A modo de introducción sobre la depresión
Según el diccionario LEXICÓN KAPELUSZ DE PSICOLOGÍA DE HENRI PIÉRON:
"Estado mental mórbido caracterizado por lasitud, desaliento y fatigabilidad acompañado con frecuencia de ansiedad más o menos acentuada. Forma mínima de la melancolía."
Del latín depressio, hundimiento. Tal es el estado experimentado por quienes la padecen, una sensación de hundirse lenta y gradualmente.
Tanto el estado depresivo como la depresión propiamente dicha, interfieren en la persona produciendo alteraciones en su medio, en su familia, en el trabajo y en su sexualidad.
Una de las características principales que acompañan este cuadro es el estado de ansiedad.
Consideramos los factores psicosociales como una de las causas determinantes en la adquisición y desarrollo de la depresión.
La predisposición hereditaria se plasma en real en tanto y en cuanto esté reforzada por la historia personal desde el momento del nacimiento. La educación refuerza o revierte las predisposiciones orgánicas.
Entendemos que aún en el caso de no existir factores hereditarios es posible la adquisición de esta enfermedad, a partir de la realidad histórica y actual de la persona.
Por lo que es necesario captar qué fenómenos sociales de las últimas décadas están determinando la aparición de la depresión en cada persona.
Nos referimos a los siguientes fenómenos sociales:
– recesión económica.
– inseguridad social.
– carencia de proyectos.
– marcado egocentrismo.
– ruptura de redes sociales y lugares de pertenencia.
– aislamiento social.
Estados depresivos
La depresión como padecimiento psíquico está asociada a relaciones insalubres.
Es este un estado mental caracterizado – entre otras – por lasitud, desaliento, cansancio, angustia, acompañado con frecuencia de ansiedad más o menos acentuada.
Malestar que puede oscilar desde una situación de inactividad casi total, hasta sensaciones de desánimo, desgano, tristeza, indeterminación, falta de energía etc..
Podemos hablar de particularidades (entre otras) que anteceden y rodean a los estados depresivos profundos:
– Situación de vida personal y relacional de exigencias, necesidad de desarrollar una gran actividad, búsqueda de la perfección.
– Estilo de vida sólo al servicio de los deseos, demanda y requerimientos de los demás.
– Haber contraído nuevas dolencias que aquejan hace unas dos décadas: el comoqueismo y el quemeimportismo: estilos de vida por los que parecería que todo tiene el mismo valor, lo importante no importa y todo da lo mismo.
– Máscaras y caretas creadas para aparentar un determinado estilo de vida que no es propio.
– Incapacidad o gran dificultad de expresar directamente las incomodidades, los sentimientos displacenteros.
– Relaciones (especialmente de pareja) centradas en la competitividad.
Brindamos estos datos como alerta para captar la necesidad de acudir a la consulta, ya sean estas características propias o de cualquier otra persona que pueda requerir asistencia.
Los síntomas depresivos en la vida cotidiana
La depresión es un problema que afecta a la población en general. Este problema afecta más a las mujeres que a los hombres.
Podemos definir a la depresión como un conjunto de síntomas tanto fisiológicos como cognitivos y conductuales.
Entre los fisiológicos, está una inhibición de la actividad nerviosa, pero lo más importante se encuentra en los aspectos cognoscitivos. En cuanto al estado de ánimo, el paciente puede tener un estado de euforia, aunque al mismo tiempo, se encuentra irritable.
La depresión es un estado en la que el paciente tiene frecuentes pensamientos de derrota, se encuentra en un estado de ánimo abatido sin causa aparente. A pesar de que tiene lo que se podría llamar "todo en la vida", en el sentido de que no tiene razones para sentirse mal anímicamente, pero a pesar de esto se sigue sintiendo mal (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1983). Por ejemplo, desde que amanece hasta que anochece, se la pasa llorando todo el día, y así de esta manera durante semanas.
Brage y Meredith (1993) mencionan que del 10 al 20% de las personas adultas presentan síntomas depresivos en algún momento de sus vidas. Estos síntomas se vinculan a trastornos de tipo afectivo que se ligan directamente a la alteración de la capacidad afectiva del individuo que es patente no solo en el caso de la tristeza, sino también en la incapacidad de dar afecto recibirlo de quienes nos rodean.
Tenemos entonces que la depresión puede ser interpretada por una alteración de la capacidad para captar, sentir y manifestar afectos. Cleghorn (1993), considera que pese a que la depresión es una de las enfermedades mentales más comunes, también es cierto que 90% de la población lo puede tratar de manera eficaz y que tiene una duración relativamente corta, que puede durar semanas o meses y en sus casos más extremos quizás un año o más, aunque en un 30% de los sujetos se puede llegar a establecer una depresión crónica con graves consecuencias.
