Descubriendo el placer de los cigarros

Disfrutar un cigarro con aires de conocedor nos da personalidad, estilo y un cierto aura de bon vivant. Tanto después de comer como en bares nocturnos o salidas sociales, un buen cigarro puede ser el compañero ideal.

El
proceso de selección del cigarro que se ajuste a nuestro gusto no es sencillo,
ya que hay miles de variedades distintas. De todas maneras, para que nos sea más
sencillo nos podemos guiar por algunas características.
 

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El cuerpo: desde un cigarro suave, pasando por uno intermedio hasta uno
verdaderamente potente, el sabor debe sentirse con fuerza pero sin llegar a ser
demasiado para nuestro paladar. Lo primero a tener en cuenta es qué tipo de
cuerpo estamos buscando en un cigarro.
 

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El tamaño: al hablar de tamaños de cigarros, debemos atender dos aspectos, la
longitud y el diámetro. Pese a que esta característica tiene cierta influencia
sobre el sabor del cigarro, debe ser considerada principalmente desde el punto
de vista del tiempo que queremos que nos lleve consumirlo. Por ejemplo, un
cigarro para disfrutar en una cancha de golf puede ser de un tamaño
considerable, porque tendremos un par de horas para degustarlo. Pero si estamos
cortos de tiempo, seguramente nos conviene inclinarnos por un cigarro más corto
y de menos diámetro.
 

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La calificación: existe un sistema de “ratings”, de 0 a 100, que popularizó
la revista Cigar Aficionado. Por eso, antes de decidirnos a comprar un tipo de
cigarro en particular, debemos escuchar la opinión de los expertos. Si la
calificación no llega a los 70 puntos, lo mejor será pensar en otro destino
para nuestro dinero. Un puntaje entre 70 y 80 indica una calidad standard, algo
aceptable pero no superlativo. Entre 80 y 89 ya estamos hablando de un cigarro
de calidad superior. Y los últimos diez escalones están reservados para los
elegidos: entre los peldaños 90 y 95 están las revelaciones, aquellos que han
dado un salto de calidad para situarse en el Olimpo; y del 96 al 100 están los
cigarros clásicos, la panacea de todo fumador de habanos.
 

A
pesar de que todos tienen gustos diferentes, hay ciertas cualidades que hacen
superiores a ciertos cigarros. La apariencia, la construcción, la presentación,
el aroma y la manera en que “adopta” al fuego en el momento de fumarlo. Por
supuesto que también el balance de los distintos gustos y aromas que ofrezca un
cigarro o una marca particular ayuda a hacer la diferencia.
 

Si
hablamos de presentación, debemos mencionar un detalle que a veces confunde a
ciertos principiantes en el arte del buen fumar. No se debe quitar la anilla (la
etiqueta que identifica el origen del cigarro) al empezar a fumar, sino recién
cuando se está llegando al final. Hay varias razones para esto.
 

Para
empezar, a nadie se le ocurriría ordenar un vino caro en un restaurante para
luego arrancarle la etiqueta delante de todos. Lejos de ser un detalle que sirve
para ostentar, muchas veces acerca a los fumadores que eligen marcas o tipos de
cigarros similares.
 

Incluso
hay razones de más peso. Si uno no es un iniciado en este tema de los cigarros,
la anilla le indicará a simple vista de qué lado no se debe prender el habano.
Además de mantener la capa del cigarro cerrada, unida, y segura, la anilla da
una buena referencia de hasta dónde se puede seguir fumando cuando ya estamos
llegando al último tercio del cigarro.
 

Si
estamos llegando a la anilla y notamos que las sensaciones ya no son las mismas
(se suele empezar a percibir el puro como más amargo y perdiendo paulatinamente
su fragancia original), es un buen momento para dejar de fumar. Nada menos
glamoroso que observar como alguien intenta desesperadamente fumar hasta los últimos
tramos de un producto de tanta calidad como un exclusivo cigarro.