Es un buen momento para ponerse a pensar en la importancia que tiene el hígado para nuestra salud y estado de bienestar. Comenzamos el día con una ducha donde los vapores del cloro comienzan a disparar desde tempranito la escalada de radicales libres; y no mencionemos los restos de metales pesados, medicamentos y otros contaminantes presentes en el agua corriente.
Un buen desayuno nos puede deleitar con unas tostadas con margarina y mermelada comercial, un café con leche con mucha azúcar… y corriendo a la oficina; nutrientes lo que se dice nutrientes, más bien poco o nada, eso sí, más vale que nuestro hígado esté en forma.
Otra vez te sientes molesto por esa alergia que un especialista te ha dicho que es al polen y otro al polvo, pero que por las dudas no tomes sol ni comas trigo; sin embargo, como en la gran mayoría de los casos, no sospechas que esa alergia seguramente tiene una causa más universal: los contaminantes derivados de la combustión de la gasolina.
Bueno ahora que los sabes juntarás dinero para comprarte un buen coche con calefacción y aire acondicionado e irás a la oficina con las ventanillas cerradas, evitando así respirar las porquerías del aire… pero tranquilo, no te apresures, en tu coche nuevo, muchos de los componentes están fabricados con cloruro de vinilo que, al cerrar las ventanillas, inevitablemente inhalarás predisponiéndote a un cáncer hepático….
Tal vez no seamos conscientes de ello, pero muchos de los artefactos que nos traen comodidad están poniendo en riesgo continuo nuestra salud, y como es prácticamente imposible deshacerse de ellos, tenemos que buscar la forma de sobrevivir con el menor efecto negativo para nuestro equilibrio orgánico.
Para lograrlo, la mejor estrategia (si no podemos irnos a vivir a una isla desierta y comer lo que nos da la naturaleza) será hacernos amigos de nuestro hígado y ayudarle a funcionar lo mejor posible.
El hígado no descansa y dependemos de él para eliminar bacterias, virus, parásitos, colorantes, pesticidas, medicamentos y un sinfín de porquerías que nos invaden segundo a segundo.
Cuando esta agresión se magnifica por nuestro erróneo estilo de vida, comienzan las manifestaciones de nuestro estado de toxemia en forma de acné, picores, sarpullidos, dolores de todo tipo, problemas digestivos, cansancio y enfermedades "a la carta".
Si a esta altura ya has llegado al convencimiento de que el hígado necesita ayuda encontrarás en el cardo mariano al mejor amigo que este órgano pueda tener; las semillas de esta planta protegen, estimulan e incluso fomentan la regeneración del tejido hepático.
Desde el punto de vista de la medicina biológica, los naturópatas solemos recomendar como base de cualquier tratamiento una profunda desintoxicación previa; no importa la enfermedad que se padezca, con un terreno intoxicado se hará mucho más difícil restaurar un equilibrio saludable, si es que este fuera posible de alguna manera.
Si bien el hígado no es el único órgano encargado de desintoxicar el cuerpo, podemos considerarlo como el gran director de una orquesta compuesta por el intestino, los riñones, los pulmones y la piel.
La silimarina, el principal componente activo del cardo mariano, se utiliza para tratar con éxito hepatitis, cálculos biliares, cirrosis, psoriasis, mononucleosis, fatiga, intoxicación por medicamentos, lupus, entre otras patologías.
Según la patología que deseemos tratar, la dosis de polvo de cardo mariano variará entre 1 y 3 gramos diarios que se ajustará según indicación profesional; también puede beberse en infusión que se prepara a razón de 100 gramos de semillas por litro de agua y se toma en tres o cuatro veces; por último, podemos recurrir a la tintura cuya indicación suele ser 30 a 50 gotas en medio vaso de agua tres veces al día.
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