Coleman (1990) menciona que estos casos más severos de depresión puede haber una completa transformación de la realidad, respecto a las percepciones visuales y auditivas del individuo, que van desde el deterioro corporal a sentimientos increíblemente irracionales relacionados con ideas de pecado, culpa y enfermedad.
La depresión es una entidad psiquiátrica, ya que ha sido clasificada, analizada y estudiada por esta disciplina. Por un lado se menciona que existen dos tipos de depresión, la endógena, en la cual las causas se encuentran en el interior del sujeto, por ejemplo, como resultado de una alteración en los electrolitos del cuerpo; la otra es la exógena, en la cual las causas son externas, por ejemplo, una muerte cercana. (Davison y Neale, 1980).
Psicoterapia y depresión
Los tratamientos psiquiátricos han consistido básicamente en terapia farmacológica con los beneficios y efectos iatrogénicos que conlleva esto y psicoterapia individual, grupal, familiar y/o de pareja.
Por otro lado, los tratamientos psicológicos se han planteado desde algunas perspectivas teóricas. La aproximación conductual afirma que las conductas de depresión se ven reforzadas, mientras que las conductas normales son extinguidas; todo esto debido a una modificación accidental del ambiente externo, por ejemplo, una muerte cercana.
Las aproximaciones cognitivas, hablan de una deformación en la forma en que se observan las cosas. Es decir, que el sujeto analiza de forma errónea el ambiente que le rodea. Beck y Shaw (1981) plantean, entre otras cosas, algunos tipos de errores lógicos que comente con frecuencia la persona con depresión: conclusiones arbitrarias, abstracción selectiva, generalización y maximización de lo negativo, así como minimización de lo positivo.
El comportamiento abierto, así como los pensamientos, no son fenómenos diferentes ni pertenecen a una categoría diferente. Más bien son parte del mismo fenómeno, de la misma categoría. Es decir, mediante un entrenamiento en habilidades y cambios ambientales familiares se logra el cambio.
Por otro lado, existen métodos terapéuticos cognoscitivos en los cuales se convence al paciente, por medio de la persuasión, de su razonamiento equivocado. En este sentido, el cambio psicoterapéutico tiene que tomar en cuenta que es necesario utilizar los dos tipos de métodos de cambio.
Uno de los métodos de cambio cognitivo, es la Terapia Racional Emotiva. Esta terapia parte del principio de que el pensamiento crea emoción. Dentro de las teorías de la emoción que toma en cuenta está la teoría de la evaluación.
Cuando se observa un estímulo, el sujeto lo analiza, determinando si es peligroso, inofensivo, atractivo o repulsivo; y de acuerdo a este análisis, responde con respuestas de aproximación, de huida o de retiro. Ahora bien, esto tiene que ver con lo que el sujeto se dice a sí mismo. Constantemente nos encontramos hablándonos a nosotros mismos.
Ese discurso constante mediante el cual establecemos planes, determinamos la capacidad de nuestra energía, etcétera. Pero esta habla interna es tan constante, que perdemos la atención sobre este evento y cuando se le pregunta al paciente lo que se dice a sí mismo, éste contesta que nada.
Además, existe un fenómeno que llamamos sobre-aprendizaje, en el cual las respuestas comportamentales se convierten en automáticas. Por ejemplo, cuando se aprende a manejar, alguien lo va instruyendo a uno sobre lo que se tiene que hacer. Luego, nos instruimos a nosotros mismos y finalmente, las respuestas para manejar, se vuelven automáticas.
Manejamos "sin pensar", pero implícitamente siempre se encuentra una autoinstrucción o autoverbalización. De esta forma, lo que el terapeuta tiene que hacer es conseguir que el paciente ponga atención a sus autoverbalizaciones, las analice y las sustituya por autoverbalizaciones que le provoquen al paciente menos problemas (Ellis 1980).
La técnica consiste en enseñarle al paciente el método del ABC, que consiste en pedirle que nos indique una situación que le provoca una emoción desagradable:
Lo importante es demostrarle al paciente que el origen de sus estados de ánimo no está en el ambiente, en su familia, en sus amigos, en su trabajo, sino en la forma en que interpretan los fenómenos que les acontecen. Por supuesto que hay cambios ambientales que definitivamente afecta a una persona, como una puñalada, la muerte de un hijo, etcétera, pero en general, a la persona con problemas emocionales no le ocurren cosas así.
Durante el uso de la Técnica, el terapeuta tiene que hacer uso de todas sus habilidades de persuasión, demostrando lógicamente el razonamiento equivocado del paciente. Las razones básicas son pragmáticas: si un pensamiento provoca malestar, sentimientos indeseables, entonces es una idea irracional. La idea básica consiste en disfrutar lo disfrutable de la vida y sufrir menos lo que nos provoca sufrimiento (Ellis, 1980).
El valor de la Terapia consiste en que es una técnica que permite la modificación de la forma en que el paciente observa el problema y le da alternativas de solución.
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