A MANERA DE INTRODUCCIÓN
Más de 30 mil clases de sustancias medicamentosas, en una cantidad superior a las 200 mil específicos de variados perfiles y colorido, posibilitan hacer frente y mitigar desde simples cefaleas a graves problemas cardiovasculares.
No es una novedad que en el mundo entero la industria farmacológica moviliza billones de dólares al año.
Por eso, con astucia rayana en la hipocresía y la miserabilidad, personas inescrupulosas, mimetizándose de beneméritos altruistas, abusan de la inocencia humana mezclando lo bueno y noble de la industria farmacéutica con la forma más vil de ganar dinero: valerse del candor y la desesperación de la gente.
Esta nota es un poco extensa, pero esclarecedora; pretende ser un llamado de atención que permita reflexionar.
Jorge Hané es un ciudadano colombiano metido a científico trucho. Está radicado desde hace más de veinte años en la península de Florida.
Actualmente ejerce un alto cargo en un “pool” de empresas de ventas por televisión – facturan un poco más de 120 billones de dólares por año – cuyo axioma es: "La inteligencia tiene límites; lo que no tiene límites es la estupidez. Aprovechémoslo".
Y así lo hacen a diario induciendo, con falacia y desparpajo, la compra de una notable variedad de productos que a la larga son desechados porque no sirvieron a los fines perseguidos. Se transformaron en objetos inútiles.
Como ejemplo están los elementos gimnásticos para que los excedidos de pesos obtengan en poco días físicos espectaculares como los de Jennifer López o de Brad Pitt. Obviamente, no hay posibilidades de reclamo alguno cuando la verdad surge y borra las mentiras.
Hané, todo un moderno Merlín, atrevido y ambicioso, sin contar con título de médico, bioquímico o farmacéutico, inventó unas grageas que llamó "Reduce Fat-Fast", producto para morigerar el sobrepeso y que gracias a la TV se distribuye por toda América.
Sin trepidar, el brujo de voz paternalista confiesa los sufridos obesos, en los cortos fílmicos, que su milagrosa creación “se vende en 72 países desde hace 12 años con excelentes resultados”.
Siempre se dijo que los mentirosos deben contar con una excelente memoria para ser creíbles. Un ejemplo chocarrero: Hané le informó a INFOBAE, el 23 de junio pasado, al referirse a la prohibición en la Argentina de su dietario, que entre otras maravillas se expende en 17 países sin problemas.
¿En qué quedamos, don Jorge, 72, 68 o 17? A veces la incredulidad del público resulta tan asombrosa como las falacias de los charlatanes. Aceptar sus exageraciones, que son fácilmente soslayables – aunque duela ser obeso -, es adoptar el carácter de cómplice.
Ese producto, salido de la mente febril de un neófito en farmacia, me llamó la atención profesional. Especialmente por la metodología de su difusión, el carácter del mensaje que le enviaba a la gente y por su distribución en nuestro país vulnerando normas legales.
Entonces comencé a hurgar en el tema y en su creador. Ello me llevó a escribir un artículo – "Farmacología: Productos para Adelgazar y Preguntas sin Respuestas" – que además del “Fat-Fast” involucraba a otro brebaje, de característica efervescente, denominado "Amerilab Silhoette", con similares objetivos y falencias terapéuticas. Ese material se difundió como nota y Carta de Lectores en el 2004, y reproducido por varios portales interactivos.
La promoción televisiva de ambos brebajes, no solo es perversa sino tramposa en sus argumentos.
Los incautos que caen en el ardid muy pronto toman conciencia de la cruel realidad: lo que les ofrecieron como una panacea universal (analicen la publicidad, por favor), es un salvavidas… relleno de plomo.
Los bribones mercantilistas que suscitan la compra de esta poción del diablo – amparados y protegidos por la libertad de expresión y comercio, lo que sería compatible con la libertad de estafar -, no pueden probar, ni científica ni clínicamente, ninguna de todas las maravillas y bondades que preconizan de manera falluta y con imágenes impactantes.
