Al salir del Hotel de
Inmigrantes, el bulto con mis cosas estaba en el depósito.
Las
personas de la Asociación de ayuda a los inmigrantes me había anotado en un papel en castellano la dirección y el apellido de la familia que
buscaba.
Era
una especie de volante donde estaba impreso que era inmigrante recién llegado y
se pedía que la gente que lo leyera me ayudara a llegar a esa dirección, que
era en la calle Jean Jaures de la ciudad de Buenos Aires.
Me
indicaron tomar el tranvía número 2 y que le mostrase el papel que llevaba al
motorman para que me indicara donde bajar.
Cuando
al fin logré llegar, me atiende una señora a la que mostré el papel y dije lo
único que sabía en castellano: “Buenos días”. Al final, resultó que la
gente que buscaba no vivía más ahí, sino que se había mudado a la calle
Triunvirato, a varias cuadras de allí.
Me
convidaron con un pedazo de torta y agua fresca (era pleno verano, con un calor
que no conocíamos en Polonia) y la hija de la señora me acompañó hasta la
calle Corrientes (continuación de Triunvirato en ese entonces) y me indicó en
qué dirección debía caminar derecho hasta encontrar el numeración que
buscaba.
Agradecí
como pude y comencé a caminar, aunque era bastante lejos.
Al
llegar, me encuentro con que se trataba de una tienda en la que había tres
hombres. Al entrar se me acerca uno de ellos, y le hablo en ídish preguntándole
por el señor Moshé Elstein.
Era
uno de los tres hombres, me invitó a pasar y le conté quien era, me presentó
a los otros dos, charlamos un poco de la situación en Polonia y después me
llevó a su casa. La señora se acordaba bien de mi familia porque mi madre la
había atendido varios días cuando estuvo enferma.
Me
invitaron a almorzar, junto con los hijos que acababan de llegar de la escuela,
lo cual me vino muy bien porque tenía un hambre atroz. Después de comer nos
sentamos en el living, charlamos de la situación en Polonia, y enseguida
encararon mi situación futura.
Les
dije que estaba dispuesto a encarar cualquier trabajo y que les agradecería me
ayudaran. Me contestaron que no me preocupara, que volviera al Hotel de
Inmigrantes y que al día siguiente me iría a buscar con un canasto de mimbre
para retirar mis cosas, pero que no moviera del Hotel porque no sabía a qué
hora podría pasar.
Al
volver al Hotel, Meltzer me estaba esperando. Me contó que había vuelto una de
las personas de la Asociación de ayuda, que a él le habían conseguido en la
casa de un relojero, a otros los habían ubicado con carpinteros o sastres, cada
uno según su profesión, y que a todos los iban a ir a buscar al día
siguiente.
Compramos
algo para comer y nos volvimos a acomodar en el banco de cemento. En esa fecha
aclara temprano, así que nos levantamos con el alba y nos pusimos a mirar el
movimiento del puerto hasta que abrieron el comedor. Como todavía teníamos
vales, pedimos café con leche con pan y manteca, que era más abundante que las
tres medialunas de rigor.
Cerca
del mediodía vinieron a buscar a Meltzer, nos intercambiamos las direcciones y
al poco rato me vinieron a buscar a mí, en un mateo con caballos que había
contratado Moshé.
Continuará….