La vida en pareja
es algo mucho más complejo de lo que suponemos. Cuando uno de los dos piensa
que la relación está mal e intenta buscar alguna solución sin involucrar al
otro, está asumiendo que su pareja también vive la relación como si estuviera
en problemas.
Y tal vez no es así, tal vez su pareja viva la relación perfectamente
y la disfruta y piensa que jamás estuvieron mejor que ahora. Eso explicaría la
inercia del otro, cuando sólo nosotros nos movemos en busca de soluciones.
Mientras que para
el otro en realidad no hay ningún problema.
Existen muchas
situaciones donde se da este desequilibrio. Por ejemplo, cuando no se ponen de
acuerdo en cómo manejar el dinero, criar a sus hijos o en las salidas del fin
de semana, y usted siente que él siempre, de alguna manera u otra, se sale con
la suya.
O si usted siente que su pareja ya no la escucha como cuando la
relación estaba aún en sus comienzos. Si nota que dejó de ser cariñoso pero no
dejó de querer acostarse con usted. Incluso puede llegar a suceder que su
pareja no esté nunca en casa y tenga a su familia medio abandonada.
Cualquiera
que sea la razón, lo cierto es que usted es infeliz en su matrimonio pero tal
vez su pareja no lo es. Y esa es la clave de por qué su pareja no parece
interesada en resolver los problemas.
Muchas personas en
esta posición intentan, incluso durante años, llamar la atención de su pareja.
Pero quejarse muchas veces trae consigo un sentimiento de culpa por estar
quejándose.
Y si a esto sumamos que todos, usted y yo incluidos, preferimos que
se nos agradezca todo lo que hacemos y que no se nos esté criticando por lo que
no hacemos, terminamos por quejarnos cada vez menos y hablar cada vez menos
mientras los problemas cada vez se hacen más grandes.
Muchas personas ni
siquiera se quejan para no ser tomadas por ¨quejosos¨ o por alguien que no
sabe valorar lo
que tiene.
Pero al final esto conduce a un destino por ninguno deseado: el
amor desaparece.
Cuando sucede
esto, la persona se rinde. Se llega a la conclusión de que el otro jamás
cambiará y que está condenado a vivir sin cariño o consideración de su pareja.
Algunas de estas personas no abandonan el matrimonio por los hijos, por
imposición de una tradición o simplemente por costumbre, pero se alejan de su
pareja para hacer que el dolor sea el mínimo posible.
Otros dejan el matrimonio
por alguien que supo ver sus necesidades y satisfacerlas, y hay quienes simplemente
se van porque prefieren vivir en soledad antes que con el dolor de
vivir su soledad en matrimonio.
Pero si la
pregunta es ¿puede una persona sola salvar un matrimonio?, la respuesta es sí.
La manera de hacerlo es que uno de los integrantes le enseñe al otro cómo
negociar de forma justa para los dos. Se requiere mucha paciencia y
entendimiento para llegar al punto donde la negociación resuelva los
conflictos.
Pero si se llega al punto en que ni siquiera se quiere invertir
esfuerzo en tener paciencia, entonces sí quiere decir que el amor que queda por salvar es
demasiado pequeño, demasiada poca la motivación.
Aunque su pareja
no esté dispuesta a aprender de terapeutas, libros o grupos de ayuda, es muy
probable que sí esté dispuesto a aprender de usted. Si encuentra la manera de
hacerlo, tal vez él o ella esté esperando que le enseñe.
Las negociaciones
maritales son muy difíciles y es necesario seguir ciertas reglas para ayudar a
que sean exitosas:
–
Intenten mantener
el buen humor durante la discusión; no debe haber amenazas de ningún tipo;
cuando alcancen un momento de tregua,
deténganse para retomar la discusión más tarde.
–
Miren el problema
desde los dos ángulos. Antes de encarar la solución deben estar seguros de
entender cuál es la posición del otro.
–
Comiencen a enumerar todas las soluciones que se les ocurra, desde las más creativas a las más
conservadoras. No se interrumpan, aún cuando estén en desacuerdo. Anótenlas
para poder discutirlas más tarde.
–
Elijan la solución
que más se adapte a las necesidades de los dos. Si no lograron encontrar una
solución adecuada en su lista, regresen un paso hacia atrás y creen una nueva
lista. No importa que la solución no parezca plausible, de las ideas más
descabelladas suelen salir las mejores soluciones.
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