Creciendo con esfuerzo y pese al odio

A los 11 años, 11 horas en el trabajo, 5 en la escuela y luego defenderse a golpes.

A
los 3 o 4 meses de haber empezado a
trabajar en la librería, me enteré que el PPS (partido socialista polaco) abriría una escuela secundaria con
reconocimiento oficial.

Decidí
confiarme a mi patrón, y le dije que quería seguir estudiando. En el acto
aceptó mis deseos y me dio permiso para dejar el trabajo media hora antes para
poder cumplir con el horario escolar. Mis compañeros de trabajo también me
felicitaron y prometieron ayudarme en todo lo que pudieran, igual que mis padres
al contarles mi decisión.

Cuando
comenzaron las clases éramos cinco judíos sobre un total de cuarenta alumnos
del primer curso. Al principio todo anduvo sin problemas, hasta había quienes
se hicieron amigos de los alumnos judíos.

La
mayoría era, sin embargo, hostil y no podía ocultar su antisemitismo, sobre
todo los varones.

Entre
los profesores también existía un antisemitismo oculto que no se podía
expresar abiertamente porque la escuela pertenecía al partido socialista. No
nos perdonaban nada y en cuanto podían nos hacían sufrir, por lo que teníamos
que esmerarnos al extremo.

Afortunadamente,
el director era secretario del partido socialista y una persona muy democrática.
Nos llamó a los cinco, nos dijo que estaba al tanto de la manera de comportarse
de algunos profesores y que el nos daría apoyo y defensa.

Cuando
llegaban los exámenes ponía especial cuidado en que en las mesas no haya una
mayoría de antisemitas, e incluso presidía alguna de ellas él mismo.

El
mayor problema comenzaba a la salida, nos esperaban para provocarnos, nos
insultaban y agredían físicamente. Más de una vez tuvimos enfrentamientos con
lesionados en ambos bandos, y por suerte algunos compañeros no judíos salían
en nuestra defensa, con lo que compensábamos un poco la disparidad numérica.

Por
si esto fuera poco, yo tenia el problema del trabajo. Salía de la escuela a las
11 y media de la noche, y llegaba a mi casa cerca ya de la medianoche.

Mientras
comía algo, tenia que hacer los deberes en un rincón, bajo la luz de una lámpara
de querosén, pues no había luz eléctrica.

Nunca
me dormía antes de las 2 de la madrugada, a las 7 mi madre me levantaba con el
desayuno preparado y a las 7 y media entraba a trabajar. Así fue pasando el año,
y logre pasar al curso siguiente con muy buenas notas.

Cuando
me dieron las calificaciones, se las lleve al patrón, que se las mostró a la
esposa, y me invitaron a cenar a su casa el sábado siguiente, en una comida de
bienvenida al hijo del patrón (un médico que vivía en Berlín) que había
llegado de visita.

Cuando terminó la cena, la señora del patrón anunció que
me regalarían un traje (el mismo estaba bastante deteriorado) y que todos los
libros y útiles escolares corrían por cuenta de ellos.

Por si fuera poco, el
hijo me regaló dinero y, cuando volví al trabajo al lunes siguiente, ¡me habían
ascendido!.

Y
todo esto a los 11 años.

Continuará…….

La
foto muestra al autor con sus compañeros del Centro Juvenil Sionista de Lublín

(noviembre de 1927) VER
FOTO.