Cada
mujer tiene un peso establecido, generalmente según rígidas tablas calculadas de
acuerdo a la talla, edad, sexo, etc; y de pronto, una , a veces, cuando va a
pesarse, descubre que esta excedida en varios kilos según lo que marca la tabla
de referencia.
…Cosa
que, por otra parte, ya había sido sospechada por nosotras. Por que, vamos a
ver: sinceramente, ¿qué mujer no sabe cuando “se paso” de peso?
Las
polleras que no prenden, los vestidos que ajustan en forma desconsiderada y
ridícula, la cara que cambia las redondeadas mejillas por mofletes, las piernas
y brazos que “se ajamonan”, la piel que se estira… ¡y las caras! ¡Las caras de
los demás!
Bueno,
esta es una parte del problema; pero hay otras. Por ejemplo, ¿Cuándo una mujer
es gorda? ¿Cuándo tiene cuatro o cinco kilos de mas, o cuando la diferencia es
mayor, y supera los diez kilos, por ejemplo?
¿Cuál es,
o debe ser su actitud ante el problema? ¿A que
causas se debe esa “enfermedad del engordar”? ¿Cómo puede curarse?
Vamos a
ir, paso a paso, discutiendo de la base de que gorda es quien paso los diez
kilos de su peso apropiado. Pero también eso lo veremos al final.
Palabra de
especialistas
En el
libro “Luz y sombras de la obesidad” su autor, el francés Richard Gernier, reúne
opiniones de distintos especialistas, de las extracto las siguientes: el
psicólogo Henry Bataillet: “Los gordos son débiles de carácter; mi experiencia
de casi quince años de convivir con gordos que traían a mi consultorio su
problema, me demuestra que también pueden ser mentiroso, personas en verdad
obcecadas por la voluptuosidad de la comida, y que esconden con evasivas su
dependencia, para evitar un problema de frustración”.
Es decir, para Bataillet
se trata de un mal de la mente, en cuyo fundamento estrictamente psicológico se
abrigan muchas dolencias, “inclusive la frigidez de la mujer y la impotencia del
hombre”.
El medico
clínico Georges Galtier habla de los peligros que acechan a los gordos:
diabetes, hipertensión arterial y problemas de orden circulatorio; agregando que
“al buscar satisfacción en los alimentos, comiendo compulsivamente se va
transformando física y psíquicamente”.
Y a
continuación: “La adaptación del gordo al medio ambiente es problemática, pues
él no se encuentra consigo mismo, e interiormente presenta un mundo de
contradicciones en que su peso es una forma de defensa, su escudo, ¿Cómo
desposeerse de él? Sin su arma de defensa ¿Como enfrentar las agresiones del
mundo exterior?”.
La
psicoanalista Giselle Fournier llama la atención a las personas que no caminan
diariamente un mínimo posible, que no practican ejercicios o deportes, ni llevan
una vida al aire libre; sobre todo después de los cincuenta años, cuando a pesar
de continuar con la misma alimentación surge la obesidad física. Hay que luchar
contra el mito de la herencia: “el hecho de tener padres obesos no condena a la
obesidad”.
A lo que
un dietologo, Robert Dusseut, recuerda que: “angustia, hiperemotividad,
frustraciones, inseguridad, ansiedad y soledad, son los estados que conducen a
un apetito exagerado. El alimento pasa a ser el hambre; el hambre tendrá como
consecuencia, mas hambre; y así se forma el circulo vicioso”, agregando: Pero
la determinación de perder peso jamás excluye la alimentación; por el
contrario, se debe comer correctamente”.
Es decir, lo justo y adecuado.
Finalmente un psicoanalista, André Senise, dice: “La gordura acarrea cansancio,
indisposición y malestar físico y mental; y no se trata solamente del aspecto
estético, sin duda de gran influencia como elemento de atracción personal,
sino que es la propia psicología del gordo, resultante de diversos factores, lo
que los coloca en una zona de neutralidad sexual, y de encuentro con la
psicosis”.
Hasta
aquí, la opinión de los entendidos.
Pero todo
esto, por acertado y eficaz que sea, no deja de ser letra vacía para nuestras
gorditas, que quieren: 1) dejar de serlo; 2) no sufrir si tienen que seguir
siéndolo.
Asumirse y
aceptarse
“Luchar
contra lo posible; o aceptar lo imposible”. O como en el viejo cuento popular,
del indiecito que sospechaba la infidelidad de su novia: “Dios mío, has que
María no me engañe, si me engaña, que por lo menos yo no lo sepa; y si lo tengo
que saber, que no me duela”.
¿Qué
puede hacer una gordita para dejar de serlo?
Acudir a
las academias especializadas, para que gimnasia, masajes o baños de parafina, de
dos a cuatro veces por semana, colaboren con los regimenes adelgazantes. Todo
esto, seguido con disciplina y bastante después de haber bajado de peso.
Los dietólogos aconsejan un tratamiento intenso, que baja el peso por debajo de lo
normal, luego se obtiene un prudente aumento (hasta lo que se considera adecuado
para la edad y la altura), finalmente se fija el peso: de ahí en adelante, con
control y método, él no aumentara.
El ultimo
recurso, pero este para las que tienen gorduras localizadas, o “rollos”; de las
que tienen flaccidez, estrías, “rollos” en el tórax, abdomen, cuello, muslos,
brazos y piernas, es la cirugía plástica.
A ella se
apela luego de un examen adecuado, vistas las condiciones de salud de la
consultante. Aunque es más caro, posiblemente es más directo y efectivo para
ciertos casos: no hay peligro de recidivas… a causa del apetito, las
tentaciones culinarias y la indisciplina.
