplemente, como
forma “creativa” y liberadora de relajarse y liberar tensiones.
Para un niño pequeño
puede ser divertido ver a mamá ponerse de pronto erguida y muy seria o sentir
una sensación de poder al haber conseguido que su compañero de juegos empiece a
llorar.
Los
niños pequeños también pueden morder porque les están saliendo los dientes o
porque durante los primeros meses se llevan todo lo que encuentran a la boca
para conocer mejor sus cualidades.
Incluso existe una teoría psicomotriz que
señala un tipo de mordida debida al “deseo de integración” es decir, de hacer
suya a la mamá o el amiguito, tal y como hacemos los adultos cuando decimos
“estás para comerte”, pero como los pequeños no controlan su fuerza ocasionan
daño, sin querer, a la víctima de su mordida cariñosa.
Cómo conseguir que no muerda
Lo más importante es
dejar perfectamente claro al niño que te está mordiendo que hace daño y que no
te gusta su conducta.
Hay
que asegurarse que el niño comprenda que morder es incorrecto e inaceptable y
que a nadie le gusta que le muerdan.
Si descubres que tu
hijo está mordiendo como respuesta de afrontamiento a la frustración, debes
tratar de darle una alternativa para expresar su descontento a las personas que
le hacen sentir mal.
Aunque el lenguaje es una tarea difícil de utilizar para
defenderse a esta edad, a la mayoría de los niños pequeños se les puede enseñar
palabras con las que puedan comunicar su malestar al adulto de referencia, como
es el caso de su profesora.
Por
ejemplo, " Debes decir a mamá o papá que necesitas ayuda en vez de mordernos", o
"Cuéntale a mami lo que necesitas, pero no me muerdas por favor. Si me muerdes
me harás daño y yo sé que no quieres
lastimar a mamá, ¿verdad? "
Los
expertos en educación infantil coinciden en que los padres no deben tratar de
otorgar excesiva importancia a la acción de morder, ya que pueden hacer que se
convierta en una forma segura de llamar la atención y al final en vez de evitar
la conducta la refuercen.
De
hecho, esto es aplicable para todas las conductas que no deseas que se repitan. Simplemente
hay que ser firme y decirle al niño tantas veces como sean necesarias que morder
no está permitido, que es inapropiado, y que daña a las personas.
Por Jenny Guerra
Hernández