Y es a partir de esa interrogación que nos plantea el dolor que maduramos y empezamos a dar a las cosas su verdadero valor.
Si no fuera por el sufrimiento nos acomodaríamos en nuestras propias limitaciones físicas, emocionales y mentales y nos quedaríamos enquistados en nuestros pensamientos y sentimientos actuales, perdiendo esa perspectiva de las cosas, mucho más plena, que se nos quiere enseñar a través del dolor.
Podemos pensar que sería mejor no tener que aprender a base de "palos", pero las leyes que rigen esta vida parecen ser así.
Así, podemos darle al sufrimiento una perspectiva totalmente positiva considerando estas enseñanzas. El resultado de reflexionar en profundidad estos temas y contrastarlos con la vida de cada día es que de nuestro interior empieza a surgir el agradecimiento; aprendemos a agradecer todo lo que nos ocurre a nosotros y a nuestros seres queridos.
También creemos que las pruebas que nos suceden nos vienen impuestas por alguien lejano, quizás un dios justiciero e insensible. Nada más lejos de lo que ocurre en realidad. Todas las circunstancias que componen nuestra vida las hemos elegido nosotros mismos, con la ayuda de nuestros guías, en el periodo anterior a nuestro nacimiento en esta tierra.
En esta vida no existe un destino fijo y rígido, que no se pueda cambiar, pero sí que escribimos en el libro del destino los sucesos que queremos que ocurran para poder obtener todo el conocimiento posible a esta dolorosa encarnación.
De esta forma, por muy duras que sean las circunstancias, damos gracias por la oportunidad que la vida nos ofrece para poder aprender y nos sentimos orgullosos de lo valientes que hemos sido al elegir y aceptar las pruebas y las cargas que la vida nos impone.
El problema principal con respecto al sufrimiento, parece estar en que las personas tenemos un sentido de los valores que no coincide con los valores que aparentemente rigen la vida.
En nuestro deseo de vivir las cosas agradables y sentirnos satisfechos y afirmados, seleccionamos constantemente a las personas y las circunstancias como buenas y rechazamos las que creemos desagradables o negativas.
Amamos a los seres que conviven con nosotros porque con ellos tenemos un intercambio afectivo, vital e intelectual; y entonces quedamos supeditados a estas personas porque la satisfacción que vivimos en este intercambio la asociamos tan estrechamente a la imagen de tales personas que para nosotros se convierte en una necesidad el seguir teniendo esta imagen o persona junto a nosotros.
Y cuando ella desaparece de nuestro horizonte, de nuestro contacto físico humano, todo nuestro se siente desamparado, abrumado por esa carencia.
Todo el problema, pues, del sentido del sufrimiento, de las desgracias, reside en el hecho de que estamos utilizando la vida y sus circunstancias para adquirir y poseer una seguridad, una felicidad y un bienestar. Y esto parece que no es el sentido real de nuestra existencia.
Los seres humanos no estamos aquí para pasarlo bien, para acumular o para crear una serie de situaciones agradables en las que el "yo" se afirma y a las que nos apegamos.
Estamos aquí para descubrir la realidad, la verdad de lo que es. Si viviéramos cualquiera de nuestras situaciones de un modo consciente y atento, descubriríamos que las cosas actúan como estímulos y que respondemos a estos estímulos y, que esta respuesta nos descubre a nosotros mismos.
Es en esta relación con todas las cosas que podemos conocernos a nosotros mismos y a lo que nos rodea.
Siempre que en la vida nos encontramos con dificultades es porque hay algo que hacer. Hemos de cambiar algo, o bien en relación con el exterior o con nuestro interior. La adversidad no es algo que que la vida dirige contra nosotros, no es algo que se nos mande.
La adversidad es un modo natural de funcionar de las cosas que se opone a nuestro modo no natural de ver las cosas. Las dificultades no están regalando, si estamos despiertos para verlo, una lección de verdad, de la verdad; nos obligan a que descubramos que en nosotros hay algo que funciona mal, algo que está equivocado o que está poco desarrollado.
El palo: Evitar el sufrimiento
Para comprender las relaciones entre el deseo y el sufrimiento debemos establecer una distinción fundamental entre dolor y sufrimiento. A pesar de que se suele suponer generalmente que ambas cosas son idénticas, no lo son.
El dolor no se puede evitar. En realidad, tanto el dolor emocional como el físico son útiles y nos ayudan a sobrevivir. El dolor nos recuerda, de una manera que no podemos pasar por alto, que debemos ser más cuidadosos.
El sufrimiento, por su parte, es opcional e innecesario, son las ganas de mortificarnos el que le da vida. Esta distinción puede parecer extraña en un principio.
El dolor es una reacción física o emocional inmediata. El dolor puede ser ligero o grave en función de muchos factores, pero nadie puede librarse por completo del dolor.
El sufrimiento es una reacción más compleja y prolongada que puede acompañar o no al dolor, en función de cómo interprete la persona lesionada el significado del dolor y de las circunstancias que lo acompañen.
El dolor se puede llevar con resentimiento, con miedo y con angustia, en cuyo caso equivale a sufrimiento, o se puede llevar con alegría y con buen ánimo.
La aflicción, la humillación, el dolor y la muerte
En la mayoría de culturas occidentales, hablar de estos temas es tan poco aceptable socialmente como hablar de las funciones fisiológicas. Pero tanto unas como otras son parte inevitables de la vida.
El monje y maestro budista tibetano del siglo XI Milarepa lo expreso así:
"Todas las ocupaciones terrenales tienen un final único e inevitable, que es la aflicción. La adquisición termina en dispersión; la construcción, en destrucción; las reuniones, en separaciones; los nacimientos, en muertes.
Sabiendo esto, debemos renunciar desde el primer momento a la adquisición y a la acumulación, a la construcción y a la reunión; y, siguiendo con fidelidad los mandatos de un gurú eminente, dedicarnos a comprender la Verdad".
El filósofo griego Epicleto dijo:
"No son los sucesos los que nos inquietan las mentes de los hombres, sino la visión que ellos tienen de los sucesos".
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