Creo firmemente en la
amistad sincera entre el hombre y la mujer. En verdad, si no es sincera no
existe tampoco entre varones, porque significa que el vínculo para alguna de las
partes ha nacido por un interés político, económico, sexual u otro, pero no
porque se le ha despertado un sentimiento fraternal.
Cuando la amistad es real se
vuelve una relación de hermanos, entre un hombre y una mujer permite,
especialmente para el varón, vivir un feedback de dar y recibir muy especial,
generoso y simétrico, que no siempre se da en los noviazgos y matrimonios, donde
hay uno que da y da y el otro recibe y recibe, y cuando ya se cansó de recibir
se va en busca de otro proveedor.
Ahora que… no todos los
hombres pueden tener amigas. Hay quienes para soportar la presencia biológica
del sexo complementario necesitan verla como “Cacho”, y no como una hermana o
cuñada, porque hay tipos que ven una pollera y se olvidan de todo, aunque tarde
descubran que se trataba de un escocés.
Muchos de esos especimenes
nacen, viven y mueren atrapados por una sola voluntad inevitable: llevar a la
cama a cuanta mujer se aparezca delante de ellos. ¿Estará este ímpetu originado
en el deseo frustrado de aquella primera mujer que nadie pudo tener, excepto
Edipo, y tan caro le costó?
Aunque no se anime a
proponerlo porque sabe que va a ser rechazado, o por timidez, la fantasía de
acostarse con esa amiga o compañera de facultad lo mantiene agazapado en un
perfil bajo, que no significa renuncia o resignación.
Y ella -cuando es nuestra
novia y le informamos que ese al que ella llama su “amigo del alma” no sufre de
glaucoma sino que los espermatozoides le salen del lagrimal cuando ella aparece-
se enoja con nosotros y nos dice que tenemos la cabeza podrida.
Un hombre en general, y el
novio de una chica en particular, huele a un kilómetro a ese tipo que lo único
que busca es curtirse a su chica envestido en el disfraz de amigo.
Su tono de voz, su sonrisa,
sus posiciones corporales, todo lo delata, pero ella no lo quiere ver. Ni
siquiera cuando la invita a salir a ella sola decenas de veces.
Los denuncio, pues, en
nombre de los sufridos machos, tratando de iluminar algunos casos comunes:
– Ese que se sienta en el
mismo banco y que siempre la invita a tomar café cuando la ve preocupada, y le
escribe frases de Coelho en las servilletitas de papel. En los recreos vive
preguntándole cómo diablos se enamoró del estúpido de su novio, que según él
tiene menos feeling que perro en bote.
– El compañerito que permanentemente se ofrece a explicarle álgebra nuclear y
sánscrito comercial a las tres de la mañana en su depa, porque de noche la mente
funciona mejor.
En los recreos le masajea los hombros porque él es clarividente y sabe que ella,
pobrecita, está contracturada. Y cuando van por la calle le pone una mano en el
hombro, parecen novios, pero para ella todo está bien, no hay que darle
importancia a esas cosas.
– Los ex novios que dejaron junto a materias anteriores, y que reaparecen con el
cuento de seguir siendo amigos, mandándole tarjetitas de Garfield, rosas rojas o
invitaciones gratis para antros.
– El buen samaritano, ese integrante del centro de estudiantes que está en todas
las reuniones, y tiene la “costumbre” de alcanzarla con el auto hasta la casa.
Él vive en el Polo Norte y ella en la Antártida, pero a él siempre la casa de
ella le queda “de paso”.
– El amigo de verdad (según
ella), al que se confía totalmente porque el tiene novia y está bien metido con
la chica y a punto de casarse… hace diez años. Pero nunca se le ha visto el
pelo a esa consorte.
Ese Rasputín es su sombra desde el examen de ingreso, el que tiene el oído listo
y una botella de vino sin abrir en el departamento donde vive solo, para que
ella vaya a cenar y le cuente sus penas y alegrías.
