Amores de la Posmodernidad

¿Han pasado de moda el amor y el romanticismo?


Las fiestas de San Valentin o Día del amor y los enamorados, tal como se
celebraban en la Europa de los siglos 17 y 18 según las crónicas de la época,
pueden parecer hoy bastante ingenuas: El día 14 los jóvenes solteros se reunían
y escribían sus nombres en trozos de papel que luego eran sorteados, y cada mozo
recibía así la encomienda de una joven a la que se denominaba su “Valentina”, y
cada chica un varón que era su “Valentín”, con bailes e intercambios de besos y
flores, entre los cuales, según los cronistas, a menudo surgía el amor…

Lo
curioso es que al narrar esas tradiciones en su libro “Memorias de un Viaje a
Bretaña”, el historiador  francés André Misson también admite que lo más
intrigante en este patronazgo atribuido a San Valentín (720 A.C.),  es que en su
vida y milagros no se registra ningún hecho indicador de los motivos que
llevaron a escogerlo como protector del amor.

El
caso es que  20 siglos después de su desaparición física, celebramos el día de
San Valentín dedicándolo a ese sentimiento tan antiguo como la especie humana,
pero el amor en la posmodernidad es mucho más complejo que siglos atrás.


Por una parte, algunos pesimistas piensan que los pragmáticos conceptos de las
relaciones interpersonales están dejando poco lugar para la búsqueda del “Amor
Total”, con posiciones que lo reducen a fórmulas químicas o intentan
encasillarlo en definiciones más o menos racionalistas, intentando
desmitificarlo y pasarlo a través de los tamices del sentido común y el
psicoanálisis, recomendando que antes de entregarse apasionadamente, hay que
analizar prioridades como afinidades y diferencias, fundamentos éticos,
intereses personales, gustos y aficiones.


Otros, en cambio afirman que el conocimiento más preciso de las características
de la pareja – o de quien aspira convertirse en pareja- permiten una óptica más
realista que previene los desengaños, si aprendemos a aceptarla “tal como es”,
sin pretender transformarla.


Algunos culpan a la dinámica de la vida moderna, otros a la coexistencia de
grandes conglomerados de vivienda, trabajo y recreación en los cuales muchas
personas de ambos sexos desarrollan elementos de camaradería que llevan tarde o
temprano a otros lazos más íntimos, pero también más temporales y perecederos.
Según ellos, no abundan los Tristanes dispuestos a enfrentar dragones por un
beso de Isolda, ni Dantes que se atrevan a bajar a los infiernos para rescatar a
Beatriz.


Por otra parte, la ciencia ha tomado cartas en el asunto y para algunos
expertos, el amor es un tema glandular que pasa por la generación de adrenalina
en los estados pasionales, estimulante que permite afrontar situaciones extremas
y reduce el instinto de conservación, en lo cual concuerdan con los poetas en
que tal vez por eso se afirma que es ciego, pues bajo sus efectos se limita la
capacidad de análisis.


¿Funciona el amor como un estimulante? Los especialistas aun no se ponen de
acuerdo, pero admiten también causas de índole social para los problemas
amorosos y sexuales del mundo. Hace poco dialogaba en un congreso internacional
con psicólogos de Europa y América, algunos de los cuales decían detectar un
nuevo fenómeno en pacientes aquejados del descenso del deseo sexual, por la
angustia del exceso o falta de trabajo, la incomunicación y la rivalidad social
entre la pareja.


Los chinos, en cambio, siguen confiando en la medicina verde, como lo atestigua
la tienda “Adan y Eva”, abierta en Pekin con gran éxito, con medicamentos que
hacen la competencia al tan mentado Viagra, destinados a mantener erección,
contra la impotencia y la eyaculación precoz, y nada menos que un artefacto
“natural” que garantiza el alargamiento del órgano genital masculino.


Entre tanto, los norteamericanos se debaten entre la fidelidad y el adulterio,
según el psiquiatra bostoniano Frank Pitman, quien en “Mentiras privadas:
Traicion de la inocencia”, calcula que el 20% de los estadounidenses que engañan
a su pareja  -unos 10 millones- son infieles continuos y compulsivos, e
inclusive existe un grupo llamado “Sexo-amor adictos anonimos” que, como en los
alcohólicos, trata de redimir a los infieles.

Ese puede ser el motivo por el cual otras nacionalidades
están renunciando al matrimonio, como sucede a los franceses, segun la obra
“Francoscopia” (radiografia del frances actual) de la editorial Larousse, que
registra un alto crecimiento de las parejas de union libre en Francia. En
cambio, para los italianos el amor pasa también por los billetes de mil liras,
en los cuales según estudios de dos psicólogos de la universidad de Roma se
escriben ofertas y solicitudes de placeres y relaciones.


Datos de agencias internacionales señalan por su parte que tres de cada cinco
matrimonios terminan en el divorcio antes de los primeros cinco años de
convivencia, la prueba de fuego en cuyo terreno perecen muchos vínculos
conyugales. Al respecto, se ha popularizado en muchos países de Europa y América
la fórmula de “amor sin compromisos”, según la cual una pareja se reúne con
cierta periodicidad para pasear y hacer el amor, pero cada cual sigue viviendo
su vida con sus propios compromisos, amistades y relaciones.

El
asunto se refleja en la literatura y el cine, donde son pocos los filmes como
“Los puentes de Madison County”, protagonizado por los estelares Clint Eastwood
y Meryl Streep, donde una madre de familia con un matrimonio aburrido y monótono
encuentra el amor de su vida y decide renunciar a él en aras de la lealtad y la
estabilidad familiar.


Esto no significa, desde luego, que sea preciso renunciar al amor. Lo
recomendable sería que todos tuviéramos la capacidad -dicen los psicólogos- para
saber diferenciar el amor real del enamoramiento pasajero, la pasión de un día
del sentimiento duradero. Los mismos especialistas, sin embargo, plantean que
las probabilidades aumentan cuando el amor resiste la prueba del tiempo y la
mutua convivencia.


¿Pueden un hombre y una mujer, por efecto de una gran armonía espiritual y
material, llegar a conocerse tan bien que cada uno pueda prever e interpretar en
su justa medida las acciones y pensamientos del otro? Esto no es imposible y
muchas felices parejas lo demuestran, cuando la entidad “sujeto amado” se
aproxima lo suficiente a la imagen que nos hayamos formado, como para que se le
pueda aceptar con sus virtudes y defectos, un estado en el que ambos estén
dispuesto a hacer concesiones para disfrutar de su mutua compañía.

De
tal manera, los amores de la posmodernidad en este recién comenzado siglo XXI
siguen planteando los mismos dilemas de siempre al homo sapiens. Porque tras
millones de años de evolución, y a despecho de innumerables investigaciones,
estudios y ensayos sobre el tema, la misma mente que ha logrado poner naves en
el cosmos, está desentrañando los secretos de la materia y el origen de la vida,
aún no ha logrado comprender a cabalidad los mecanismos íntimos que generan,
anudan y liquidan las pasiones amorosas.


Para disfrute de poetas y románticos, que seguirán cantando al amor como el
sentimiento más universal, satisfactorio, frustrante y enigmático de la especie
humana. Felicidades, y paz en la tierra para los enamorados de buena voluntad.