Yo escribí esto para el y hoy quiero compartirlo con todos ustedes, no
desperdicien cada minuto que DIOS nos da para vivir, disfrutar y saborear todo
con cada uno de nuestros hijos, debemos entender que son hijos de la vida por
lo tanto respetar sus decisiones, aun cuando el dolor nos ahogue, un abrazo a
la distancia para quien lea mi mensaje.
PILI
Teníamos
una fecha, 17 de enero, ¡llenaba nuestras vidas!; era la alegría del verano;
aunque tu decisión de despedida fue con la tibieza del otoño y nos dejaste en
el frío del invierno.
Somos
cuatro quienes nos cobijamos en la
calidez de tus recuerdos, somos cuatro los que extrañamos y nos decimos: de
haber sabido que era la última vez que te veíamos dormir, te hubiéramos
guardado en nuestro corazón, de haber sabido que era última vez que te veíamos
salir por la puerta, te hubiéramos despedido
con un gran abrazo y un beso y te llamaríamos para darte más, de haber
sabido que era última vez que escucharíamos tu voz, hubiéramos grabado cada una
de tus palabras, para poder escucharlas una y otra vez, de haber sabido que
estos eran los últimos minutos que te veíamos, te hubiéramos dicho muchas veces
más cuanto te queríamos y no asumiríamos que ya lo sabias.
Sin
embargo aquí estamos sentados en el umbral de la vida destejiendo sueños,
hilvanando recuerdos, nos ha quedado el corazón vació, los brazos tibios, los ojos
secos, solo nos queda una suave melodía de tu saxo a lo lejos y una fecha vacía
en el calendario de nuestras vidas.
¡HIJO MIO ¡!!!!
¿Puedo quedarme allí sin hacer ruido,
donde estaban tus pensamientos?
Déjame estar allí, junto a las cosas dignificantes,
Claras, inmovibles y puras donde quedaron los
recuerdos
De tu infancia, donde están las horas cumbres de tu
vida.
Que hoy perduran en esencia y en fragancia.
Justo allí donde brotaba la catarata de ese amor que
fluía generosa a la que se inclinaba para beber del cuenco de tu mano.
Déjame, quedarme allí, con esa música que avivan mis
recuerdos y me llenan el alma.
No haré ruido solo llenare mi corazón de recuerdos y
saboreare caramelos ácidos de nostalgia.
¿Sabes hijo? Tengo en mi corazón un rincón abierto a
los recuerdos. Siempre lo encuentro lleno de alas y arrullos como una grata
plaza cubierta de palomas.
Antiguos pensamientos empedraron sus sendas, mi
memoria los abriga, los acuna, los mima.
Gozando del crepúsculo, cabalga la esperanza un
corcel de optimismo que trota sin fatiga, allí conservo todo lo bello, tu
espera, tu niñez, tu adolescencia. Hasta allí llegan como eco leve, la música,
que el sabio viento de los recuerdos agita cuando más lo siento.
¡Cuantas cosas preciosas reposan a su abrigo!
Es un rincón que siempre encuentro, abordable,
claro, cuando tengo que hablar contigo.