¿Recuerda
el día más caluroso que haya soportado?
Conéctese
ahora con su primer día de clase.
Ahora,
con su mejor amigo de la infancia.
Le
pido un esfuerzo aún mayor:
¿Podrá
evocar la imagen más vieja que posea? ¿El primer recuerdo? ¿Cuántos años
tenía?
¿Es en colores? ¿En movimiento? ¿Hay olores, sabores, sonidos?
Todos
estos datos forman parte de su memoria, una de las funciones cognitivas más
complejas. Diferentes disciplinas como la psicología, la psiquiatría, la
neurofisiología, la neuroanatomía, la bioquímica y la física intentan
explicar cómo se almacena la información, cómo se evoca, qué y por qué se
olvida, en qué lugar de nuestro cerebro se realizan tales operaciones, y otras
preguntas, muchas de las cuales han generado enigmas no resueltos.
Ahora
bien, casi todos están de acuerdo en conferir a la memoria –o las memorias-
la facultad de registrar información, almacenarla y luego restituirla a la
conciencia.
Habría
al menos tres tipos de memorias:
1)la
memoria sensorial, que registra
simplemente estímulos sensoriales visuales, sonoros, olfativos;
2)la
memoria a corto plazo, que nos permite
recordar datos por minutos o segundos (por ejemplo, la retención de un número
de teléfono que escuchamos en la radio y debemos transcribir rápidamente);
3)y
la memoria a largo plazo, que conserva
el recuerdo por días, meses, años o toda una vida, como por ejemplo, nuestro
nombre, eventos de nuestra historia personal d del país, poemas, canciones y
también ciertos aprendizajes que son automáticos, como escribir, conducir,
afeitarse, etc.
Anatómicamente,
podemos decir que la memoria se desarrolla en el hipocampo y los lóbulos
temporales, y neurofisiológicamente, se almacena y transmite a través de las
neuronas, que son células cerebrales interconectadas que forman redes o
circuitos muy complejos.
Tal
vez usted sienta, como tantas otras personas, que su memoria está fallando.
Quizás le cueste recordar nombres de personas o de calles, encontrar la palabra
justa cuando está hablando, o le haya sucedido que habiendo llegado a un punto
de su casa a donde se dirigía, olvide que cosa tenía que hacer allí.
Quizás
ya no retiene muchos números telefónicos como antes, no sepa a veces qué día
de la semana es, o haya pasado la penosa experiencia de no haber podido llegar a
su hogar desde un lugar más o menos conocido.
Muchos como usted se asustan y se
preguntan ¿tendré ateroesclerosis? ¿Me estaré volviendo senil?
Estas
son situaciones en las que la
memoria falla y por muy diversas cuestiones: tal
vez ha disminuido su capacidad de concentración, tiene problemas de percepción
sensorial, dificultades para asociar cogniciones que le permitían antes
recordar, o cierto déficit atencional.
La
psicología actual ha descubierto un síndrome "optimista" llamado AMAE
(Alternación Mnésica Asociada a la Edad) o también OB
(Olvido Benigno) que es la expresión de ciertos cambios del
cerebro con el avance de la edad. La función mnésica -o de la memoria- cambia
un poco, pero estos síntomas no progresan ni evolucionan en forma negativa.
Las
causas posibles de este síndrome son muchas, entre ellas, determinados estados
de ansiedad, ingesta de psicofármacos, depresión, deprivación sensorial
(falta de estimulación).
Como
psicoanalista, suelo preguntarme qué es lo que la persona no recuerda y qué
significación personal puede tener ese olvido en su psiquismo. Convengamos que
hay sucesos que es mejor no recordar, por dolorosos, desagradables,
atemorizantes, promotores de discusiones, etc.
Es
posible también que los déficit mnésicos sean la expresión del comienzo de
una enfermedad que ataca al cerebro, la enfermedad de Alzheimer, patología que
sí evoluciona en forma negativa y deteriorante.
La
ciencias de la salud mental han desarrollado diferentes medidas
terapéuticas con el objetivo de recuperar la función en déficit,
o de retrasar el deterioro.
En
uno y otro caso, se trata de reeducar funciones dañadas por medio de la
estimulación de diversas funciones cognitivas en permanente relación con la
memoria: la comunicación, la percepción, la atención, la concentración, la
imaginación, la fluidez verbal, la orientación espacio-temporal, el
razonamiento y otras.
Hay
una serie de interesantes ejercicios que pueden ser realizados en forma
individual o grupal, que ofician de "gimnasia mental" de comprobada
eficacia.
La
consulta a profesionales es una posibilidad que no debería rechazarse.
Además,
le propongo que ejercite usted mismo sus habilidades recreando su mente de la
manera que a usted más le guste: el desafío de las palabras cruzadas, el
reencuentro con viejas letras de tango, el simple ejercicio de leer un texto de
una revista y al terminarlo, intentar evocar las ideas principales o lo que más
le llamó la atención de aquel.
Como
no hay nada más saludable que disfrutar, intente mejorar su calidad de vida
sosteniendo ámbitos placenteros y saludables. No "olvide" que la
mente también es vulnerable… cuídela.
Fuente:
Campo
de Psicología