Quizá te estés planteando dejar tu trabajo para hacer algo que te llene más,
atreverte por fin a establecerte por tu cuenta, o animarte a aumentar la familia
a pesar de las circunstancias…Y aunque de verdad te gustaría, el miedo puede más
que las ganas.
Si esa es tu situación, es normal, ese momento
en el que estás a punto de dar el salto asusta y es muy estresante
No sé donde leí un ejemplo perfecto para este caso: el de un trapecista bien
agarrado a su trapecio que tiene que saltar a otro, y lo ve ir y venir, ir y
venir. Le encantaría agarrarse, pero soltarse da miedo…
Y lo que más miedo da es ese momento en el que
estás en el aire, entre trapecios, ¿verdad? Hasta que al fin coges el otro y te
vuelves a agarrar con fuerza.
Esa imagen me parece muy acertada. Aunque nunca
lo he experimentado en carne propia (ni me veo haciéndolo) puedo sentir la
tensión y el miedo. La parte positiva es que, al igual que un trapecista
experimentado, cuanto más practicas menos miedo te da. Y digo menos, porque
siempre habrá algo.
Pero cada vez te sentirás menos vulnerable
porque tendrás más confianza en tus capacidades y en ti misma. Además ten en
cuenta que, a diferencia de muchos trapecistas, en tu caso casi siempre habrá
una red debajo.
Así que si te caes, te puedes levantar y empezar
de nuevo (y si no hay red, las consecuencias rara vez son mortales, ¿o no?) Y
así funciona, vas de trapecio en trapecio cada vez más segura, aunque siempre
tengas un cosquilleo en el estómago al lanzarte a por el siguiente.
Correr riesgos es algo importante, te ayuda a
conocerte mejor, a aprender, a crecer, a desarrollarte personal y
profesionalmente y a tener más seguridad en ti misma. Sin embargo, al mismo
tiempo es aterrador, la incertidumbre, el no poder controlar qué va a pasar.
Ojalá pudieras tenerlo todo controlado y dar el
paso con seguridad, ¿verdad? El problema es que el miedo no va a desaparecer por
mucho que tú quieras. Entonces ¿qué puedes hacer al respecto?
Ya sabes de sobra que quien no arriesga no gana,
lo que tienes que tener muy claro es que lo que quieres ganar, aquello por lo
que corres el riesgo, merece mucho la pena. Mejor aún, que sólo intentarlo ya
merece la pena.
Si alguien me hubiera dicho hace unos años el
cambio drástico de carrera que iba a hacer, me habría reído en su cara. No solo
porque la ciencia era mi pasión, sino porque yo de emprendedora no me veía en
absoluto.
No veía a nadie menos emprendedor que yo, un
poco cobardica para esos riesgos. Y mírame ahora. En ese momento tenía muy claro
que lo yo quería merecía mucho la pena, que solo intentarlo merecía la pena.
No digo que tú tengas que hacer lo mismo, solo
te quiero enseñar que se puede, aunque de mucho miedo, te sientas vulnerable y
pases malos ratos hasta que te agarras al otro trapecio.
Y si te estás preguntando cómo saber si algo
merece la pena, eso solo lo puedes saber tú, sé sincera contigo misma. ¿Merece
la pena dedicarte a lo que te gusta aunque los demás te critiquen? ¿Merece la
pena la libertad de ser tu propia jefa aunque pases un par de años malos? Solo
tú lo sabes.
Lo que sí te puedo recomendar, si todavía no
estás preparada para dar el paso, es que practiques correr riesgos, que
practiques sentirte vulnerable. De nuevo sólo tú puedes decidir qué es un riesgo
para ti.
Empieza por algo que te ponga nerviosa pero que
no sea trascendental. Quizá para ti es hacer una llamada, pedir un aumento,
hacer un curso que estás deseando; sólo lo puedes decidir tú.
Verás cómo te ilusionas, aumenta tu seguridad y
empiezas a tolerar la incertidumbre y la vulnerabilidad mejor y así te costará
un poco menos dar ese paso que tienes en mente. Como dice Philippa Perry en su
libro “Cómo estar mentalmente equilibrado”:
“A nadie le gusta sentirse vulnerable, pero
a menos que aprendamos a tolerar cierta vulnerabilidad emocional pondremos en
peligro nuestro crecimiento, y si no crecemos nos encogemos, y en tal caso lo
que pondremos en peligro será nuestra salud mental.”
¿Qué riesgo vas a correr tú?
Por
Aida Baida Gil
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