La
Academia de Pediatría de Estados Unidos recomendó que las parejas gay pueden
adoptar niños. Llegaron a esa conclusión luego de años de elaboración de
diversos estudios que concluyeron que los niños educados por ellas no difieren
de los niños criados por
parejas heterosexuales.
Esta
decisión trajo polémicas en ese país y en todo el mundo. En Argentina no
existe legislación sobre el tema, pero la discusión está planteada.
¿Cuál
es el motivo que consideran los críticos a esta medida? Opinan que la
homosexualidad es “contagiosa” y “pervertirá” a los niños, convirtiéndolos
también en homosexuales. Esta postura parte de la convicción de que la
homosexualidad es una enfermedad mental.
En
1973, la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos, y en 1974, la Organización
Mundial de la Salud, determinaron que la homosexualidad no es una enfermedad
mental, salvo en los casos de “egodistonía”, es decir, de conflicto por la
orientación homosexual.
Siguiendo
este criterio, podemos pensar que lo fundamental a tener en cuenta para
determinar si una persona puede adoptar un niño es su equilibrio psíquico, su
salud mental.
En ese sentido, tanto los hetero como los homosexuales pueden ser
saludables o no mentalmente. No depende de la orientación sexual. Conocemos
lamentables casos de hombres heterosexuales “respetables” que llevan una doble vida en la que incluyen prácticas
sexuales violentas y delictivas.
Por
otro lado, no se elige ser homosexual, así como no se elige ser heterosexual. Aún
se desconoce científicamente cuáles son los motivos por los que una persona se
orienta sexualmente hacia la homo, la bi o la heterosexualidad.
Desde teorías
genéticas hasta de estructuración familiar, todas pueden dar explicaciones,
pero esas mismas teorías también podrían explicar diversos tipos de
personalidad con mayor o menor salud mental.
La
adopción requiere de personas adultas sanas que deseen dar amor, cuidado,
respeto, proyectos positivos de vida a
niños que de otro modo quedarían subsumidos en la muerte psíquica y social.
No todas las personas heterosexuales ni homosexuales están emocionalmente
preparadas para la difícil tarea de criar sanamente a un niño. Es necesario
que quienes se ocupan de diagnosticar a los posibles padres adoptivos lo hagan
desde el conocimiento científico y profesional y no desde sus prejuicios y
valores discriminatorios.