Habitualmente
se asocia el término calidad de vida a cuestiones eminentemente ambientales, tales
como el saneamiento, la potabilización del agua, los niveles mínimos de
contaminación del aire y el agua, la higiene de los alimentos, la recolección
de residuos, etc.-
Considerando
que el
concepto de calidad de vida es un concepto comunitario, su logro o
consecución será a partir de una planificación coherente de medidas y
actividades preventivas que abarquen todos los aspectos de la vida de una
población y, esta planificación debe construirse desde la observación y
atenta escucha de las necesidades de los grupos sociales, contando, para su
formulación como política pública, con el asesoramiento de profesionales y técnicos
especializados y experimentados en la temática.-
Vemos,
sin embargo, que se pasan por alto como factores fundamentales, en relación a
ese concepto, las características mínimas de higiene y salud que deben regir
en las relaciones sociales, ya sean familiares, escolares, laborales, vecinales,
etc.-
Actualmente,
el desarrollo de las relaciones sociales en general, dentro de un marco de salud
actual que tienda a la preservación y mantenimiento de las condiciones de salud
a futuro, está severamente lesionado por condiciones de vida que impone la
economía de mercado posponiendo prioridades relativas a la implementación de
adecuadas políticas sociales en educación, salud, vivienda, seguridad social,
empleo, etc.-
Tal
imposición ataca
la vida familiar, desde el extremo de la sobreocupación para algunos
jefes/as de familia al extremo contrario, el de la desocupación.-
Habíamos
dicho en el artículo anterior, que esta imposición pesaba negativamente en los
grupos
sociales vulnerables (niños, adolescentes, ancianos) determinada por la
ausencia concreta y durante muchas horas del día, de los adultos ocupados.
Se
generaba así una atmósfera de abandono materializada en la falta de una
columna vertebral hogareña para la enseñanza de las normas y límites a niños
y adolescentes y para el cuidado de los ancianos.-
La
falta de aportes afectivos
desarrolla cuadros de
estrés emocional
en todos
ellos pero, ¿qué pasa con los adultos?