La nueva realidad: El Realismo alemán de los años veinte y la República de Weimar-Otto Dix

OTTO DIX: Obra crítica 1920-1924, la guerra: grabados y aguafuertes.

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La
conflagración de la Primera Guerra Mundial que habían vivido las
manifestaciones artísticas de dicha generación, reflejó con intensidad
inmediata, la vida en las modernas ciudades, así como sus conflictos sociales e
intelectuales.

Las generaciones expresionistas de mayor edad se refugiaron en el
paisajismo, mientras las más jóvenes, de fuertes convicciones realistas, se
confrontaron con las condiciones de la vida de su época.

Este
Nuevo Realismo, está ligado a la época en que surgió, se manifestó,
evolucionó y desapareció con la República de Weimar, nace alrededor de 1919 y
finaliza en 1933. La pintura posterior, ni era nueva, ni era real: fue puesta
rastreramente al servicio de los falsos ideales y utilizada para conjurar
ilusiones ajenas a la realidad.

Las
obras de aquellos artistas que conformaron la Nueva Realidad o La Nueva
Objetividad, nos muestra un testimonio de los años ’20, donde estábamos muy
bien informados sobre tal época, sobre las esperanzas y medios de los hombres,
sobre sus excesos y problemas, sobre sus ocupaciones diarias y sus noches; una
posición analítica-crítica de su época.

Nueva
Realidad, no es un fenómeno exclusivamente alemán. Hubo tendencias similares
en Francia e Italia, en Holanda, Bélgica y los países escandinavos.

Pero es en
Alemania que se intitula directamente sobre los conflictos y toma abiertamente
partido. Los representantes más destacados del Nuevo realismo son:
Otto
Dix, George Gras, Karl Hubbuch, Christian Schad, Rudolf Schlichter, Georg
Sehrimpf, Georg Scholz, Antón Raderscheidt y Franz Raclzwill.

Algunos
de estos pintores y dibujantes habían hecho experiencias en el expresionismo o
procedían de la Escuela formal del cubismo, pasaron por una fase de fallos dadaístas;
pero el denominador común a todos ellos fue su distanciamiento del
Expresionismo e incluso su antagonismo a los impulsos de dicho movimiento tan
importante y poderoso, precisamente en Alemania.

No,
a las quimeras y delirios; no más fervores por dimensiones cósmicas y
profundidades ignotas en el propio yo; sí a la contemplación del mundo que nos
rodea y el día en que vivimos.

Entonces se creyó percibir un hálito de estos
años, pudo saborearse su exhuberancia y su indigencia, su despilfarro y su
desesperación, su eclosión y sus divertimentos, se hicieron patentes las dos
caras del mundo, la de color de rosa y la plena de rigores.

OTTO
DIX



Figura sobresaliente de la pintura de la Nueva Realidad en Alemania entre las
dos guerras, cambió varias veces entre un arte preciso y consumado según los
antiguos maestros y el expresionismo, un lenguaje de formas cargadas de expresión,
era natural en él: serenidad y apasionamiento, voluntad de averiguar y voluntad
de expresar, así como la tensión de ambos elementos determinaron su
desarrollo.

Dix
se caracteriza por el imperativo de la disciplina que el encubierto
expresionista se impuso a sí mismo, a una observación y fijación serena de
las cosas, a su representación fría de lo observado; sujetado, reprimido, con
gran concentración, es la clave de sus obras de la Nueva Realidad y les
confiere una tensión de fondo. Cuanto más frías parecen las manifestaciones
de monstruosidades y demonios de una época, tanto más expresivos se hacen,
cuanto más indiferentes parecen ser las figuras, tanto más plásticas se
revelan.

Mostró
con la exactitud u el detalle de los antiguos maestros, las observaciones
despiadadas de la realidad, con una participación apasionada en todo lo
contemplado, no directamente ni en las formas expresivamente exageradas y
deformadas, sino indirectamente en la observación del entendimiento psicológico
de las figuras.

La
obra de Otto Dix en la década del veinte trata tres temas: la guerra, el sexo y
el retrato. Su interés se centra exclusivamente en los humanos: estas criaturas
vejadas, estas bestias voraces, sus sufrimientos y sus placeres, sus enredos y
sus abandonos.

Trata
fríamente de perpetuar un hecho manifiestamente sin sentimiento y, en todo
caso, sin sentimentalismo, para que los hechos desnudos hablen por sí mismos
con mayor rigor, y lancen la acusación de su existencia aunque solo se consiga
proferir un grito o simplemente un gemido.

El
tema general de la miseria humana en la guerra, como catástrofe común a todos
donde somos víctimas y responsables, es poco lo que le importa y no veo en sus
retratos, es siempre lo especial del caso aislado, el destino del individuo y
solo en lo singular e individual encuentra lo general.

Cuando representa un
desnudo, no idealiza, sino que muestra ciertas mujeres, en la realidad de su
carne, con sus pechos caídos, sus semblantes arrugados y pintarrajeadas,
mostrando los cuerpos consumidos o abultados por el destino de una profesión
tan antigua como la humanidad, por el placer y los vicios.

Tras
la fachada de la cultura, Otto Dix nos muestra lo animal y vital de la
naturaleza humana, igual que a la inversa, tras la componente animal-vital que
descubre en el ansia de vida de los inválidos representó una parte de la
realidad: lo feo, lo deforme, pero no odió, condenó a la guerra pero no al ser
humano.

Mostró lo malo como si fuera lo general, pero no menospreció al hombre
en su pobreza, ni en su infortunio, lo amó en su desgracia, el ciego que
escucha, el rufián con cara de cínico, el anciano demacrado casi convertido en
esqueleto, las bellas de la noche que en modo alguno son bellas.

Los ha aceptado
a todos en una forma desapasionada y sin sentimentalismo, el propio objeto ya
abarcaba todo lo que había que decir. Dijo: “objeto
y experiencia, ambos son lo mismo”