De paseo por un parque observé a dos niños que jugaban en el “sube y baja”. Un
continuo arriba y abajo de caras felices, de sonrisas que alternaban entre el
cielo y la tierra.
Y pensé en la amistad, esa forma del amor que une para siempre con fuertes e
invisibles lazos que no rompe la distancia ni las diferencias.
Pensé en el amigo que está arriba y también en el que está abajo y que a veces,
con solo cargar una piedra, el que está arriba puede ayudar a subir al que tiene
problemas para ver el cielo.
Y pensé en la paradoja de la fuerza de los lazos y ese delicado equilibrio que
el egoísmo puede destrozar, o la envidia disolver.
Y contemple la sinceridad en sus miradas, que no había contaminado el veneno del
interés, y que nos da la fuerza para decir verdades necesarias y escuchar con
humildad nuestros defectos.
Dame, amigo, una o dos de esas rocas que llevas a tu espalda y sigamos nuestro
juego de la vida porque, estoy seguro, también tu harías lo mismo por mi y
nuestras sonrisas inundarán de amor la tierra y el cielo.
Dame también, amigo, una o dos de esas alegrías que traes debajo del brazo y
contagiemos de ilusión y ganas de vivir al mundo.
Para
aprender
cómo expresar y controlar tus
emociones, inscríbete ahora en nuestro curso gratis
haciendo clic
aquí.