La
incidencia de nuestros temores e inseguridades sobre nuestros hijos es un tema
que da para largo, pero eso será motivo de otro editorial. Lo que dio origen a
este fue una pregunta, casi al pasar, que alguien le hizo a Jaime: “ya que tanto
te preocupan las cuestiones de salud y el bienestar de tus hijos, seguro que
debes ir con frecuencia a ver a tu médico, ¿no es así?”.
¡Hubieran visto la cara de asombro de Jaime!
¿Qué tenía que ver una cosa con la otra? El estaba preocupado por sus hijos,
pero no por sí mismo ni por su salud, que siempre había sido buena y nunca había
tenido ningún síntoma “raro”, salvo una angina o algún malestar digestivo muy de
tanto en tanto.
¡Cuántos querrían tener esa salud a su edad, que ni necesidad de ver a un médico
tenía!
Muchas personas piensan como Jaime, tantas que hasta podríamos hablar de un
“complejo de Jaime” (Jaime, si lees esto no te enojes !! :-).
Veamos:
1-
La mayoría de las personas ama a su familia más que a nada en el mundo, y
estaría dispuesta a hacer cualquier sacrificio por ella.
2-
Sorprendentemente, muchas de estas personas parecen no darse cuenta que lo
contrario también es cierto: su familia también los ama y, sobre todo, los
necesita más que a nada en el mundo !!
3-
Por otro lado, hay personas que actúan como si el sacrificio fuera no algo
excepcional sino casi una obligación cotidiana, aún cuando no hiciera falta. En
consecuencia, terminan anulando su vida personal y dejando de ocuparse de sí
mismos en aras de “los demás”, sin que estos se lo pidan ni lo necesiten.
En
realidad, muchas veces lo que necesitan es exactamente lo contrario !!
4-
Pero aquí no termina todo. En realidad, la vida de cada uno de nosotros no
comienza en el momento en que forma una familia.
Cada uno tiene una historia
personal, una personalidad, y sucesos que lo marcaron profundamente que preceden
a su relación con su pareja y con sus hijos. En el fondo, si Jaime no va al
médico no es sólo por su manera de relacionarse con su familia, sino también por
otros motivos.
5-
Estos motivos tienen probablemente que ver en parte con cuestiones personales,
pero es una manera de reaccionar que se repite con tanta frecuencia que tienen
que existir también otros factores, que comparte con mucha otra gente.
¿Inercia o comodidad?, ¿inconsciencia?, ¿negación de que los años pasan para
todos?, ¿falta de conciencia colectiva sobre la importancia de la prevención?
Pueden existir muchas explicaciones, pero lo que más nos interesa en este
momento no son las causas sino las consecuencias.
Jaime, quizás movilizado por lo que dijeron, decidió ir al médico. Para su
sorpresa, en esa consulta se descubrió que tenía la presión alta.
Más aún,
atando cabos se llegó a la conclusión de que hacía bastante tiempo que tenía ese
problema, pues no era tan así que “nunca tuve nada”: en realidad, solía tener
con frecuencia dolores de cabeza a los que nunca había prestado atención y de
los que nunca había dicho nada a nadie, y el médico presume que se debían a
picos de presión arterial.
A
partir de ahí, la vida de Jaime cambió y uno podría pensar que, en el fondo, él
siempre supo que eso pasaría, y por eso trataba de evitar el ir al médico: ya no
sería nunca más un “jovencito” que podía comer de todo, evitar la actividad
física si no tenía ganas de hacerla y confiar ciegamente en su cuerpo hasta el
punto de no tener que pensar nunca en él.
Pero…..
¿Empeoró por eso la vida de Jaime?
Todavía no se lo pudimos preguntar, pero sí sabemos lo que nos dijo su hija
Rocío (4 años, pero no saben cómo habla !! :-):
“Mi papá fue al doctor, así no le duele más la cabeza y me puede seguir contando
cuentos para que me duerma….. bueno, siempre me cuenta el mismo cuento, pero
total no me importa porque a mí lo que me gusta es que esté mi papá al lado
mío”.
¿Lo entenderá Jaime?