La vida, hasta aquel momento
no le diera muchas alegrías y al ser tímida, muy tímida, no tenía muchos amigos
a quien pudiera confiar sus angustias, sus tristezas y algunos éxitos que
tuviera.
Era domingo y había en el
aire un olor maravilloso de rosas, de jazmín y de muchas otras flores,
entretanto se encontraba muy solita y a su corazón le faltaba algo, un
sentimiento que no sabía explicar.
Sin más porque se acordó de
un cuento que le encantaba y que su madre se lo contaba todas las noches para
que durmiera más feliz. Hablaba de un amor imposible y, siempre que no
conseguía dormir, pensaba en aquel cuento tan bonito y se acostaba tranquila.
Sentada en la hierba, los
ojos muy abiertos para no perder la belleza que había a su alrededor, cogió una
pequeña flor y todo le surgió en su mente:
“Érase una vez un pequeño
grano de arena que vivía en el mar y todas las noches miraba a una bella
estrella que había en el cielo y se imaginaba sueños de amor.
A él no le importaba si era
verano o invierno, pero cuando llegaba la primavera todas las noches se quedaba
esperando que su bella novia apareciese en el cielo. Sí que él era un soñador y
sabía que jamás iba a encontrar su linda estrella y tampoco su amor podía
bajarse al mar.
Ellos vivían muy lejos uno
del otro y sólo podían mirarse y así pasaban todas las noches, mirándose,
pensando , soñando y buscando un modo de encontrarse.
Pasaron años muchos años,
ella en el cielo y él en el mar y nunca el pobrecito pudo con ella casarse. Si
hubo o si no hubo alguna cosa entre los dos, hasta hoy nadie pudo comprobarlo.
Sólo se sabe que después, mucho tiempo después apareció una estrella en el mar.”
La chica se ahogaba
entre sentimientos distintos y se hacía miles de preguntas y no encontraba
solución para sus desengaños.
¿Por qué no siempre
se ama a la persona ideal?
¿Por qué se sufre
por amor?
¿Por qué estamos
siempre buscando el amor?
Siempre hay alguien
que llora por un amor no correspondido y el dolor le consume el alma, cambia
toda su vida y nada más le interesa. Hay que sufrir bastante hasta que un día
despertará más liviano y verá que sí, que hay un sol maravilloso calentando a
todos, que los pájaros siguen cantando, que las flores todavía alegran el mundo
y que todas las tardes se puede mirar un espectáculo maravilloso y nostálgico:
el atardecer.
Creía que a pesar
de la nostalgia de la puesta del sol había un amor inmenso en este acto, cuando
sus colores se escondían por detrás del horizonte, porque sabía que el amanecer
iluminaría el nuevo día que se acercaba y traería alegría a todos los seres
humanos.
De repente se dio cuenta de
que el amor nunca abandona nuestras almas porque él es vital y que nunca debemos
olvidarnos que hay distintos tipos de amor y que todos son inigualables. Amemos
como si nunca
hubiéramos
amado antes y
esparzamos las luces de este amor sobre el prójimo, así como las flores en la
primavera
siembran
sus semillas sobre la tierra.
Los momentos de sufrimiento
de un ser que ama y no es amado no es igual a nada de lo que podemos imaginar.
Sí, que se hace necesario arreglarlos dentro del alma y ver que en el universo
hay personas que sufren porque tienen hambre, otras porque perdieron sus seres
queridos, los que nunca encontraron un verdadero amor, los que sufren el terror
de la guerra, las mujeres que sufren la violencia física de sus propios maridos,
sin hablar en los millones de niños que no tienen un hogar.
El día que podamos fijarnos
en el sufrimiento ajeno, veremos que los nuestros son tan pequeños como los del
grano de arena y su amada estrella.
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