Cada
año 15 millones de niños nacen de madres adolescentes. Este dato, lejos de ser
alentador, es el número que refleja la fuente de los índices de muerte
adolescente y de bebés, que impactan por su frecuencia.
La
falta de políticas preventivas, deja al núcleo familiar como el único recurso
de una adolescente para no caer en
la precocidad sexual y el embarazo adolescente.
A nivel mundial la mayoría de las personas se inician sexualmente
durante la adolescencia. Las tasas más altas se encuentran en
el África Subsahariana: en siete de estos países más de la mitad de las jóvenes
entre los 15 y 19 años ha tenido
relaciones sexuales.
Y
más de la mitad de las mujeres dan a luz antes de los 20 años de edad salvo en
América Latina y el Caribe, donde esta cifra disminuye a una tercera parte.
La
Organización Mundial de la Salud define la adolescencia como el período de
vida entre los 10 y 19 años, en el cual las mujeres, corren un riesgo dos veces
mayor de morir en el parto que las mujeres de 20 a 29 años, y en las menores de
15 años el riesgo de morir es 5 veces mayor.
Por
lo tanto, las políticas y los programas deben tener en cuenta los factores
sociales, culturales y económicos que contribuyen a la actividad sexual y la
maternidad en la adolescencia. Esas políticas y programas deben mejorar la
condición de las mujeres y de las jóvenes y ampliar sus oportunidades.
Cada
año ocurren por lo menos cinco millones de abortos provocados entre las mujeres
de 15 a 19 años. Debido a que en muchos países el aborto no está permitido
por la ley, las adolescentes con frecuencia se someten a procedimientos
inadecuados por parte de personas no capacitadas.
Como resultado, las
adolescentes constituyen un significativo y desproporcionado porcentaje de las
muertes e incapacidades que causa el aborto en condiciones de riesgo.