Como las hormigas, que de a poco, día a día, comen una planta por partes hasta
que un día no hay mas planta, así funcionan los gastos que por separado se ven
como pequeños pero que poco a poco van minando las finanzas y la
capacidad de
ahorro y hasta pueden dar un susto a fin de mes.
Los denominados gastos hormiga son aquellas erogaciones que se hacen casi de
modo automático y que tienen montos más o menos pequeños.
El café en el bar, el almuerzo encargado al delivery, ese taxi que se toma
porque ya no se quiere esperar el colectivo, la revista que se compra para
hojear algo en diez minutos de ocio; son algunos ejemplos.
Lógicamente, nadie verá amenazado su presupuesto si algunas de estas acciones
ocurren esporádicamente pero si se conforman de manera repetitiva y prolongada,
lo que parecen monedas termina siendo una buena cantidad de billetes que se pudo
haber economizado.
Por caso, llevar un café instantáneo a la oficina o una vianda con comida
preparada en casa, no genera privaciones y significa un ahorro posible, al menos
en los días laborales.
Del mismo modo, evitar taxis o remises, salvo en casos de verdadera urgencia,
también se traducirá como un aporte al presupuesto del hogar.
Para evitar apuros, es mejor armar un cronograma de recorridos y alternativas
para que el tránsito de la ciudad no genere una encrucijada.
Entre los gastos hormiga también se cuentan esos gastos que se hacen sin
justificativo. Los kioscos de revistas son una tentación frente al aburrimiento
pero si se lleva un libro en la cartera o portafolio, será más fácil resistir a
la idea de comprar algo para pasar el rato.
Para los incrédulos, un buen ejercicio es anotar durante un mes todos estos
gastos para luego ver que incidencia tienen en las finanzas y que otra cosa más
útil y provechosa se podría haber adquirido.
Diferentes estudios arrojan como resultado que hasta la tercera parte de un
presupuesto personal puede licuarse en este tipo de erogaciones sin sentido.
Y hay más para poner en práctica. Nadie pide quedarse con hambre en medio de la
calle, pero, en lugar de comprar una barra de cereal en una tienda, ¿por qué no
comprarlas en cantidad en un supermercado y recordar solamente poner un par de
ellas en el bolso de calle?
Igualmente sucede con el caso de las bebidas. Actualmente, existen termos de
tamaño individual muy económicos que permiten transportar agua o jugo frescos
gastando un 10% de lo que cuesta la misma bebida en un kiosco a la calle.
Si todavía faltan justificaciones, hay que recordar usar la denominada Regla de
los diez segundos.
Cuando llega la hora de la compra es el punto de no retorno en el que el dinero
puede convertirse en algo que no se necesita verdaderamente.
Por eso la regla plantea pensar diez segundos contados lenta y mentalmente “si
realmente lo necesitas o no”,y así resulta mucho más mucho más fácil separar el
gasto necesario del gasto no necesario.
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