Lo
primero que hay que entender es que no es el hombre el absoluto responsable de
llevar a la mujer de la mano por los laberintos del placer, sino que es ella
misma la que debe permitirse recorrerlos.
Aquí poco tiene que ver la capacidad
amatoria del hombre, aunque es cierto que la falta de experiencia y de
consideración por parte de la pareja son un obstáculo. Un amante que ayude a
su pareja a conocerse, a explorarse y a alcanzar su propia satisfacción,
seguramente tendrá bastante que ver en que ella llegue al clímax, aunque no
“produzca” de hecho ni por sí solo ese clímax.
Una
capacidad asombrosa
La
capacidad orgásmica de las mujeres es asombrosa. Una y otra vez pueden llegar a
esa cima de placer, hasta el punto de parecer ante algunos ojos masculinos como
una reserva ilimitada de placer. Ellas pueden experimentar varios tipos de
orgasmo: vaginales, clitorideos, eyaculatorios, localizados en el Punto G… ¡y
no uno sino varios de cualquiera de estos, y hasta combinados!
Entonces,
¿por qué hay tantas mujeres frustradas e insatisfechas? Es que en la mayoría de
las parejas, el orgasmo sigue siendo un sueño escurridizo, como esos de los que
nos levantamos excitados pero nunca podemos recordar ni reconstruir
completamente.
Como
vía de escape, algunas mujeres optan por conformarse con una actividad sexual
placentera, pero nada más que eso.
Claro está, ni punto de comparación con
los niveles de placer que podrían ser alcanzados por las representantes del mal
llamado “sexo débil”.
Estas dificultades también traen aparejados males
mayores. Una mujer que es incapaz de llegar al orgasmo suele fingirlo, en un
intento por salvar el ego de su amante o simplemente de terminar con un momento
que, aunque debería ser todo lo contrario, es más incómodo que íntimo.
El
primer enemigo
El
primer enemigo femenino durante el acto sexual es su mente. Cualquier impulso
que la distraiga de lo que está ocurriendo con su cuerpo en ese momento, la
alejará cada vez más de su meta última, que es el clímax sexual.
Cuanto más
piense, más perderá noción de su propio placer, más se alejará de la
percepción de sus sentidos. En este sentido, la constante presión por “estar
bárbara” puede ser ciertamente contraproducente.
Que si estoy linda, que si
esta ropa me queda mejor que aquélla, que si este perfume te gusta… y la lista
es interminable.
Pasando
al plano estrictamente sexual, quizás se preocupen por si su pareja debe
“trabajar” mucho para hacerla disfrutar o por si piensan que ellas están haciendo
algo mal.
Muchas veces, lo que hacen mal es justamente preguntarse todo eso en medio
de un momento que debería ser de disfrute y contacto con el compañero sexual.
Del otro lado, también es imprescindible un amante que la contenga, que
encuentre la forma para evitar que la mujer se adentre en estos laberintos de
duda.
¿Cómo se logra esto?
Manteniendo al máximo los niveles de comunicación
en la pareja, incluso durante el coito.
La mujer debe sentir que, en lo que hace
a su placer sexual, su pareja se esmera al máximo. Una vez logrado esto, podrá
olvidarse de sus preocupaciones, relajarse y poner todo el foco en captar las
sensaciones. Entonces el camino hacia el orgasmo estará despejado.
La
culpa
Los
sentimientos de culpa también juegan un papel importante en esta cuestión. No
faltan quienes piensan que las chicas “decentes” no pueden disfrutar
plenamente, sin tabúes, del sexo.
Esta matriz cultural está difundida incluso
entre las propias mujeres, y quizás de allí surjan muchas veces los
pensamientos que afloran inoportunamente en los momentos de intimidad de la
pareja.
Es
un hecho que aún hoy, para muchos el sexo femenino se divide entre mujeres “fáciles”
y aquellas que son “la chica de su casa”, idealizada, la que los
hombres sueñan con presentar a sus padres.
La superación de estas visiones
esquemáticas se debe implementar en el ámbito de la pareja. Un hombre abierto
al diálogo, que constantemente le haga saber a su mujer cuánto valora y respeta
su capacidad para ejercer su sexualidad, que ponga acento en las partes
sensuales y femeninas de su compañera, ayudará a derribar un gran mito misógino.
¿Por qué las mujeres no pueden ser buenas, puras… y además grandes amantes?
