El
dueño de la tasca-restaurante se paseaba nervioso atrás del mostrador. Iba y
venía en diferentes direcciones. No podía creer que eso le estuviese pasando un
viernes en la noche, un día tan bueno para este tipo de negocios donde muchas
personas acuden allí para conversar, correrse una rumba solo o con sus amigos o tomarse tranquilamente
unas copas para, con la excusa de matar un poco el estrés, darle rienda suelta
al vicio que los domina.
Los
viernes el negocio se pone a reventar y eso deja, en el aspecto económico
buenas ganancias en la caja registradora.
Un
cliente que había llegado desde temprano había ocupado una mesa el sólo y
después de haberse tomado varias cervezas, levantó los brazos, los cruzo
delante de su cara, se inclino un poco y se quedo dormido encima de la mesa.
Nadie
lo molestaba y él no molestaba nadie, solo que el dueño del negocio no lo
quería tener allí por que estaba ocupando una mesa solo para dormir y nada de
consumir y esa no es la idea. El dueño llamó al mesonero que lo estuvo
atendiendo antes que se durmiera:
-Antonio,
hazme el favor y me despiertas al señor que está durmiendo allá y me lo sacas
del negocio. Me escuchaste, me lo sacas del negocio- le dijo con tono
autoritario el dueño del negocio.
-¡Que
lo saque!!¡Ni que estuviera yo loco!!¡¡Si cada vez que lo despierto me paga la
cuenta!!!
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