Muchas personas confunden la enfermedad rosácea con el acné vulgaris y/o la
dermatitis seborreica. Hay que prestar atención a las manifestaciones
específicas, porque estos trastornos no son iguales y por lo tanto no
tienen los mismos métodos de curación.
El acné se provoca por inflamación de las glándulas sebáceas, por producirse
un taponamiento de los poros que contienen folículos pilosos y glándulas
sebáceas.
A la obstrucción contribuyen bacterias, células muertas y suciedad en
general. Suele manifestarse en la frente, las mejillas, el mentón, la
espalda y los hombros.
Aunque existen diversos tratamientos tópicos, lo adecuado es identificar qué
tipo de acné se padece para así poder enfocar mejor la terapéutica a seguir.
El acné vulgaris o vulgar presenta granitos o barros de color blanquecino
amarillento, más o menos prominentes.
También los granos pueden presentarse como pústulas, con el centro
blanquecino amarillento rodeado de una aureola roja. En ningún caso hay que
apretar estos granos con las manos para que despidan el pus, porque con ello
se corre el riesgo de inflamar la zona aún más y dejar cicatrices.
A veces no se observan granitos sino espinillas o puntos negros, que también
hay que resistir a la tentación de apretarlos.
Los puntos negros son obstrucciones en los poros que toman ese color al
entrar en contacto con el aire. Suelen establecerse con predominio en las
aletas de la nariz y tienen un proceso más largo que los granos.
Más complicadas resultan las pápulas o tumorcillos eruptivos de la piel. Se
presentan con una prominencia o bulto redondeado, de color rojo debido a la
inflamación.
Las pápulas tampoco deben apretarse, rascarse o escarbar, para no provocar
mayor inflamación y las consiguientes cicatrices difíciles de borrar.
Cuando el acné vulgaris es severo y profundo presenta parches rojos, quistes
y nódulos dolorosos. Este tipo de acné quístico requiere tratamiento
dermatológico adecuado.
Si bien el acné suele ser más común en la etapa adolescente, también puede
presentarse en los adultos. La mayoría de las veces el acné está relacionado
a los cambios hormonales.
En cuanto al acné rosácea, afecta más a personas adultas y en especial a las
mujeres. Si bien puede darse en personas muy jóvenes, por lo general aparece
después de la tercera década de edad.
Los primeros síntomas de la rosácea no suelen ser con acné sino con
enrojecimiento de la parte central de la cara.
Luego empiezan a aparecer otras manifestaciones en la superficie cutánea,
como teleagiectasia o arañitas vasculares, lesiones eritematosas, irritación
ocular, hipertrofia de la piel afectada.
En ningún caso aparecen espinillas o puntos negros, salvo que además de la
rosácea se padezca acné.
Hay que consultar a un médico dermatólogo para un diagnóstico correcto y un
tratamiento adecuado. Si se padece rosácea, lo mejor es conocer la manera de
combatirla antes de su agravamiento.
Por
Sofía Clerck, especialista en dermatología y nutrición y autora de "Rosacea
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