“¿Te acordás en esas tardes templadas de abril cuando en las esquinas
del barrio nos juntábamos a jugar al “Hoyo-Pelota?”. Como para olvidarlo…
Seguramente los lectores de la generación intermedia recuerdan con
nostalgia aquellos momentos en que la destreza, la picardía y la velocidad eran
fundamentales para zafar del “paredón” de “fusilamiento” a que era sometido el
más remolón.
Cabe aclarar que los mayores de entonces lo definían como un juego
violento, pero… esa violencia lejos estaba de las imágenes de muerte que nos
transmite a diario la TV basura.
¿En qué consistía el juego?.
Eran necesarios varios participantes y una pelota de trapo. Se hacía un
hoyo en la calle, necesariamente de tierra, lo más natural en los años ’60, alrededor
del que se colocaban los participantes, generalmente a unos 5 o 6 metros de
distancia.
Cada uno hacía rodar la pelota hacia el hoyo tratando de embocarla. El
que lograba el objetivo, tenía el derecho de sacarla mientras el resto corría a
ponerse a salvo del “pelotazo” que arrojaba el ganador. Quien recibía “la
marca” de la pelota acumulaba una prenda en contra y a la suma de 3, debía
resignarse al “paredón” (cualquier tapial del barrio), contra el que era
“fusilado” por todos los participantes del juego.
Pero la “víctima” del “fusilamiento” tenía una posibilidad de salvarse,
esquivando la mayor cantidad de golpes posibles.
El “Hoyo Pelota” fue uno de los tradicionales juegos de los niños de la
década del ’60, que antes del invierno se reunían a jugarlo en las esquinas de
cualquier barrio de la ciudad.