Ivor Downie, publicista canadiense, 44 años de
edad, gran imaginación, tremenda ambición de ganar dinero. ¿Su idea más
redituable? ¡Vender estrellas!
Desde su agencia “Star Registry”, en Toronto, por sólo 30 dólares, extiende el
título de propiedad de una lejana estrella de la que por supuesto nadie toma
posesión real. Pero la gente encuentra
simpático exhibir en su casa el certificado que dice: “Esta estrella llevará su
selecto nombre a perpetuidad y esta registrada como tal en nuestros archivos”.
Reconozcamos el mérito de vender una ilusión
así. El señor Downie sabe como hacerlo en sus llamativos anuncios, prometiendo
al posible comprador tener algo en común con el príncipe Carlos o el cantante
Engelbert Humperdinck, en cuyo honor ya se han bautizado sendas estrellas.
El pago se puede hacer con tarjeta de crédito, y son muchos los que contestan
para asegurarse ese privilegio. Aparte
de ser un lujo un tanto estrafalario de pintoresco humor, no deja de ser un
sueño sin muchas posibilidades.
Esto no es trágico. No creo que nadie compre “su
estrella” en serio. Pero si usted es observador, podrá encontrar la gente que
sueña con algo… que ni siquiera intenta realizar jamás.
Soñar, pensar creativamente en cosas que nos gustaría que ocurrieran, es
altamente deseable. Sin embargo, si un sueño vale la pena, vale la pena también
trabajar para realizarlo.
La verdad es que nadie pasó a la historia por aquello que pensó hacer, sino por
lo que realizó.
¿Por qué no entonces revisar nuestros sueños? ¿Qué hay de todo aquello que
deseamos a veces secretamente?
Quizá realizar un viaje, comprar nuestra casa propia, estudiar algo, iniciar un
negocio, adquirir alguna habilidad especial, hacer nuevas amistades, escribir
un libro, disfrutar mejor de nuestra familia, etc. etc.
Quizá deberíamos tener en mente aquel mandamiento para alcanzar el éxito que
Zaqueo escribió –según el escritor Og Mandino- en las blanqueadas murallas de
la ciudad de Jericó: “Nunca debes olvidar que siempre es más tarde de lo que
piensas”. Y recordar también a John M. Hay, quien dijo: “En éste mundo las
cosas no suceden; alguien las provoca”.
LO NEGATIVO: Conformarnos con
simplemente anhelar lo que queremos.
LO POSITIVO: Actuar para tomar posesión
de nuestros anhelos, materializándolos.
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