Y que, ya demasiado entrada la madrugada, la invita a que se dé una ducha en su
baño y se vaya a dormir en su cama, mientras él se recuesta muy sacrificado en
el duro sofá del living, seguramente pensando en el teorema de Pitágoras.
– El religioso, que además de estudiar con ella la quiere integrar al grupo de
la parroquia y constantemente la presiona para que vaya con él a las noches de
la caridad; la invita luego a extraños viajes espirituales en montes perdidos
que ni el Yetti en celo se animaría a cruzar.
– El tuerto afectivo, ese que mira con un solo ojo y nunca nos ve. Ella nos
presenta pero él jamás nos saluda ni registra, le habla sólo a ella como si
fuéramos una estatua viviente. Todos los años la invita sola a sus cumpleaños,
que generalmente son para solos y solas, porque ese chico pasa la vida y nunca
tiene novia.
– El cibercompañero que ya fundió tres estabilizadores de alta tensión por las
bromas con cuentos eróticos y calientes y fotos porno que le manda a nuestra
novia. Para ella son sólo chanzas sin ninguna intención, pues nunca ha leído ese
artículo tan interesante de Freud sobre el chiste y su relación con el
inconsciente, del libro Psicopatología de la vida cotidiana.
– El jocoso morenito y movedizo, que es profesor de salsa en sus horas libres
e insiste en darle clases particulares y, obviamente le dice: “¡cómo tu novio no
te lleva a bailar ritmos caribeños!” . Desde ya se ofrece a ser su anfitrión en
sitios con esa onda.
Es el que justo la encuentra con una lágrima en el ojo cuando ella se acaba de
pelear con nosotros y le quiere demostrar que la vida con él sí sería divertida,
ya que ella es la nenita que vino a este planeta a pasarla bien, y nadie se dio
cuenta salvo él.
En síntesis, para nuestra novia esos compañeritos son sólo blancas palomitas. Y
sí, vivirá rodeada de varones que al verla ponen en marcha el fantasiómetro o
que inician la trampa para osos para que ella tropiece , ¿cómo haremos para
soportarlos?.
1- Aprendiendo a convivir con la histeria femenina, aunque sea tan difícil como
lograr que Bush y Bin Laden aprendan a bailar juntos la cumparsita.
No olvideis que ante el hermano del alma que lleva el cuchillo escondido bajo el
poncho hay dos tipos de mujeres: las que son idiotas y se creen el cuentito de
la amistad asexuada y las que se hacen las bobas para pasarla bien (les encanta
tener fulanos tibios en piloto automático, o en baño maría, que las miren
siempre con cara de carnero defollado, o disfrutan de los piropos camuflados o
el chico tiene auto y se ahorra de viajar a Burzaco en “bondi”).
2- Sintiéndonos únicos como Adán, en un acto de creciente, acrobática
revalorización.
3- No mirar jamás la película Infidelidad, donde actúa Richard Gere u Ojos Bien
Cerrados con Tom Cruise. Porque si una mina pudo meterle los cuernos a Richard
Gere…o pensar en otro viviendo con Tom Cruise… nos revela la triste verdad
de que el deseo de Eva jamás se cancela.
4- Pensar que algún día ella se va a recibir y entonces estará rodeada de
colegas, camaradas, correligionarios, pacientes, clientes, proveedores,
asesores, jefes babosos, fisicoculturistas, albañiles, plomeros, monos, perros,
gatos, elefantes, así que el compañerito ha sido sólo un entrenamiento leve para
nuestra personalidad.
5- Pero nunca, never in the life, intentar hacerle ver que su compañerito de
facultad la mira con un preservativo en cada ojo, porque es inútil: a ella no le
importa saber esa verdad.
6- Y sobre todo recordar que (como escribió un gran poeta alemán) hablar es una
necesidad, escuchar es un talento…
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