El camino de los discapacitados

Las actitudes de la sociedad frente a los discapacitados son muchas y variadas. Una reflexión desde la fe sobre nuestro deber para con ellos.


Hay
personas que sienten un amor dañino hacia ellos porque es mezcla de compasión
y lástima, lo cual es percibido y no favorece el desarrollo del discapacitado
y
su normalización. Las intenciones pueden ser buenas, pero no es la actitud más
adecuada.

 En otra cara de la misma moneda están las actitudes de quienes, por
ignorancia o indiferencia, rechazan abiertamente y también discriminan a estas
personas. Sí, por sobre todo son personas, una persona con alma, cuerpo y
psiquis, que siente y tiene necesidades propias de todo ser humano.


Estas
actitudes son producidas en la gente por medios de comunicación y por la falta
de información sobre el tema, el cual no es abordado, de modo que la opinión pública
pueda conocer realmente qué es la discapacidad en profundidad y cómo
relacionarse empáticamente con ellos, dándoles su lugar como lo que en primera
instancia son: personas.

Desde un
punto de vista humanista es aquel ser humano que puede ser diferente a usted o a
mi, ya que nadie es igual a otro y donde cada uno merece respeto y un trato
igualitario.

Para el enfoque cristiano, el discapacitado es un ser creado por
Dios y Él le ama como a todos los demás y también es nuestro prójimo. Ambos
enfoques apuntan, aunque por caminos muy disímiles, a la plena aceptación e
integración de la persona discapacitada.

Dios
es amor y si el amor de Él está en nosotros, este amor nos llevará a
comportarnos con estas personas como corresponde a alguien que ama a Dios,
porque si amamos a Dios ¿cómo no amaremos a los discapacitados, que son creación
de Él? Nadie puede realmente darlo si primero no ha recibido en su corazón el
amor de Dios.

Si queremos amar a los discapacitados, busquemos la fuente de amor
y total
aceptación, a Aquel que no hace ningún tipo de discriminación, porque
ante Él todos somos iguales. Además Dios mira detenidamente nuestros
corazones, no nuestra apariencia.


Toda
persona, sin importar su condición física ni social, tiene algo valioso que
entregar a los demás. Los discapacitados tienen ese tesón, ganas de vivir, espíritu
de superación y solidaridad, de la cual muchas veces los
"capacitados" carecemos notablemente.

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