Héroes entre nosotros

Amigos que vuelan





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Hacía dos meses que Andrés Hillbricht
se había recibido de piloto privado cuando un par de 
amigos del Club de Leones de San Martín, en Buenos Aires, lo invitaron a
llevar unas donaciones de alimentos y ropa a dos reservas mapuches de Aluminé,
en la Patagonia argentina. A Hillbricht le entusiasmó la invitación, pero puso
la condi- ción de ir hasta el lugar en avioneta.

Siempre que podía, Andrés, que llegó
desde Polonia con solo 17 años, compraba pares de zapatillas o pinturas para
dibujar y las regalaba al Club de Leones. Cuando le propusieron llevar él mismo
esas donaciones, no lo dudó. Además de ayudar a personas carecientes del sur
argentino, vio la posibilidad de realizar su primer vuelo largo a bordo de su
avioneta Cessna 170. Todo un desafío.

“Aquella misión fue única. La emoción
de ver las sonrisas de los chicos cuando les daba un juguete me desbordaba. Además,
me probé a mí mismo que podía hacer un viaje largo”, recuerda Andrés de
aquel vuelo en marzo de 1992, en el que recorrió en total unos 2.000 kilómetros.

“Fue muy intenso lo que viví en el sur
—continúa—, volver a ese lugar era un reto personal”. Así, al poco
tiempo de su vuelta, empezó a pedir a sus amigos y familiares ropa en desuso y
telefoneaba a las empresas en busca de alimentos. De a poco, “el polaco” fue
reuniendo, y convenciendo, a otros pilotos civiles que compartían la pasión
por volar y ayudar. “No fue fácil juntarlos. Todos tenían sus trabajos, sus
familias y esta travesía iba a durar entre tres y cuatro días”.

El 25 de marzo de 1993, trece avionetas
estaban formadas una detrás de otra en la pista del aeródromo de San Fernando,
preparadas para partir a Aluminé. “Cada uno de los avioncitos estaban
repletos de ropa y comida, algunos tuvimos que dejar en tierra a los
familiares”, asegura Andrés. Era el nacimiento de los Aeroamigos.

Desde aquella primera misión hasta hoy
han realizado 74 travesías, recorriendo el país de punta a punta. “Visitamos
lugares de difícil acceso como El Impenetrable, en el Chaco, e inhóspitos como
Laguna del Desierto, en el sur”, explica Marilú Dobal, vicepresidente de
Aeroamigos. Con el tiempo, nuevos aeroamigos se unieron a esta cruzada y
calculan que participan unos 140 pilotos, pero detrás de ellos también están
sus familias que ayudan a llevar y entregar las donaciones. Cada uno de ellos se
hace cargo de los gastos del avión, que van desde 1.000 pesos por viaje.

Por año llegan más de 200 cartas y de
éstas surgen los lugares para una nueva misión. “Es la manera más democrática
que encontramos. Tratamos de no repetir los lugares y nos guiamos de acuerdo con
nuestras posibilidades y necesidades de cada pueblo”, asegura Dobal, que está
en los Aeroamigos desde su creación.
 

Una de las vivencias que a Hillbricht, de
57 años, más le conmueve ocurrió en De la Garma, un pueblito de la provincia
de Buenos Aires, hace cinco años. “Cuando estábamos llegando, los chicos
formaron la palabra ´bienvenidos´ con sus propios cuerpos en el piso para que
la podamos leer desde el aire”, cuenta Hillbricht, que participó de todas las
misiones.

“Como no había ningún hotel,
—agrega Marilú— algunos vecinos se fueron a vivir por ese fin de semana a
otras casas del pueblo y nos dejaron sus viviendas. Nos vinieron a buscar al aeródromo
y nos llevaron a cada uno a sus propias casas”.

En Estación López, Santa Fe, los
aeroamigos construyeron tres bibliotecas que un tornado había destruido y en Apóstoles,
Misiones, transportaron camas ortopédicas e instrumental médico para armar un
quirófano y dos consultorios odontológicos.

Además de la ayuda, son muchos los
chicos que ven por primera vez un avión de cerca, y mejor aún, tienen la
posibilidad de hacer su vuelo de bautismo.

“Los chicos se suben una y otra vez, no
se cansan nunca de volar”, dice entusiasmado Hillbricht quien, a bordo de su
Cessna 182, llegó a volar 12 horas seguidas con chicos que lo hacían por
primera vez.

Aunque intentan no repetir los destinos,
Aluminé es el único lugar al que siempre vuelven. “Es nuestro talismán.
Ahí empezó todo”, explica Marilú.
 

En el décimo aniversario de los
Aeroamigos, Andrés Hillbricht sabe que aún le quedan muchos sueños por
cumplir bajo el lema del grupo, “Ponele alas a nuestras mejores
intenciones”.
 

Para comunicarse con los Aeroamigos
pueden ingresar en www.geocities.com/capecanaveral/hangar/2859/ o enviar un
mensaje electrónico a:

[email protected]

Material cedido por Selecciones
del Reader”s Digest