Asumiendo
el rol de padres, sin asumir el de los maestros
Existe una delgada línea entre
poner límites y mostrar una aparente indiferencia. Si los profesores tienen un
pensamiento blanco o negro, se dirigirán a usted de forma arrogante, con la única
premisa de que usted no cuidó de sus hijos, sin entender que el requerimiento
de ayuda y complementación no significa que se desentienda de los problemas.
Simplemente, se trata de entender cómo y que hacer al respecto, solicitando la
ayuda de los maestros y la escuela.
No se trata de aceptar el
desentendimiento, sino de asumir que su antónimo, la implicancia tampoco
significa responsabilidad total. Justamente, es posible, práctico, y sano para
los padres, estar implicados en la situación, pero, también, adecuadamente
separados. De hecho, la idea de “separación” es probablemente la más
importante en lo que se refiere a tratar con los conflictos entre los hijos y la
escuela.
Por cierto, son mayoría los
padres que no terminan de descubrir donde deberían finalizar su papel y donde
deberían dejar lugar a otra gente de confianza. Empezar a separar la
responsabilidad y alcance es un desafío para cualquiera, pero especialmente
para los padres, acostumbrados a ser los únicos referentes de sus hijos.
Con todo, será justamente esta
habilidad para separar sus responsabilidades y las de los maestros, sin renegar
de ninguna, la que permitirá otorgarle una adecuada educación a su hijo, ayudándolo
a aprender su propia responsabilidad en la resolución de los problemas, y
aceptarla incondicionalmente más allá de lo que suceda en el ámbito externo,
como ser la escuela.
Saber bien lo que significa
separar su rol educativo, permitirá también que supere los asuntos que le
conciernen a sí mismo/a cuando ocurre algún problema con su hijo dentro de la
escuela, pues en este intercambio con la escuela, podrá detectar en que esta
fallando usted mismo/a.
Una
crisis que es también una oportunidad
No nos engañemos: de nada servirá
dar una imagen de “buen padre” frente a la llamada de la escuela por
un determinado problema con su hijo, pues todos saben que el fracaso de un hijo
llega a ser el fracaso de un padre, y esto se experimenta más angustiosamente
al entrar en contacto con la escuela, pues es común que surjan sentimientos de
vergüenza y frustración, que pueden provocar una reacción impulsiva, a menudo
en la simple esperanzas de recomponer la imagen del control y competencia
paternal. En su lugar, es necesario un franco dialogo con los maestros y las
autoridades escolares, para saber que rol le competirá a cada uno y cual será
la mejor manera de llevarlo a cabo.
Recuerde, se puede ser un gran
padre incluso si su hijo tiene problemas. De hecho, se puede ser aún mucho más
grande cuando la escuela le comunica que su hijo tiene problemas, y usted, lejos
de negarlos o de ocultarlos, se ponen en una actitud receptiva para saber como
conseguir llegar a una solución.
Incluso, puede ser un grande
padre si no reacciona de la manera que, se imagina, querría la escuela que
usted reaccione, pues también puede llegar a determinar su papel, que no
obstante deberá ser activo, en los conflictos que surgen entre su hijo y sus
maestros. Esto significa ser franco y claro, poniendo límites constantes con la
escuela.
Los buenos límites entre el rol
paterno y el de los educadores, permitirán que usted adopte el papel de oyente,
observador, e incluso mediador, sin tener por eso que defender o castigar al
chico, sin tener que hacer alguna acción errónea, y sin acabar por ser el
centro de algo que, en la realidad, le pertenece a otra persona.
Por ejemplo, digamos que le
llaman de la escuela para decirle que su hija corta constantemente la clase.
Usted no vio esos “cortes” y la única evidencia de esta conducta son la
llamada telefónica de la escuela. ¿Cuál sería su papel en esta situación?
Digamos que luego confronta a su
hija y ella le confiesa que efectivamente cortó la clase en más de una
oportunidad, pero por que quería participar de la misma y exponer sus ideas. ¿Es
su trabajo castigarla por esta “infracción”? ¿No estaría, de esta forma,
haciendo el trabajo de la escuela?
Por cierto, esto no es realmente
entre usted y su hija, sino entre su hija y la escuela, pero para llegar a esta
conclusión, será necesario, primero, entender esta “separación” de roles
de las que venimos hablando.
Así, en sus conversaciones con
las autoridades de la escuela, usted podrá pedirle que le clarifiquen las
consecuencias que tuvo la conducta de su hija. Si la consecuencia es una llamada
telefónica al hogar para advertirla de la situación, para que converse con
ellos si lo desea, ellos habrán hecho su trabajo y escuchando y tomando algunas
medidas, si lo considera necesario, usted habrá hecho el suyo. Pero si la
llamada tiene relación, de algún modo, con la esperanza de que usted
“haga algo” respecto al problema, debe saber que no tendría por que
asumir la responsabilidad del problema ni hacer nada que no sea previamente
charlado con su hijo.
De hecho, a menos que se haya
dado cuenta que usted y la educación que infiere a su hija tienen relación con
las actitudes que la llevan a esta a cortar la clase, no tiene por que hacer
nada de nada.
Sucede que podría ser que usted
acepte ciertas conductas de su hijo, como querer expresar sus ideas, aunque eso
no significa que la escuela deba aceptarlas. Pues bien, que sea entonces la
escuela quien tome las medidas. Usted no se interpondrá, ellos están en su
derecho, pero tampoco tomará ninguna acción que vaya contra sus principios.