Carlos Gorriarena nació en Bs. As, el 20 de diciembre de 1925.
“A los 17 años de edad ingresé a la Escuela de Bellas Artes y tuve la suerte de tener dos grandes maestros, Lucio Fontana, el que luego partiría a Italia, en escultura, y Antonio Berni en dibujo. A los pocos años abandoné la escuela y proseguí mis estudios con el pintor Demetrio Urruchua, un ejemplo de vida, el “anarquista” encolado en un importante grupo de pintores sociales”.
En la obra de Gorriarena pueden discernirse cinco etapas. Entre 1959 y 1963, hace una pintura de tipo naturalista. Pero en su segunda fase (1964-66), bajo el impacto que en él ha producido la Neofiguración, desquicia en sus telas las apariencias humanas para alegar la situación social.
Dos hechos fundamentales ocurren en la Argentina de 1961: la muestra Otra Figuración, de la que saldrá el grupo formado por Ernesto Deira, Romulo Macció, Luis Felipe Noé y Jorge de la Vega; y la presentación de la serie de Juanito Laguna, obra de Antonio Berni, ésta serie, sobre la marginación de las villas miserias, es su nota más alta: la figuración depende ahora de los materiales de deshecho que utiliza para estas obras.
Ambas exposiciones suceden al relámpago informalista, breve y luminosos (1958-60). Los neofigurativos, cuyo teórico es Noé “revaloriza a la figura humana, pero no en el retorno a la figuración”. La tendencia sería desde el `45, en las ecuaciones de Jean Dubuffet, el grupo Cobra y Francis Bacon, en estos dos últimos casos, admiten parentescos más o menos lejanos con Ensor y la primera obra del expresionismo alemán (1910-20).
Otros artistas adhieren a la corriente: Antonio Seguí, Jorge Demirjian, Juan Carlos Distéfano.
Con el tiempo la figuración, se transforma en una figuración critica, esto es, indagadora del conocimiento, de la realidad y al mismo tiempo, en términos estéticos, recodificadora de los lenguajes internacionales en función de su testimonio local o regional.
En 1979, se presenta la Postfiguración, un grupo de artistas que había robustecido el aspecto critico de su abordaje (Jorge Álvaro, Diana Dowek, Elsa Soibelman y los escultores Norberto Gómez y Alberto Heredia). A esa altura participaban de la figuración crítica, artistas como Pablo Suárez y, dentro de la tendencia política iniciada por Berni, Carlos Gorriarena.
La tercer etapa de este artista, (1967-70), el caos del expresionismo abstracto donde se conducía a una “destrucción” de la figura humana, comienza a ordenarse y las apariencias a recomponerse, en su serie “Las Banderas” y “Las Bocas y las Comidas”.
El cuarto ciclo es el del Arte Político en pleno y se extiende entre 1971 y 1982. Presentó su serie “A Rostro Descubierto” y “Homenaje a los Reportero Gráficos de Time”
“... no se hace difícil verificar que la lucha ancestral del hombre es una lucha por desalienarse, por arribar a términos de humanidad. Y esta lucha está cruzada de felicidad y desgracia. La pasión, lo único que sobrevive del arte del pasado, con que los artistas de todas las épocas se han insertado en esta lucha, contiene toda la alegría y toda la desgracia del mundo...”
Carlos Gorriarena 1966
La muestra “Homenaje a los Reporteros Gráficos de Time”; el pintor que no lee ingles, le preocupó como la cámara mostraba (por acercamiento y sorpresa) los furtivos tics de los retratados. se hizo realizar traducciones de escuetos epígrafes para tratar de conocer, luego metía la marca separando texto de escenas.
Llegó a pensar que escribir y mostrar no encastraba en el Time; como si ambos fueran piezas de rompecabezas distintos que alguien mezcló.
El pintor está en deuda con esas fotografías que tratan de “la incoherencia del mundo”; están en ellas, el más completo arsenal de conocimiento y representaciones de la realidad en que estamos inmersos. A diferencia del periodismo fotográfico, la pintura no necesita de literatura aclarativa, constituye con su propia relatividad, el contenido de un intransferible texto, que subraya la conciencia y la inconciencia del artista.
La imagen, sea cual sea, refleja siempre un compromiso. De ahí su coherencia y su verdad, su incoherencia y su mentira.
Pero en sus telas y dibujos de 1979-82, Gorriarena dio cuenta de la lúgubre Argentina de la represión ilegal y el vaciamiento económico, con imágenes desgarradoras, lacerantes, indignantes.
“Desde su retorno a la figuración en el 70/72 hasta el l`83, el objeto elegido, las situaciones, podemos decir que son políticas. El “que”, es político, luego eso se va modificando”, ha señalado.
Después, hacia 1983, pasa a la sátira social. “Creo que a partir del `83 se produce un cambio. El sujeto elegido comienza a ser más cotidiano, son simples seres humanos, fundamentalmente diría que es la clase media”.
Considera que la modificación a partir del 83 sería muy simple encuadrarla por el advenimiento de la democracia, aunque es indudable la influencia del contexto, pero no se puede especificar cual es la causa exacta.
Ya a partir del 85/86, no hay ninguna interacción, es más antes tampoco la había, simplemente la relación se daba de ese modo, no porque hubiera habido una interacción preliminar. No deja de cuestionar, de criticar, aunque estos aspectos fueron aminorando.
Tampoco considera que la pintura modifica situaciones de tipo social o político. “Siempre consideré que si uno tenia necesidad de tener un objeto político a partir de ahí, tenia que hacerlo”.
En la ultima década, acude a menudo a la ironía y el sarcasmo para abordar los poderes oficiosos: el de los hábitos regimentados, el de las ceremonias, el de las modas sociales, el de las leyendas históricas.
Son alegorías de un universo trivial, consumista, inservible, de cuya existencia nos alerta con bruscos e inesperados toques de alerta sobre la creciente crucifixión humana.
Si, como se ha dicho, todo artista verdadero es hijo de su tiempo. En los largos años que han mediado desde su primera exposición, dio testimonio de su obra, de una Argentina agotada por las convulsiones institucionales y las turbulencias sociales. Y por ultimo, nuestro fin de siglo sin utopías ni ideales, ha encontrado expresión cáustica y mordaz en los trabajos del artista.
Gorriarena, es el pintor que todo lo someterá a las exigencias plásticas de su arte. Él, como Bacon acaricia sus imágenes torturadas con sus pinceles, Gorriarena las castiga, las hiere, las propone como opción entre serles fiel o sacrificarlas en aras de la pincelada, del color.
Si los “caprichos” de Goya pasó a la historia como la de las pinturas negras, se puede decir que las pinturas blancas de Gorriarena en el mismo sentido del pánico que infunde la ballena blanca de Melville, cuando lo aparentemente alegre lleva el signo de la tragedia. Aquí los colores brillan y cantan, pero jamás nos podríamos reír.
Los “vacíos” circundantes están cargados de energía destructiva, tienen forma y presionan ciegamente sobre los cuerpos, los penetran y retuercen. La vida en Latinoamérica es objeto de conflictos extremos, poco o mal relacionados con las crisis de desarrollo. Y asi lo refleja el realismo negro del artista.
FOROGRAFIA: “EL RETORNO DE LOS DINASAURIOS II“ 1997
Acrilico s/tela - 140x200 cm