En este contexto la sexualidad pasa a ser peligrosa, desnaturalizándose su sentido. El sufrimiento personal se multiplica hacia el sufrimiento social. Es necesario mejorar el nivel de salud general de la familia y de cada uno de sus componentes. Tenemos las armas para hacerlo, tomémoslas en cuenta.
La sexualidad es una energía vital que nos acompaña a lo largo de la vida. Durante la adolescencia y la adultez cumple con dos funciones básicas, una reproductiva y otra placentera. Habitualmente estas dos funciones no están voluntaria y concientemente unidas. Cuando así lo hacen suele vivirse una plenitud especial.
La función reproductiva de la sexualidad cumple con diversos objetivos:
· Biológicos: para el mantenimiento de la especie.
· Emocionales: para la satisfacción de diferentes necesidades personales.
· Sociales: para la formación de una familia como institución que reproduce a la sociedad misma.
Aunque esta función reproductiva existe como posibilidad biológica en forma permanente en las personas, en los niveles emocionales y sociales otros aspectos influyen para que puedan concretarse saludablemente. En ese sentido nos diferenciamos de los animales, ya que no nos movemos exclusivamente por nuestros instintos (o no deberíamos hacerlo).
La función placentera de la sexualidad, presente durante toda la vida, nos conecta con la comunicación, la expresión de los afectos, la formación de nuestra identidad, la capacidad de dar y recibir, el desarrollo de una autoestima equilibrada, el enriquecimiento personal, la posibilidad de compartir y la capacidad de gozar.
En ese contexto, la decisión de tener un hijo se vincula con la capacidad de ofrecerle atención, cuidado, educación, amor y salud.
La paternidad responsable tiene un objetivo específico a lograr, pero es mucho más que ello. Diversos organismos internacionales determinaron que “La oportunidad de decidir en cuanto al número y espaciamiento de los hijos es un derecho humano fundamental”.
“El objetivo de la planificación familiar es la plenitud de la vida humana y no su restricción. La planificación familiar, al garantizar mayores oportunidades a cada persona, permite al hombre alcanzar su dignidad y realizarse en todo su potencial”.
Es fundamental poder elegir libremente el modo de expresión de nuestra sexualidad. Para ello es necesario conocer y utilizar métodos anticonceptivos eficaces que permitan entregarse a sentir plenamente durante los encuentros sexuales, sin temores ni riesgos que limiten el placer.
La posibilidad de optar con responsabilidad teniendo claro nuestro proyecto de vida, nos permitirá la creación de una pareja y una familia sana, que es lo que, en última instancia, toda sociedad necesita para su equilibrio.
Educar, planificar, proteger, crear, proyectar, gozar, respetar, responsabilizarse, amar, en definitiva, “honrar la vida” son derechos y deberes de todos los seres humanos.
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