Ahora, un
recuadro para las posibilidades amorosas de la gordita: La frustración de la
relación sexual de la gordita asume mayor importancia precisamente por
vincularse a dos aspectos de la misma cuestión: el psíquico y el somático.
Ella cae,
insensiblemente, en la frigidez; y el problema se agrava por la incapacidad para
atraer al compañero, y a la intima seguridad de que “ya no gusta”, “ya no es más
aceptable”. Y se corre el peligro de amarse contra eventuales insinuaciones
maliciosas de los amigos, con la ostentación y el exhibicionismo farsante.
Se trata,
evidentemente, de las gorditas que exhiben su peso, sus “rollos” y su deterioro
físico: “¿Bah, y a mi que me importa? ¡Al que no le gusta como estoy, que no me
mire!”
Pero hay
formas de luchar también contra esta posición cómoda, aparentemente, y por lo
general desesperada.
¡”Camouflage”,
amigas mías, “camouflage”! Asumir los kilos de más, hasta que puedan ser
bajados, con buen humor, pero con recato: sin exhibiciones.
Por
ejemplo: eliminar los colores claros, los estampados y telas con diseños
violentos adoptar ropa discreta, que no ciñe el cuerpo ni marque las curvas y
“rollos” antiestéticos: modificar el maquillaje por uno mas simple, que no ponga
de relieve la sebosidad de la piel ni el exceso de carne en zona tan sensible a
la mirada: abolir las mangas cortas y los escotes; dejar de lado volados,
tablas, plisados y cuellos espectaculares: aceptar medias sencillas y muy
delgadas, sin dejarse tentar por las modernas, bordadas y recargadas de adorno,
como las que se usan en Europa; en el invierno, evitar el uso de pieles (y desde
luego,¡ ni estolas ni visones, ni capas o boleros!), y si es muy friolenta y no
puede prescindir de ellas, que sean de pelo raso, nada de pieles peludas.
Al mismo
tiempo: visita a un dietólogo, régimen alimentario seguido con constancia y
regularidad, masajes gimnasia y baños de parafina (lo indicado es cumplir dos
sesiones semanales); recordar que se puede comer mucho, pero comidas que no
engorden, y en vez de dos o cuatro comidas suculentas, alimentarse cada dos o
tres horas, frugalmente.
Cuestiones de
autoestima
Entonces,
no se preocupe mucho: asuma su gordura. No se autocompadezca, no levante un
monumento a su desazón, no se sienta infeliz o inferior a las otras mujeres.
Trate de
duplicar sus otros encantos (intelectuales, espirituales, morales: sea mas dulce
y agradable, mas inteligente e informada, mas buena y comprensiva; acreciente
sus conocimientos, fortalezca su personalidad intelectual, asista a
conferencias, conciertos, teatro y cine para estar siempre al tanto de lo que
pasa; conviértase en una mujer atrayente; muchos mas atrayente que las otras,
por el encanto de su conversación, por la seguridad de sus conocimientos, por el
atractivo de una sólida personalidad, por su agudeza y simpatía.
Recuerde
que “mujeres hermosas hay muchas, pero interesantes muy pocas; las primeras
generalmente son olvidable por huecas, y las segundas irremplazables por
interesante”.
Pero…
atención, ¿esta segura de que es usted gorda?
Porque
cuatro, cinco o seis Kilos de mas, según los entendidos, no significan gordura.
Y hasta si se encuentra usted con un amante de las curvas…. El dirá que esta
“redondita” (o redondeada), y así mas apetitosa; su figura surgirá, matronil y
sensual al mismo tiempo, sus posibilidades de conquistar corazones (por lo menos
“ciertos” corazones) aumentaran, habrá eliminado sus problemas, sonreirá a boca
llena, y volverá a ser feliz.
Y,
después de todo: ¿Qué es más importante, ser una gordita feliz, o una flaca
desdichada? Ni lo dude: lo primero.
Por otra
parte, a lo largo de los tiempos se ha reconocido en las mujeres “rellenitas” el
ideal de belleza; y si no lo cree, recuerde a la redondeada de Venus.
Y ella se
les ha adjudicado el mayor numero de cualidades la generosidad, la alegría, el
buen humor, la gracia, la solidaridad, la bondad, el espíritu de sacrificio
(siempre que de no comer No se trate), el optimismo.
En cambio
las flacas son la imagen del malhumor, la
tristeza, el pesimismo, y otras cosas. Por lo menos es lo que dicen las
gorditas.
Bromas
aparte, la obesidad no es la felicidad; pero un discreto exceso de peso puede
serlo, sobre todo, si es asumido con inteligencia, coraje y paciencia.
¡Arriba
el ánimo! En algunos plieguecitos de grasa también puede estar el secreto de un
cierto tipo de belleza, de una particular personalidad, de una significada y
distinta felicidad. Dígase: “Tengo unos kilitos de mas, que me quedan muy bien,
y con ellos me siento cómoda; además, no me interesa tenerlos. NO SOY GORDO,
estoy feliz, y no me preocupare mas por mis rollitos. ¡listos!.
Arriba el
ánimo! El mundo la espera, tiene abiertas muchas oportunidades; y antes que
malgastar su tiempo soñado imposibles o sufriendo por cosas intrascendentes,
grandes expectativas se abren ante usted. Las preocupaciones deben merecerlas
los motivos serios, únicamente.
Hágame
caso y verá como, además de un nuevo tipo de vida, una mayor serenidad de
espíritu, una nueva belleza (si, aunque no me crea; la que surge del cuidado
extremo de la coquetería recuperada, de su despreocupación ante un problema que
no merece sus lagrimas ni sus angustias), usted accederá a una nueva felicidad.
Buena
suerte y alegría para mis “gorditas felices, y no vergonzantes”.
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