Ergo: la milagrosa metamorfosis de lograr cuerpos semejantes al de la Venus de Milo o al del David de Miguel Ángel, es puro cuento, pura chantada.
Llegado el momento, ni cantándole a Gardel ni pidiendo ayuda al Ejército de Salvación se logra revertir el feroz engaño. No hay muro de lamentos ni lugar donde reclamar. Como decíamos en nuestra niñez, don Hané exclama “pelito pa’la vieja”.
Mi artículo del 2004, sumada a la denuncia formal del Colegio de Farmacéuticos de Santa Fe y otros quejumbrosos reclamos, condujeron a que el interventor de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) dependiente del Ministerio de Salud, dispusiera prohibir la venta del "Reduce Fat-Fast" en todo el territorio nacional, pero…
Sí, siempre existe un pero sospechosamente oportuno.
Mi satisfacción como profesional metido a Quijote fue efímera. La interdicción oficial era nada más que para la creación de Hané elaborada aparentemente en los Estados Unidos. O sea, la importada.
Desde marzo de 2005 la produce un laboratorio argentino, el Survival S. R. L., destacándose que la titularidad del preparado pertenece a Sprayette, empresa que presuntamente actuaría como testaferro del brujo latino. Sprayette logró que la ANMAT aprobara “su” producto raudamente.
Se debe conjeturar que el organismo de contralor habrá recibido a satisfacción la copiosa documentación requerida, especialmente la que habla sobre su composición química (drogas principales y excipientes), las acciones terapéuticas y farmacológicas previstas, las experiencias realizadas en animales y seres humanos, los estudios de laboratorio, los países en los que ha sido registrado y, lo que también cobra enorme trascendencia, los antecedentes (currículum) del creador.
Leído que fue todo el mamotreto encarpetado, no se produjeron objeciones porque el visto bueno fue veloz. ¡Aleluya, hermano, los obesos fueron salvados!
La confianza en un preparado medicamentoso de cualquier naturaleza no implica, en la práctica, la desaparición de efectos indeseables, sino en que todos sus posibles efectos – tanto beneficiosos como contraproducentes – hubieran sido profundamente investigados, documentados y dados a conocer.
Para garantizar la correcta ejecución de los diferentes test están los organismos fiscalizadores como la Administración de Alimentos y Drogas (Food and Drug Administration – FDA) de los Estados Unidos, o la ANMAT en la Argentina. Cada país civilizado cuenta con el suyo.
Considero que al lector se le debe clarificar qué es la ANMAT, responsable ahora de que el “Reduce Fat-Fast” circule sin objeciones por nuestro país, para mayor beneficio pecuniario de Hané…
Y por supuesto también de la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos)… y de los multimedios que poseen canales de aire y cable (ingresan millones por publicidad, ¿viste?). “Business are business”.
La ANMAT es una de las áreas más importantes del Ministerio de Salud, toda vez que debe ser custodia de la sanidad pública. En esto no puede ninguna clase de dudas.
Sus misiones y funciones son las de proteger a los inocentes de la excesiva avaricia, la incompetencia, la indiferencia o el descuido. Cuatro faltas que ocasionalmente pudieran cometer alguna que otra empresa farmacológica (en particular), cuyo principal objetivo no es el altruismo, sino ganar dinero (en general).
Para algunos conocedores la ANMAT no es totalmente infalible. Es una maraña administrativa en la que médicos especialistas, expertos en farmacología y científicos, con escaso personal de apoyo y todos mal remunerados (*), trabajan en áreas con excesivas y complejas labores. Hay muchos que laboran bajo contrato porque las vacantes de la planta permanente están congeladas.
A pesar de todo, los funcionarios de la ANMAT procuran cumplir con sus quehaceres, aunque prestando mayor dedicación a las especialidades con drogas realmente curativas, recientemente descubiertas, y que implican la lectura y el análisis de la copiosa documentación requerida por las normas legales vigentes.
Muchas veces, los pedido de nuevos certificados son acompañados por decenas de páginas que requieren complejas sesiones de estudio y cotejo, imposible de mensurar en tiempo; documentación que incluye toda clase de pruebas realizadas en cobayos y personas.
