Las mujeres somos sexuales. Así lo
señala uno de los arquetipos occidentales originarios de todos los tiempos: el
Génesis dice que Eva inició a Adán en el conocimiento del cuerpo y del encuentro
entre ambos; comió del árbol de la sabiduría.
Sin embargo, es interesante
observar también que otro de los arquetipos femeninos más importante de la
historia se relaciona con la asexualidad de la mujer: la virgen como madre que
no necesita el sexo ni siquiera para engendrar.
Así, se contraponen desde lo
cultural la sexualidad y la asexualidad femeninas. Pasemos revista a algunas de
las creencias más difundidas con respecto a la sexualidad femenina.
Entre las
mujeres, ¿siempre sexo = amor?
Las mujeres hemos aprendido que el sexo está irremediablemente unido al amor. Es
cierto que el sexo con amor es mucho más satisfactorio y pleno que el sexo
casual y que, en verdad, como una vez leí, el amor es el más potente
afrodisíaco.
Sin embargo, hay algunas mujeres (cada vez más) que aceptan la posibilidad de
vivir su sexualidad libremente, experimentando y disfrutando sus encuentros
sexuales sin necesidad de establecer compromisos afectivos.
¿Cuántas veces te ha pasado de encontrarte sexualmente con alguien y
engancharte, querer seguir viéndolo, aunque en tu interior sepas que ese hombre
no es para vos? A las mujeres nos pasa más que a los varones.
Por una cuestión cultural, a los hombres les cuesta menos separar amor de sexo
que a las chicas. Con esto no quiero estimular a que las mujeres salgan a tener
relaciones sexuales indiscriminadamente.
Mi intención es mostrar que si bien son preferibles los vínculos sexuales donde
prime lo afectivo, a veces esto no sucede, lo que no impide que las personas
podamos experimentar y disfrutar el sexo, con mucho cuidado y sentido de la
autoprotección.
Diferencia entre orgasmo clitoridiano y vaginal (¿signo de inmadurez?)
¿Te pasa que como no podés alcanzar
el orgasmo sin estimular (vos o tu pareja) tu clítoris pensás que hay algo que
“está mal”? Gracias a los aportes de Freud al conocimiento sobre la sexualidad,
se plantea como una realidad que existe una diferencia entre el orgasmo
proveniente de la estimulación del clítoris y el que se logra a partir del coito
y las sensaciones de la vagina durante la penetración.
Freud decía que las
mujeres comenzaban su sexualidad, desde niñas, a partir de las sensaciones que
se perciben en el clítoris y que una vez que se alcanza la madurez, el orgasmo
proviene de la estimulación vaginal. Esta creencia es fuente de sufrimiento para
algunas mujeres (y hombres también).
El orgasmo, como sensación, es uno solo, aunque pueda ser provocado a partir de
distintos estímulos. Fisiológicamente, es el momento de descarga de la tensión
sexual que se va acumulando durante la excitación y para que se produzca suele
ser necesaria la estimulación del clítoris.
Esto puede ocurrir mediante el roce
del pene y a veces, también hacen falta caricias de los dedos o la boca. Es
natural la necesidad de estímulo adicional al de la penetración y esta necesidad
no implica inmadurez ni dificultades de ninguna especie.
Cualquier forma de alcanzar el clímax es válida y el hecho de que una mujer
necesite fricción adicional a la del pene no quita ningún valor a las
habilidades amatorias de su compañero.
¿Sentís
que él es responsable de tu placer?
¿Creés que “si él te quiere sabrá exactamente qué y cómo te gusta aunque no se
lo digas”? Esta creencia proviene del mito de que los varones deben saber todo
sobre cómo hacer el amor, cómo excitar a una mujer y también se origina en la
vergüenza que muchas mujeres tienen a veces de conocer su cuerpo y de pedir lo
que necesitan para su placer.
Cada persona es única y tiene distintas
necesidades y diversas formas de experimentar el goce. El primer paso para
satisfacerlas es conocerlas. El segundo es comunicarlas. Sólo vos sos
responsable de lo que te ocurre y de obtener lo que necesitás, pidiéndolo.
Ciertamente, muchas veces nos da vergüenza y si no estamos acostumbrad@s a
hablar de sexo con nuestra pareja, al principio puede ser difícil.
Para
atravesar esta vergüenza, se puede jugar, experimentar (primero solos y luego en
compañía) y darse cuenta de qué estímulos resultan más agradables y excitantes
(y cuáles no te gustan y no querés recibir).
Y luego conversarlo, en una charla
seria o a través del juego. Pueden descubrir juntos cosas muy divertidas y
estimulantes.
Publicado en Planeta GAE Nº
14,
Gran Aldea Editores, Mayo de 2004.
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