Te invito a responder el siguiente cuestionario:
Veo siempre lo positivo de cada problema |
Sí |
No |
Llego a acuerdos efectivos para solucionar todos los problemas |
Sí |
No |
He aprendido a separar a las personas de los problemas |
Si |
No |
Resuelvo los problemas convirtiéndolos en oportunidades de crecimiento |
Sí |
No |
Ayudo a los demás a que miren el cambio como algo beneficioso |
Sí |
No |
Mantengo una actitud positiva ante las situaciones adversas hasta transformarlas |
Sí |
No |
Mis felicitaciones si has logrado una puntuación de cuatro síes o más. Eres un líder que se enfrenta a los problemas exitosamente.
Si comprendemos que un problema es el resultado de la tensión producida por dos o más puntos de vista opuestos, entonces podemos afirmar que algunos problemas pueden desaparecer, otros nunca desaparecerán, unos cambiarán y otros nuevos aparecerán.
El punto central no es tenerlos, la realidad es que todas las personas estaremos enfrentándonos a problemas siempre, especialmente cuando estemos en crecimiento.
La persona que está en su zona cómoda es la que a menos problemas se enfrentará, ya que todo lo tiene bajo control, sin embargo ha dejado de crecer. Por lo tanto, el meollo de este tema es con qué estrategias nos estamos enfrentando a los problemas para ser mejores líderes.
Cuando una persona se encuentra ante un problema, generalmente pierde el enfoque. Da respuestas con un fuerte componente emocional, parcial y subjetivo, lo que le provoca una desesperación en la que se toman decisiones no adecuadas.
Personalmente creo que la diferencia entre una persona normal y un líder se da en la manera en que se enfrentan a los problemas. Un líder se mantiene en equilibrio y aprovecha estos conflictos para convertirlos en oportunidades de crecimiento.
Un líder mira los beneficios que se logran al enfrentarse exitosamente a los problemas. Estos beneficios transformarán positivamente su realidad y la de los que lo rodean.
Frente a un problema, ¿qué debemos hacer los líderes?
· Establezcamos con claridad cuál es el problema al que nos estamos enfrentando. Muchos de nosotros estamos resolviendo las consecuencias y no la raíz del problema. Si yo tengo claridad, ya tengo la mitad de la solución del problema.
· Definamos los objetivos que deseamos lograr al enfrentarnos al problema. Los objetivos deben tener relación con nuestro plan de vida. Cada problema debe ser como una catapulta que nos impulse al crecimiento personal, profesional o empresarial.
En este punto debemos tomar una decisión importante: si nos enfrentamos al problema o no. Muchos líderes gastamos energía, tiempo y recursos en resolver situaciones adversas que no nos benefician en el logro de mejores resultados. Tengamos en mente que hay muchos de nuestros problemas que podemos delegar.
· Hagamos una lista de todas las causas posibles. Si decidimos enfrentarnos al problema, sabemos que este tiene una causa que lo originó. Descubrirla es un factor decisivo en la resolución del conflicto. Saber la causa correcta nos permite detectar sus consecuencias. En este paso del proceso detectamos las barreras que debemos superar.
· Evaluemos a las personas que intervienen en el problema. Cada persona implicada siempre poseerá un nivel diferente de participación. Debemos saber cómo tratar a las personas de acuerdo con su medida de involucramiento para facilitar una solución más justa.
· Pensemos en tres posibles soluciones. Cada problema es un desafío a la creatividad y la innovación. Si cada problema lo miramos como una oportunidad para crecer, es importante hacer un esfuerzo extraordinario.
Todas las posibles soluciones deben ser más racionales que emotivas. Todas deben llevar un componente capacitador para aprender —actuando— a resolver, como una alternativa para evitar caer en el mismo problema.
· Seleccionemos la mejor solución. Nuestra mejor opción debe ser una experiencia positiva para todos. Si la primera posible solución falla, recordemos que aún tenemos dos opciones más.
· Elaboremos un plan de acción. Solucionar un problema no es una casualidad de la vida, es el resultado de una planificación honesta.
Todas las personas involucradas deben saber qué hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo, quiénes participarán, qué objetivos buscamos. Debe haber una sensación de que vamos en serio a resolver el problema que nos hará crecer.
· Actuemos con actitud positiva. De nada sirve tener un buen plan sin dar los primeros pasos para resolverlo. Siempre encontraremos resistencia y una actitud positiva, persistente y propositiva serán claves para que la solución tenga éxito.
· Evaluemos con honestidad y sistematicemos las experiencias positivas. Evaluar el proceso de solución del problema es vital. El escenario ha cambiado radicalmente.
Miremos hacia atrás desde una posición favorable y podremos ser más objetivos ante lo que sucedió en realidad. Dejar constancia de lo realizado nos permitirá tener un modelo que podremos seguir en próximos retos para crecer.
UN PROBLEMA PARA UN LÍDER SERÁ SIEMPRE UNA OPORTUNIDAD PARA CRECER Y PARA CAPACITAR A SU EQUIPO PARA SER MEJORES.
Por René Alvarado
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