No es raro suponer que la lectura de semejante cantidad de protocolos demande un largo lapso y ojos atentos y vigilantes. En ciertas ocasiones, cuando los complejos informes superan ostensiblemente a los expertos, se apela a una intercomunicación con la incorruptible FDA, con la que existen estrechos lazos de colaboración.
En este punto, y para ejemplificar, quiero recordar un párrafo de mi anterior artículo.
La FDA (hacia fines del 2004) hizo retirar del mercado estadounidense el analgésico "Vioxy", del laboratorio Merck, al que se habría encontrado responsable de infartos y muertes entre 1999 y 2003. La droga base de ese lenitivo era la rofecoxib.
De inmediato la ANMAT se hizo eco del duro informe elaborado por la FDA, y suspendió la venta en la Argentina de todo aquel medicamento que contuviera esa droga, como producto solo o asociado; eran cerca de 22 las especialidades interdictas. La totalidad de las farmacias retiraron de la venta las marcas cuestionadas.
Hay ocasiones – se comenta – en que presentaciones que se consideran menores, como por ejemplo los llamados “suplementos dietarios”, no ameritan un estudio demasiado profundo y consagrado de la documentación que el laboratorio suministra, confiándose plenamente en que la misma a sido elaborada con absoluta responsabilidad, por que es así.
Por ello, es probable que un pequeño pez se filtre por las redes siempre vigilantes de la ANMAT. Y muy bien pudo darse el caso – no quiero prejuzgar sutilmente – que el encargado de evaluar los solicitud de Sprayette, intuimos que con abundante y complejo minutario, haya soslayado algunos pasos por tratarse de un mero dietario.
¿Cómo explicar, entonces, que se aceptara que el “descubridor” del “Fat-Fast” careciera de un título profesional inherente a cualquier rama de las ciencias médicas? El chamán Jorge Hané jamás aludió algo sobre el particular.
En virtud de mi artículo y de su difusión por Internet, recibí muchos correos electrónicos que confirmaban mis dudas y abrían más y severos interrogantes.
Los remitentes ponían en evidencia el riesgo que implicaba medicarse con cualquiera de esos dos preparados, los que se distribuían en toda la Argentina sin control ni autorización oficial.
Alguno sostenía que el “Fat-Fast” contenía “Picolinato de Cromo”, una sustancia que puede ser efectiva si se la ingiere acompañada de ejercicios, una alimentación balanceada y sobre todo con una consulta al médico antes de ingerirlo.
Me apuntaron también que los dos dietarios producían insomnio, mareos, enterocolitis, hipotensión y decaimiento general. Pero lo inefable es que ambos estaban vedados para diabéticos, lo que se omitía informar.
Por lo tanto esto implica afirmar que estábamos – y aún lo estamos – ante un proceder imprudente, desaprensivo, grosero y peligroso.
Por ello, y a pesar de la licencia conferida por la ANMAT tanto al laboratorio que la produce y a Sprayette que la vende, las entidades como Acción del Consumidor (Adelco); Asociación de Consumidores y Usuarios de la Argentina (Adecua); Asociación Proconsumer (Protección Consumidores del MERCOSUR) y Lealtad Comercial, deberán estar más alerta de lo que estuvieron nunca.
Siempre hicieron oídos sordos a nuestros llamados de atención, lo que en cierta forma esa omisión las hacía también responsables de cualquier eventualidad.
Ninguna de esas agrupaciones se dio por enterada de la trasgresión que permitía la libre circulación de un supuesto fármaco, importado y sin aprobación.
Nada más apropiado para el creador del "Reduce Fat-Fast" el adagio que dice "Cuando al pícaro le cierran una puerta, siempre logra abrir otra", ya que ahora las onerosas píldoras – la dosis para quince días cuesta $ 149,90 (el 21 por ciento del IVA lo recauda el gobierno) – circulan con mayor libertad.
El alto precio de este "aliado para una vida mejor", según Hané, lo convierten en las grageas más caras que se venden en el país. Pero, ¿cuántas dosis requiere una persona (hombre o mujer) para disminuir 25 kilos, por ejemplo?
