Lo más valioso bajo el sol

Aumentando nuestra autoestima con cada cosa que hacemos

Tomando en cuenta su tamaño y peso, tal vez el objeto más valioso del mundo, o por el que alguien haya pagado más, es la estampilla de correos “Un centavo negro sobre púrpura”, emitido por la Guyana Inglesa en 1856.

Es quizá también la estampilla mejor estudiada y conocida del mundo filatélico. Fue vendida hace algunos años, en subasta pública por la módica suma de ¡doscientos ochenta mil dólares!

Seguramente nunca soñó el joven escolar L. Vernon Vaughan en su nativa ciudad de Demerara, Guyana Inglesa entonces, que aquel trocito de papel adherido a una vieja carta familiar, que él descubrió y guardó en su colección de estampillas, pudiera llegar a tener un valor tan alto. Guyana, como es conocida hoy en día, formó parte del imperio británico bajo el nombre de Guyana Inglesa.

La ciudad de Demerara hoy se llama Georgetown. En tiempos de la colonia, Guyana contaba con un eficiente servicio postal, centralizado en la capital. 

Ahora, que si tomamos en cuenta su utilidad práctica, no valdría mucho. Quizá usted nunca hubiera pagado ni siquiera cien veces menos por ella. Y se hubiera sentido ofendido si le hubieran propuesto cambiar la famosa estampilla por uno de sus ojos.

Nadie, en sus cabales, se dejaría cortar las manos o los pies por poseerlo. Y es que cada persona es más valiosa que cualquier otra cosa bajo el sol. Se nos ha dicho que fuimos creados por Dios a su “imagen y semejanza”, pero aparentemente nos es difícil comprender esta enorme idea en su totalidad.

Ello nos hará vivir cada día con alegría y agradecimiento. Somos valiosos porque Dios nos dio un potencial latente que podemos multiplicar muchas veces. Tenemos habilidades y destrezas esperando a ser desarrolladas para hacer de nosotros y de lo que hacemos, algo realmente muy valioso. 

Las preguntas cruciales en nuestras vidas deberían ser: ¿Cómo puedo yo descubrir mi verdadero potencial? ¿Qué necesito hacer para acrecentar mi valor? ¿Cuándo lo haré? 

LO NEGATIVO: Seguir menospreciándonos al creernos algo vulgar, carente de valor, y actuar en consecuencia.

LO POSITIVO:
Percatarnos de que somos lo más valioso bajo el sol. Comprender que diariamente tenemos la oportunidad, en cada cosa que hacemos, de aumentar nuestro propio valor.  

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