Internet es una red interconectada de comunicación y proveedora de una serie de
servicios en el que se incluyen la Web como medio de trasmisión y las siguientes
prestaciones: el envío de correo electrónico (mails), la transmisión de
archivos, entablar conversaciones en línea, presencia y
comunicación multimedia
etc., donde lo prevaleciente en tal sistema es lo virtual por excelencia.
Entendemos
por virtual un contacto con algo, pero al cual no se accede directamente por los
sentido o desde un mero estar allí, sino que una mediación es necesaria y
posibilitante del contacto porque lo que se contacta no comparte ni la
presencia física ni la espacialidad circundante y por lo general una presencia
que se halla distante, así, tal forma de acceder y contactarse desde esa
mediación implique un contacto virtual, paradojalmente lo que media, es fuente
de virtualidad por hacer presente eso ausente.
Se podría pensar que el ejercicio tecnológico hace que la comunicación se halle
presente en todos los lugares del mundo, lo remoto es una idea del siglo XIX y
hoy día perimida, no existe, sino que todos estamos conectados con todos en
forma simultánea rompiendo los ejes modernos de la espacialidad y la
temporalidad, hacer presente lo lejos en el instante y mixturar el ayer con el
hoy trascendiendo toda coordenada geográfica, eso y otras cosas significa e
implica toda virtualidad.
Pero, lo virtual no sólo envuelve mediación tecnológica sino también la hallamos
en lo mental, pues cuando recordamos, imaginamos, soñamos, planificamos, también
hacemos presente algo que no existe en forma de hecho, aunque, exista por el
significado y expresión de una dimensión que trae la presencia de lo ausente:
la dimensión del símbolo.
La primordial característica que el símbolo personifica es la de su plástica,
puesto que permite trasladar la significación a diferentes formas, por el cual
en él, hallemos la instancia nuclear de toda virtualidad y posicione en lo
mundano la paradoja de la mediación.
Y la presencia más acabada de tal mediación tiene un nombre concreto:
Internet.
El ciberespacio es el lugar de todos los lugares sin un lugar concreto, porque
sólo se trata de una codificación sujeta a una decodificación que abstrae al
hombre de las raíces del domicilio, del lugar, proyectándolo a una espacialidad
inexistente y a un viaje imaginario sin moverse del lugar donde todo sucede y
acontece, desde el útil al que llamamos procesador, ¡ todo ya, todo aquí y
ahora!, rota las dimensión del espacio y de lo temporal, lo inmediato y lo
simultáneo instale un nuevo sujeto posmoderno: el internauta, deviniendo una
extraña antropología al cual caracterizaremos con la del capricho, ¡el ya! por
sobre la espera, ¡el lo quiero ahora!, inicie una carrera con un final sin meta
alguna.
La codificación del ciberespacio y la decodificación del internauta habrán de ir
generando pautas de conductas diferentes y novedosas, un contexto distinto
irrumpe y en él, un desconocido se posiciona a través del Nick, vale decir, lo
desconocido se hace patente y lo único familiar será el Nick aceptado que oculta
a una persona detrás de él, donde sólo desde la mediación de lo propio, se le
configure propiedades afines a las personales aceptándolo sin más, sin embargo,
se trata de un extraño, pero la distancia de lo virtual hace que esa persona del
Nick no constituya una amenaza seria porque en el fondo, se trata de alguien
que como hecho concreto no existe.
La familiaridad de dejar entrar al hogar a un desconocido es la primera de las
conductas que el ciberespacio provoca en los internautas, claro, la mediación
incita seguridad en el sentido que cualquier persona puede decir cualquier cosa
ante la dificultad de comprobar si lo que se dice es verdad, real o no, uno
puede ser lo que quiera ser, fingir, jugar, mentir, por momentos con cierta
honestidad, alejarse o no, etc., por supuesto, nadie se ha materializado por el
momento, es decir, pasar de un ordenados a otro, y si fuera así, jamás se le
permitiría tal paso desde la mera impresión hacia el otro, sin antes haber
constatado su veracidad.
Un escenario se abre, una obra de teatro se inicia, un protagonismo se adquiere,
puedo ser el que quiero ser ante cualquier tercero, de hecho, seré eso que deseo
ser, una licencia a la fatiga de mi ser es algo que me merezco, un coqueteo, una
aventura, una infidelidad, un pensamiento, un diálogo, un juego, es mi obra, mi
pieza a la que actúo, en especial, para todos aquellos desconocidos y que no
tienen referencia de mí en la vida real, una mímesis y una transformación es
posible realizar, un juego de identidades da lugar en el ciberespacio donde los
internautas aceptan tácitamente tal plasmar, pues ¿cómo se constata lo que
ese Nick dice de sí, realmente lo sea?
Y otra conducta nacida que lo virtual me permite, camuflarme tras el Nick, del
apelar a las fotos favorecedoras, con posturas sugerentes, la imagen por sobre
todo y las palabras atrapantes, todas mediaciones también en consonancia con la
mediación mayor que significa Internet.
Si la distancia sugiere confianza el buscar a personas puede resultar
interesante también, la soledad, la tristeza, el hastío, el encierro y la fatiga
de lo mismo, fácilmente pueden combatirse con el sólo prender del ordenador,
buscar una página y chatear con quien sea, solos y solas, acompañantes
circunstanciales, buscando parejas etc., serán acciones cotidianas desde ese
escenario afín a tales apetencias, donde lo azaroso, lo contingente, y las
disposiciones personales hallen un curso inesperado a las propias expectativas,
cuando el amor y la pasión nacen por Internet.
Por el cual el presente texto buscará sondear las diferentes formas que adquiere
el amor cuando éste, es detonado desde la virtualidad como también, la
característica que adopta el deseo desde la misma virtualidad, donde lo real al
perder los límites de la espacialidad, también habrá de perderse como tal ante
una nueva y vigente realidad, la otrora virtualidad.
La tesis del presente escrito pondera que los límites del afuera prontamente
ceden ante la explosión interior que el amor significa, y la virtualidad antes
de atentar contra él, lo potencien más y sin que tal hecho, pueda sospecharse de
enajenamiento, trastorno alguno, delirio o señalado simplemente de locura, tales
epítetos forman parte de cierta manía por psiquiatrizar las emociones humanas,
vaya como ejemplo la persona tímida caracterizada como fóbica, la distancia con
tales manía busca preservar el maravilloso vuelo que el amor representa, pues
tal vuelo fue, es y será oposición a lo instrumental de lo real asfixiante de la
vida, horizonte y Psukhé posibilitando un existir más original del hijo de
Prometeo.
Por
Juan Oviedo
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