A
aquellos a quienes haya tocado de cerca la dolorosa responsabilidad de acompañar
y de asistir emocionalmente en la etapa terminal (ya sea a un ser querido, ya
sea a algún allegado a la familia), saben muy bien que una de las cosas que con
más frecuencia nos provoca una profunda angustia es el temor al sufrimiento
innecesario y paralelamente, la sensación de impotencia que surge de la siempre
presente pregunta:
¿ qué se puede hacer para brindar una mejor calidad de vida y aminorar los sufrimientos cuando se aproxime el final?
La
Ciencia Médica ha dedicado más esfuerzos en tratar de comprender y en explicar
cuáles son los mecanismos intrínsecos del proceso de la muerte, que a
proporcionar una comprensión humanitaria y menos aún a brindar una respuesta a
la pregunta formulada más arriba.
Una
de las respuestas posibles a este fenómeno, podría residir en el hecho de que
la gran mayoría de los médicos no están preparados ni psicológica ni académicamente
para aceptar la muerte de sus semejantes.
Brindar
asistencia humana y afectiva tanto al moribundo como a sus seres más cercanos,
debería ser una de las tareas más “naturales” y “profesionales” del
gremio médico.
Muy
pocos médicos soportan el contacto cercano con un
paciente agonizante, menos aún
son los que pueden llegar a
comprometerse plenamente con el enfermo y dejar de lado la angustia que los
invade, para “ponerse en el lugar” de quien está muriendo.
El
planteo que todo médico debería hacerse a sí mismo frente a sus pacientes en
trance de morir debería ser:
¿
estoy en condiciones de brindarle a quién lo necesite, los medios para hacer su
tiempo de vida restante lo más pleno posible, con la mejor calidad de vida que
sea dable conseguir, y para que llegado el momento inevitable, tenga la muerte más
digna que se pueda humanamente
pretender?
En
todo este contexto es imprescindible dejar de lado las estériles discusiones
acerca de cuál es la Medicina válida para enfrentar a la muerte, si la
Tradicional o en cambio, las diferentes Medicinas Alternativas.
Si
frente al médico se encuentra un ser humano en la encrucijada de su existencia,
lo más importante es ofrecerle la dignidad del trabajo humano que enaltece a
todo arte de curar
Tanto la Homeopatía como la Fitoterapia poseen sendos capítulos
de su “arte” dedicados específicamente a la dignísima tarea de acompañar
a todos los enfermos que padecen una enfermedad terminal, brindándoles la
posibilidad de mejorar su calidad de vida con la administración de una amplia
gama de sustancias naturales y ayudándoles a reencontrarse con su propio cuerpo
desde una perspectiva distinta, que es la del respeto profundo por su situación,
y ayudándole a comprender que una limitada posibilidad de vida no es sinónimo
absoluto de inminencia de muerte, y más que nada, demostrándole que no se
encuentra solo en esa batalla y que jamás será abandonado ni a su suerte ni al
capricho de sus sufrimientos.
Las citadas disciplinas alternativas, recurren a un
variado arsenal terapéutico, que incluye productos extraídos de los Reinos
Vegetal, Animal y Mineral.
Estas sustancias, preparadas según las técnicas
clásicas de las Farmacopeas Tradicionales de Europa, América y Asia, incluyen
numerosas especies vegetales – algunas de ellas exóticas – muchas de las
cuales participaron de minuciosos estudios bioquímicos en renombrados centros
de investigación, identificándose gran cantidad de compuestos químicos
nuevos.