Sostener
una concepción anticuada en este aspecto puede ser un certificado de defunción
en cuotas para la pareja. Es que, al pensarlo un poco, se llega a la conclusión
de que un hombre que adscriba a tales valores, terminará cometiendo adulterio
casi automáticamente.
En un punto, se le hace inconcebible que “la madre de
sus hijos” sea a la vez una tigresa en la cama. Y sólo un cambio de paradigma
cultural muy profundo puede resolver ese problema.
El
juego previo: el clítoris
Un
tema a tener muy en cuenta cuando hablamos del orgasmo femenino es la relación
de ellas con su genitalidad. Las mujeres han sido bendecidas con una parte de su
cuerpo cuyo sólo fin es provocarles placer: el clítoris.
Pero a diferencia de
los hombres, las mujeres no disfrutan de una estimulación constante, en todo
momento y de cualquier manera de su zona genital. Para lograr que la mujer esté
preparada para la estimulación de sus genitales, se debe empezar por sus otras
zonas erógenas.
El juego previo –previo no sólo al coito sino a cualquier
contacto con la zona genital femenina- puede incluir besos en la boca, en el
cuello, en los pechos y otras zonas, como los hombros y la espalda. Si esto se
hace bien, la mujer empezará a emitir señales (leve rubor en la piel,
respiración entrecortada, pezones erectos) de que está lista para el siguiente
paso.
Generalmente,
la forma más fácil de alcanzar un orgasmo en las mujeres consiste en la
estimulación clitoridea. Esa zona es extremadamente sensible a todo tipo de
contacto, por eso es mejor concentrarse no sólo en la “cabeza” del clítoris
sino también en la zona aledaña al mismo. Siempre se debe empezar la
estimulación de la zona genital de afuera hacia adentro: primero los labios
exteriores, luego el clítoris y los labios interiores, por último el canal
vaginal.
Cuando
hablamos de sexo oral, el ritmo es un factor a tener en cuenta. Se debe
experimentar con diferentes formas de estimulación, presiones y velocidades,
hasta encontrar la adecuada para cada persona.
Nuevamente, la comunicación en
este caso es fundamental. No está de más preguntar qué gusta más, con qué
se obtiene más placer.
Y cuando se encuentra la manera adecuada, tarea difícil
si la hay, no modificarla en absoluto hasta que la pareja así lo requiera (ya
sea a través de la palabra o de movimientos de su cuerpo).
Quizás la boca o
las manos se cansen durante una prolongada sesión de sexo, pero hay que
recordar que ese “trabajo” tiene como contrapartida una satisfacción sexual
muchas veces negada.
Los
puntos clave
Los
primeros tramos del canal vaginal son los más sensibles; allí es donde se
localizan la mayoría de las terminaciones nerviosas. El Punto G, tierra
prometida pero pocas veces encontrada, suele hallarse allí, en la parte
superior de la pared vaginal. Es una zona difícil de alcanzar durante el coito,
así que la manera más fácil de alcanzarlo es usando los dedos. La única
manera cierta de saber si se ha alcanzado el Punto G es mirando la reacción de
la pareja. Muchas veces ayuda haber alcanzado uno o varios orgasmos clitorideos
previos.
Otra
cosa importante para mencionar es que para la mayoría de las mujeres es muy difícil
alcanzar el clímax solamente mediante el coito. Además, la curva de placer
masculina es distinta a la femenina, y lo más frecuente es que el hombre
eyacule mucho antes de que la mujer llegue siquiera cerca de las alturas de
orgasmo. Un camino a seguir en este caso es la estimulación repetida –antes y
durante la penetración- del clítoris.
Muchas
veces el orgasmo vaginal recién se alcanza después de una larga estimulación
de la zona clitoridea y del Punto G. En este casos, la comunicación en la pareja
debe servir para que ambos se olviden del “objetivo” -alcanzar el orgasmo de
forma rápida- y en cambio opten por disfrutar de una relajada y prolongada sesión
de sexo.
Una
buena oportunidad para mejorar tu vida sexual, es realizar un Taller
de Sexualidad y Erotismo
como el que puedes realizar gratis
haciendo clic
aquí.
También
puedes encontrar otros cursos gratis que te ayudarán a
mejorar tu sexualidad y tu relación de pareja en:
Sexo
y comida: el Tantra del amor