La adolescencia es una época crítica por la desestructuración y reorganización de la personalidad que acompaña el desarrollo que transforma al niño en adulto. Es la segunda gran etapa evolutiva del desarrollo psicosexual: la redefinición de la identidad y la individuación.
Para los adolescentes, esta época vital contiene tantos cambios y desafíos que a menudo les es abrumador sostener sus múltiples aspectos simultáneos.
Están necesariamente absorbidos con su propio desarrollo físico, crecimiento intelectual y emocional, vida social y conciencia creciente de la complejidad del mundo más amplio en el cual viven más allá del amparo familiar.
Apenas existen instantes de espacio para los duelos por las imágenes de sí mismos, sus padres y la vida e ideales de la niñez, hoy dejados atrás. Sin embargo, estos duelos subyacen inconscientemente en la cotidianeidad, a menudo dificultando la asunción de las responsabilidades y los desafíos del presente.
Emergen a la superficie en los exámenes prolongados del cuerpo en el espejo, en el ensimismamiento típico, en la búsqueda de reconfirmación de las ideas y la identidad de gustos con los amigos, para nombrar pocos indicadores.
A menudo los chicos provocan reacciones negativas en los padres aparentemente sólo para poder luego discutir, para ver hasta dónde los padres sostendrán sus posiciones y limites. Pueden llegar a confundir a los padres más concienzudos, con argumentos aparentemente contundentes acerca de algo que en el fondo realmente no quieren.
Al mismo tiempo, la adolescencia es también una época de expansión, creatividad, autodescubrimiento, y enorme vitalidad; muchos jóvenes la sienten así. Son curiosos, activos, cuestionadores y productivos. A esos aspectos vitales, buscamos reforzar y orientar.
El mundo de experiencias directas del adolescente contiene muchas promesas de placeres, con poca valorización del esfuerzo. En el código adolescente el placer tiene gran valor y el displacer no debería ser soportado.
Así se defienden de sus propios dolores de crecimiento y del padecimiento de sus mayores, cuya ética de sacrificio no siempre les parece atractiva.
La inmediatez, la baja tolerancia a la frustración y a la postergación son actitudes que los adolescentes convierten en acción frecuentemente impulsiva. Todo ya; quién sabe lo que será mañana o si vale la pena esperar otra cosa diferente a lo que se puede hacer ahora. ¿Esto refleja algo de su percepción del mundo adulto?
La velocidad de los sucesos (tipo vídeo clip) y la cultura del zapping, que dificulta quedarse a profundizar, serán los reflejos de un mundo de estímulos tan intensos que se vuelven inasibles.
Ellos propician relaciones superficiales (light); no se tolera el enfrentar dificultades y se producen contactos más efímeros. Por “light” se entiende lo que no moviliza ni exige demasiado, está más dirigido a lo sensorial que al sentido, cubre la superficie, modelado sobre la imagen de dos dimensiones: TV, cine, videos, juegos todos ofreciendo contacto a distancia; lo virtual tiene su dimensión de realidad.
Transmite imágenes de un sentir que luego son difíciles de eludir en otra dimensión de la realidad. Esta forma de organizar la realidad también es transferible a un modo de vincularse, a menudo mediatizado por objetos de consumo. No es sólo una metáfora, sino una manera de manejar una realidad demasiado compleja, simplificándola.
Sin embargo, esto no resulta del todo satisfactorio, contiene sus contradicciones: produce tensión cuando falta de sensación de plenitud que acompaña a las experiencias interpersonales más intensas y comprometidas. Lleva tiempo elucidar esta complejidad, mientras se está tratando de manejar tantos cambios internos y externos.
Ser parte del grupo, pertenecer, no ser distinto es más imperativo para los adolescentes que en cualquier otra etapa. Se necesita el apoyo (real e imaginario) de la identificación con los pares para soportar la separación y el duelo por los padres idealizados de la niñez y también para comenzar a construir los proyectos futuros que se realizan entre pares generacionales.
Para muchos el consumo convalida la identidad; el valor de los objetos y su poder para satisfacer necesidades y deseos es un mito actual. Los adolescentes ¿han sido programados para percibir la falsedad en esta premisa?
También buscan valores, pero a veces son escépticos, descreídos de la efectividad o la veracidad de los valores de la generación anterior, especialmente cuando observan dolorosamente su desengaño. Los valores de los adolescentes están en relación a los de los adultos: estos son los modelos con los que se identifican o con los que se enfrentan.
Nuestra sociedad se ha vuelto más individualista, competitiva e insegura y menos solidaria para los adultos también. Menos comunicación plena, más soledad y aislamiento; cambios rápidos, más tecnología donde la valorización del objeto compite con la interacción humana. Estas realidades pueden confundir a los adolescentes.
Cuando sufren malestar, están disconformes con el mundo que encuentran y sienten que lo tienen que pasar bien, porque es lo que les queda, invierten sus expectativas en el presente, y las desvían del futuro.
Pueden buscar la satisfacción a través de distintos objetos de consumo, como tantos mensajes han prometido y lo que muchos han visto en su experiencia directa. Esto los hace más vulnerables… más vulnerables a experimentar como actividad grupal y avanzar luego individualmente hacía vínculos extremos y exclusivos con objetos-panaceas que llenen los vacíos, alivien las ansiedades y ofrezcan satisfacción inmediata, sin esfuerzo.
Lo que se observa trabajando con jóvenes es que están ávidos de poder hablar sobre el mundo de sus vivencias con adultos a quienes consideran interlocutores válidos. Nos exigen una posición de estar dispuestos a pensar en conjunto sobre un mundo complejo que, en muchos momentos nos deja perplejos y disconformes a nosotros también. No tendremos que tener todas las respuestas. Sí, a estar dispuestos a reflexionar, cuestionar juntos y acompañar en la búsqueda.
Nuestro acompañamiento ayuda en la profundización de las ideas y la confrontación con una realidad tan compleja y multifacética, tan difícil de abordar sólo. Lo que piensan y hacen los padres es de importancia fundamental para la orientación y el fortalecimiento de los adolescentes en su búsqueda de identidad y autonomía.
Es un lugar de transferencia de valores que no se puede dejar vacante. Este es un desafío que asumimos en el trabajo día a día con nuestros jóvenes, el trabajo que compartimos la escuela con la familia.
Por: Lic. Carola Diamondstein
Asesora Científica del Programa de Promoción de la Salud y Prevención – ORT Argentina
Dr. Alberto Cirulnik
Director Dto. Medico – ORT Argentina
Fuente: ORT Argentina
Aprenda lo que todo padre debe saber para ayudar a sus hijos a mantenerse lejos de las drogas, con nuestro libro digital gratis Prevención de las adicciones – Guía para los padres
Haga clic aquí para descargarlo