¿Durante cuánto tiempo deberá continuar medicándose para mantener el peso ideal, ello si supuestamente logra el objetivo de bajar esos 25 kilos? Y la pregunta del millón: ¿qué cuernos las hacen un producto más oneroso que un antibiótico de última generación?
Todas las drogas activas ejercen determinados efectos en el organismo. Algunas medicinas – como los antibióticos, que destruyen las bacterias, los hipnóticos, que hacen dormir, o los anticonceptivos que inhiben la ovulación – poseen efectos fácilmente explicables, lo que posibilita demostrar su eficacia.
¿Sprayette puede declarar, bajo juramento de ley, que con el "Reduce Fat-Fast", los obesos lograrán lo que se le promete? La ANMAT, ¿puede certificar lo mismo a partir del protocolo presentado, analizado y aprobado?
¿El Instituto Malbrán fue consultado para que investigara y convalidara la relevante creación del taumaturgo Hané?
Pero aún queda en la nebulosa qué determinación se tomará sobre el "Amerilab Silhoette", la otra gran chantada con la que – así lo prometen sin hesitar – las grasas se quemarán ¡en una semana!
Se llegó a la coronación de la desfachatez al afirmar que “se ha comprobado que “Amerilab” es 150% más efectivo que cualquier otro producto”.
Comprobado, ¿cómo? ¿De qué manera? ¿Mensurado con qué otros? ¿Dónde está la documentación que lo acredite? Puede haber ingenuos que compren buzones, pero no todos somos estúpidos y fáciles de engañar.
Lo que la gente ignora – y ahí es dónde apunta la publicidad vil y engañosa – es que la único realmente probado es que no existe ningún específico que pueda eliminar la grasa corporal. Lo único que logra adelgazar el “Amerilab”, al igual que el “Fat-Fast”, son los bolsillos de los incautos.
¿Los bioquímicos de la ANMAT y los del “Instituto Malbrán”, pueden convalidar que la grasa corporal se elimina tan fácilmente en una semana o quince días? ¿Es posible corroborar que el “Fat-Fast” es tan efectivo como se enfatiza?
Ya lo decía mi abuelo Isidro: "Lo que hace que un funcionario tenga el reconocimiento de la población, es la preocupación, la dignidad y responsabilidad con que cumple las funciones para la que fue escogido".
Y aquí en la Argentina, aún no sabemos si esto puede ser aplicable en materia de Salud. Esto dicho con todo respeto y sin ánimo de ofender.
* * *
(*) Merece una aclaración cuando hablo de “mal retribuidos”. Lo que sigue no implica culpar a nadie de nada, ni mucho pretender que de manera implícita le esté endilgando el mochuelo de corruptos a agentes de ese Estado del que alguna vez fui parte. No es una novedad que todo el personal de la Administración Pública Nacional está mal pago, tanto los profesionales como los administrativos. Es una verdad absoluta que sus salarios se encuentran exageradamente atrasados y con pocas posibilidades de una pronta recuperación. La A. T. E. (Asociación Trabajadores del Estado) solo promueve movimientos de fuerza en aquellas áreas donde los conflictos realmente cobran notoriedad porque afectan de manera directa a la población (v. g. hospitales públicos o Institutos como el Malbrán). Los paros – a veces considerados salvajes porque son aprovechados por activistas políticos – toman estado público de inmediato generando una pronta búsqueda de soluciones. El personal técnico y los empleados de la ANMAT son parte de esos trabajadores mal retribuidos, sin embargo carecen de la fuerza de otros sectores como para paralizar sus tareas, movilizarse y presionar a la autoridades. Que haya conflicto gremial en la ANMAT, por corto o largo lapso, solo provocaría demoras en el estudio, análisis y autorización de nuevos específicos, que a nadie perjudica. A los agentes afectados por los magros salarios solo les queda la resignación y digerir su enojo y frustración. No sería nada extraño conjeturar que sus tareas puedan atenuarse, que morigeren con causa sus esfuerzos y acepten, sin mayores problemas, las solicitudes de nuevos certificados.
San Carlos de Bariloche, 25 de julio de 2005
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